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TEATRO COLÓN, EN CRISIS

El Teatro Colón trasciende el marco institucional que lo confiere a la órbita de la ciudad de Buenos Aires. Por eso la crisis que lo afecta desde su cuestionada remodelación y el pleito gremial desatado entre sus músicos y el gobierno de Mauricio Macri -patetizado con la visita del tenor Plácido Domingo- entra en la gran escena nacional. Aquí escriben dos especialistas pero no en partituras sino en planillas administrativas.

Por Josefa Prada y Carlos Holubica (* )

Cuando en mayo de 2010 el Teatro Colón pudo por fin reabrir sus puertas era razonable esperar el inicio de un proceso de reversión de la prolongada decadencia de nuestro Coliseo. Los autores de esta nota compartían esa expectativa y, a la vez, formulaban como aporte constructivo algunos interrogantes sobre el estado de conservación del patrimonio material y sobre la preservación y aprovechamiento del capital humano del teatro, junto con la advertencia por el continuo retroceso de su participación presupuestaria en el área de Cultura, todo ello en el marco de la necesidad de definir un modelo y una política de gestión cultural como proyecto estratégico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Los firmantes señalaron en aquella oportunidad que ni la autarquía del Colón ni la reapertura de su sala remozada, por sí solas, bastaban para lograr la recuperación del teatro.

La suspensión de la temporada 2010 del Ballet Estable (funciones de abono y extraordinarias de “El Corsario” y “La Bayadera”) fue el corolario de una serie de reclamos gremiales que habían provocado anteriormente la cancelación de algunas funciones programadas para comienzos de dicha temporada (“Manón”), como así también el levantamiento de la última función de la ópera de Janacek “Katia Kábanová” a fines de septiembre, y la suspensión del concierto de la chelista Sol Gabetta a principios de noviembre.

Para mayor incertidumbre, el conflicto gremial no deja de escalar y ya está poniendo en duda el comienzo de la temporada 2011.

Como suele ocurrir en estos casos, las autoridades acusan a los trabajadores (o a los delegados) y éstos, a su vez, culpan a los directivos.

Para tratar de salir del encierro de la dialéctica de las mutuas recriminaciones, conviene analizar la realidad un poco más objetiva de los números presupuestarios, porque en definitiva la existencia o no de una política y de una voluntad de ejecutarla se expresa en los recursos aplicados con ese fin.

En el primer año de funcionamiento del Ente Autárquico Teatro Colón (2009) la participación de su presupuesto en el total del asignado al área de Cultura cayó al nivel más bajo de la historia de Buenos Aires como ciudad autónoma (13 por ciento).

El anterior registro de menor participación (18 por ciento) se había producido el año anterior (2008), el primero de la gestión de Mauricio Macri.

La diferencia entre uno y otro año fue que el 2008 no tuvo temporada de ópera, por primera vez en la historia del Colón, mientras que en 2009 se cumplió una muy modesta programación extramuros.

Hay que considerar, desde otra perspectiva, que estas oscilaciones presupuestarias se producen en el marco de un repliegue de la participación del presupuesto de Cultura en el total del correspondiente a la Ciudad de Buenos Aires.

De representar un 4,52 por ciento en el ejercicio 2009, lo cual implicaba una recuperación respecto del año anterior, primero de la gestión Macri (3,5 por ciento), en 2010 retrocedió al 3,68 por ciento y para el 2011 está previsto que alcance sólo al 3,4 por ciento.

En otras palabras: los porcentuales de participación del presupuesto del teatro en el total de Cultura deben considerarse en el contexto de los porcentajes decrecientes de participación del presupuesto de Cultura en el total de la Ciudad de Buenos Aires.

Con la reapertura de la sala, el presupuesto del teatro para 2010 aumentó significativamente su participación en el total de Cultura (24 por ciento), aunque este incremento no alcanzó a restablecer el porcentaje que tenía el Colón en 2006, último año de funcionamiento.

Para apreciar mejor estos vaivenes es conveniente observar las variaciones de la participación del presupuesto del Colón en el presupuesto total de la Ciudad.

Así, puede verse que en 2009 esa participación cayó al punto más bajo de los últimos años (0,59 por ciento), para luego recuperarse en el año 2010 (0,89 por ciento), algo lógico y esperable ante la mayor actividad generada por la reapertura.

Pero volvería a descender de acuerdo al presupuesto presentado para el ejercicio 2011 (0,73 por ciento).

Lo más sugestivo de los números planteados para este año en el área de Cultura y en el Teatro Colón es que forman parte de un presupuesto general de la Ciudad que prevé un importante aumento respecto de 2010 (29,01 por ciento), mientras que la partida para Cultura se incrementaría sólo el 19,36 por ciento y la asignación para el teatro crecería apenas un 6,26 por ciento.

Este relegamiento presupuestario se produce en momentos en que, según datos del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SinCA), dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación, la actividad cultural en nuestro país aportó al PBI en 2009 el 3,5 por ciento, superior a lo producido por la minería y la pesca.

Como cierre de estas reflexiones, cabe destacar que los cotejos de cifras realizados en base a los cuadros adjuntos (NdE: razones de edición dificultan su publicación) son comparaciones del presente y el futuro inmediato proyectado con períodos de escasa actividad del Teatro Colón, no con sus mejores épocas.

(*) Josefa Prada es licenciada en Antropología y Auditora General de la Ciudad de Buenos Aires. Carlos Holubica es licenciado en Comunicación Social y asesor de gabinete de la Auditora General. 

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