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DIEZ MIL CAJAS IGNÍFUGAS

Este artículo generó reacciones por parte de autoridades de la Cámara que no fueron consultadas si bien no hubo ninguna desmentida ni aclaración. La intención de la nota fue destacar el trabajo de los empleados de ese sector y no de los funcionarios. El texto menciona a Martín Garillo, uno de esos trabajadores ya fallecido, a modo de homenaje a su obra.

Por Armando Vidal

Puede verse como un destino cruzado. Mientras el bello Palacio Legislativo sigue siendo blanco de los aerosoles de la indignación con los legisladores, el prolijo archivo histórico de la Cámara fue distinguido por la UNESCO. Tuvieron un mismo punto de partida con la llegada del menemismo. La Cámara, como parte del comando de la República, navegó cual Titanic hacia la catástrofe del 2001. En sentido contrario, un grupo de trabajadores llegados al Archivo desde otros puestos y en algunos casos como refugiados, se transformaron en los organizadores de una memoria dañada por mudanzas y estropicios.

El Archivo está en el subsuelo de un edificio a tres cuadras del Palacio.

Fueron sus empleados los que pintaron el piso, adecuaron las estanterías (las cortaron para hacerlas más bajas y encadenaron para darles mayor firmeza) y prepararon una sala especial de restauración, además de rescatar esa riqueza documental del asedio de aguas servidas que caían por caños averiados y de crear una aclimatación especial para los documentos.

En ellos dejó su tesonero ejemplo Martín Garillo, un empleado ya fallecido y artífice de los cambios.

 "Tienen la camiseta" sintetiza el director del Archivo, Orlando Falcón, antiguo funcionario de la Cámara. Es el encargado de golpear puertas en busca de elementales recuerdos. Mientras recuerda a Garillo, Falcón muestra el espectáculo de esas diez mil cajas ignífugas que guardan unos 500 mil expedientes. No todo está visto y menos aún por especialistas, razón por la cual el periodista Ricardo Chamorro, jefe del departamento de Análisis de Documentación Histórica, subraya  "que con una mínima inversión nosotros podemos digitalizar todo".

Yendo a los papeles. ¿Estará guardado el expediente que alguien alguna vez pretendió hacer desaparecer porque contiene la mayor vergüenza del pasado de la Cámara? ¿Estará el expediente que encierra la mayor indiferencia del Congreso ante el futuro?

El primero, de 1992, es el del diputrucho, en la votación de la privatización de Gas del Estado (a la semana siguiente se anuló y se sancionó como correspondía).

El otro, del año 2000, es el requerimiento al Congreso del juez Jorge Ballestero de una ley para condenar a los responsables de la deuda externa, por cuya falta sobreseyó a José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía de Jorge Rafael Videla.

Ambos son exhibidos al rato a Clarín por Eduardo Fasanella, subdirector del Archivo.

La colección de documentos arranca con las actas de la preparatoria del primer Congreso, en 1854, escritas con prolija letra. Libracos que se preservan en esa sala especial que llevará el nombre de Martín Granillo.

Para la Cámara, el Archivo no pasa de ser un depósito de viejos papeles aunque alguno lleve la firma de Fernando VII. Su sello, archivodiputados.gov.ar tiene un link en el portal de la UNESCO pero no en la propia página de la Cámara (diputados.gov.ar) que prefirió esconderlo como si no existiera.

Volanta, título, volanta y bajada: Diez mil cajas ingnífugas con medio millón de expedientes/ Diputados: el valioso archivo histórico que sigue olvidado en un subsuelo/ Mantenido por los empleados, fue premiado por la UNESCO.

Fuente: Clarin, 12/11/06.

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