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PAPELÓN DE TODOS

Como el edificio del Congreso había sido usado por la llamada Comisión Asesora Legislativa con la cual la dictadura pretendió concederse cierto estado deliberativo previo a sus determinaciones, dos dignos diputados de la oposición en democracia confundieron varios años después los archivos de un servicio periodístico que se guardaba en la Biblioteca con archivos clandestinos de los servicios de inteligencia llevados allí por algún jerarca del régimen militar. Hasta que pudo aclararlo, el periodista firmante de esta nota también anduvo despistado.

Por Armando Vidal

Cuando no genera sobresaltos, la Biblioteca de la Nación produce sorpresas.

Clarín tuvo acceso al material presentado como un ``archivo clandestino de la represión'' (cintas abiertas, con sus respectivas carpetas de identificación de los programas periodísticos grabados).

Se encuentran en el sector de Colecciones Reservadas, donde se hallan las piezas más valiosas de la Biblioteca, a la que acceden únicamente los especialistas y de la que se sale luego de atravesar un control que detecta libros ocultos (lección que aprendió la Biblioteca luego de los hurtos de un cura coleccionista que tuvieron amplia repercusión periodística en 1983 y que fueron recuperados por obra de una leal empleada que, primero, fue detenida y cesanteada).

Allí, en una vitrina, bajo llave, está esa herencia que atravesó un cuarto de siglo en silencio hasta que la inesperada denuncia de los diputados Alfredo Bravo (Frepaso) y Melchor Cruchaga (radical) le concedió hace unos días una merecida partida de nacimiento.

Luego de hurgar en varias carátulas de las decenas de carpetas negras en busca de algún dato que permitiera identificar su origen, apareció el nombre de Eduardo Jerez, titular de tres teléfonos en la guía. Un contestador responde que se trata de ``RA'', la sigla de Radionoticias Argentinas. O sea la firma que remitía las cintas y carpetas, semanalmente, a la Biblioteca. RA, en cambio, no aparece en guía.

“A los setenta años, lo único que quiero es ir a descansar al Tigre. Muchos discapacitados trabajan para nosotros escuchando radio y mirando televisión'', explicó amable Jerez, una vez que lo ubicó el cronista. Y a la pregunta de por qué no desmintió las afirmaciones que hicieron los diputados y que tuvieron amplia difusión, respondió con una sonrisa: ``Porque en la Argentina es mejor no levantar cabeza''.

Como se informó, ese material estuvo escondido en una caja ignífuga (o sea a prueba de fuego) en el sector público de la Biblioteca. Bravo y Cruchaga vincularon incluso lo que habían hallado con presuntas acciones de los servicios de información. Quedó como versión consagrada –de la que se hizo eco Clarín- que las cintas y las carpetas habían sido llevadas al Congreso por un interventor que se hizo cargo de la Biblioteca en marzo de 1976, luego del golpe militar. Se trataba del entonces teniente de navío Carlos Plantamura.

"Nada de eso. Yo interesé a la Biblioteca para que reciba este servicio y fue en 1971'', aclara Jerez. Agrega que había hablado con "una persona muy amable, su director'', cuyo nombre no recordaba hasta que se lo aportó el periodista (Emilio Fadel). ``Sí, en efecto, Llegamos a él a través de Eduardo Sajón (NdE: el nombre es Edgardo, periodista desaparecido y en 1971 funcionario del gobierno de facto de Alejandro Agustín Lanusse) a quien conocíamos de Casa de Gobierno porque yo soy periodista matriculado'', dice Jerez.

La búsqueda de la memoria llegó también a Alberto Lucero, de extracción radical y ex director de Procesos Técnicos de la Biblioteca, un bibliotecario a quien los militares, lamenta, echaron del Congreso en 1978.

"La denuncia de los diputados está basada en una información errónea. Y es falso de toda falsedad que no estuviera inventariado'', refutó a Clarín. Él, recuerda, se ocupó de hacerlo. ¨¿Dónde lo inventarié?...junto con los llamados Materiales especiales y no los bibliográficos'', afirma.

O sea que nadie los podía encontrar en el índice temático o por autor porque no se trataba de libros.

En cuanto al origen del material, la Asociación del Personal Legislativo dice que las cintas ingresaron a través de una donación y suscripción con la llamada Organización Argentina de Transmisiones Internacionales (orden de compra 525/75, expediente 835/75), lo mismo que informa el director de la Biblioteca, Alberto Revah.

Jerez aclara que la OATI es la empresa madre de Radionoticias y que fue rentado el servicio brindado a la Biblioteca entre 1971 y 1975.

En síntesis: lo que se tenía como clandestino estaba inventariado como si fuese un perchero y provenía de la misma firma que, según Jerez, hoy mismo atiende los servicios de la presidencia de la Cámara de Diputados. Es decir, que el misterio era hijo del desorden y la ignorancia.

Volanta, título y bajada: No eran archivos secretos de la represión unas cintas grabadas/ Una sorpresa en el Congreso / Dos diputados habían denunciado como "archivos clandestinos de la represión" una serie de viejas cintas grabadas · Una investigación demostró que eran programas radiales pedidos oficialmente por el Congreso.

Fuente: Clarín, 11/8/97

Nota: Esta es una de las primeras notas incorporadas a Congreso Abierto desde la aparición de la página en 2009. Al momento de escribir estas líneas tenía 668 visitas. Son pasadas las 7 del 28/7/15 e ingreso a ella para corregir algún error de tipografía, quitar el nombre del autor que se  incorpora automáticamente y que es innecesario porque en el texto está la firma y aclarar que el nombre correcto de Sajón es Edgardo y no Eduardo. Escribo también estas líneas para informar de los cambios porque habrá ahora una nueva fecha de actualización. De paso, obviamente, volví a leer la nota...sigue con toda vigencia la fuerza de ese papelón de los siempre bien recordados y ya fallecidos Alfredo Bravo y Melchor Cruchaga y al que el periodista sumó su propia confusión.

 

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