A+ A A-

EL PACTO Y SUS OLVIDOS

Los acuerdos en política pueden todo, incluyendo las violaciones a la ley, como aquí se demuestra. Si los treinta años de democracia son importantes por lo que finalizaba y la esperanza que abría, el Pacto de Olivos lo es por haber consagrado una reforma constitucional de pesadas consecuencias. Aquí se resume la historia, incluyendo una confesión del ex presidente Raúl Alfonsín sobre las razones de su abrupto y inesperado giro. Fechas como guías.

Por Armando Vidal

Entre los medios porteños, no importó demasiado recordar los veinte años del Pacto de Olivos, el acuerdo entre el ex presidente radical Raúl Alfonsín y el presidente peronista en ejercicio Carlos Menem, aquel de los desaires y sorpresas que dejó atónito al Congreso de la Nación en pleno. Dos fechas permitían hacerlo. La primera, el 4 de noviembre DE 1993.

Porque fue ese día en que ambos se encontraron en la residencia de Olivos, en un operativo muy reservado que después revelaría como primicia el diario Ámbito Financiero. La otra, la fecha oficial, fue el 14 de noviembre, también en Olivos.

Los diez días que mediaron fueron suficientes para lograr un acuerdo, con el compromiso de ambas partes de que no sería modificado en la convención constituyente. Era el núcleo de lo que quedaría ratificado, al año siguiente, en la convención que tuvo por sede la ciudad entrerriana de Paraná y la ciudad de Santa Fe, capitales provinciales unidas por un túnel, inaugurado por un dictador 45 años antes y por esa reforma que hay que apremia reformar.

Dos son sus consecuencias centrales que, por un lado, alteraron la conformación del poder político y, por otro, la soberanía del Estado nacional.

La primera, fue terminar con un cuestionado, en aquel momento, régimen de elección indirecta por el cual primero se elegían representantes y después éstos elegían al presidente y vicepresidente de la Nación. Así quedó consagrado el distrito único. Y se repotenció el Gran Buenos Aires y los intendentes -por general aprendices, punteros y/o oportunistas-. se transformaron en caciques de comarcas. Una parte de la Nación que, aunque numerosa, no deja de ser una parte.

La segunda, fue precisar que los recursos naturales pertenecerían a los respectivos estados provinciales, revirtiendo, en un gobierno peronista, el Art. 40 de la reforma constitucional de 1949, un texto pensado y defendido por Arturo Sampay (1)

El de Olivos fue pensado al revés. Primero, la reelección de Menem, motivo por el cual el oficialismo en ambas Cámaras, comenzando por el Senado, inició una fuerte presión para sancionar una ley que declarase la necesidad de la reforma constitucional.

Lo consiguió por fuerza del número y pese a la oposición de la bancada radical. También, pese a la resistencia interna del senador peronista mendocino José Octavio Bordón.

La Cámara alta votó la necesidad de la reforma en su sesión del 21 de noviembre de 1993.

Tuvo los dos tercios del total porque estaban en pleno los miembros del cuerpo pero ello no fue remarcado cono reconocimiento al reclamo opositor sino debido a que en Diputados el oficialismo carecía de votos para alcanzar los 172 diputados presentes de ese cuerpo a la hora de votar.

El 27 de octubre de ese año, la comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara baja dio su dictamen a favor de la sanción del Senado, lo cual no modificaba nada la situación porque era muy férreo el frente opositor, encabezado por los 84 diputados radicales, cuyo presidente era el riojano Raúl Galván.

Alfonsín seguía los hechos con enorme preocupación y más después de que el diputado ucedeísta Francisco Durañona y Vedia anunciara su intención de presentar un proyecto que especificase que los dos tercios de los que hablaba la Constitución para aprobar la necesidad de la ley de declaración de la reforma constitucional debían ser interpretados sobre el número de los presentes y no sobre el total de miembros del cuerpo. Con esa ley, para el menemismo, desaparecían los obstáculos. .

Ya Alfonsín había dado señales de vocación de diálogo con Menem, demostrado cuando en octubre había dido a visitarlo a la clínica tras la operación de la carótida y antes, mediados de año, cuando declarase, también a Ámbito Financiero, “si me llaman, voy”.

Por eso, con Enrique Nosiglia, el Coti, por un lado y gastrónómico menemista Luis Barrionuevo, por otro, la construcción del puente con Olivos estaba garantizada. Además, enfrente de la Residencia tenía su casa el ex canciller Dante Caputo.

Pero ¿cuál era la verdadera razón que llevase a Alfonsín a pegar tan drástico giro? ¿Las valijas con montañas de dólares de las que se hablaba maliciosamente?

La explicación la daría años después el propio Alfonsín.

Para el ex presidente, el proyecto de Durañona era más que una amenaza: era una realidad que podían aprobarse en trámite rápido y con simple mayoría. Además, estaba el plebiscito que el PEN había convocado para el 21 de noviembre y que, pese a la grosera intención de hacer una consulta no vinculante sobre lo que debía hacer otro poder de la República, se fundamentaba en que lo mismo había hecho Alfonsín en 1985 cuando llamó a que se pronunciara el pueblo sobre el Tratado de Paz y Amistad con Chile que debía ser ratificado por el Congreso para su vigencia.

Si todo eso se daba, como temía Alfonsín, no iba a quedar otra salida para el principal partido opositor que declarar su abstención en el proceso electoral en el que debían ser elegidos los constituyentes.

 - ¿Y entonces?-, le preguntó el periodista que conducía el acto de presentación del libro de Alfonsín Democracia y Consenso en el Círculo de la Prensa, de Quilmes, en 1996.

 - Y entonces volvíamos a 1955-, respondió Alfonsín.

Como está dicho en otra nota (Ver: Miedo a Menem), el periodista sintió que Alfonsín aceptaba hacer el papel de Balbín frente a Perón en 1972 y 1973 para no repetir ese trágico pasado.

Mejor, ceder y negociar, que fue lo que hizo, antes de que las sombras cayeran sobre la sociedad y llegaran los rugidos de la muerte.

Logrado el acuerdo, el 12 de noviembre, Alfonsín ganó la conducción de la UCR.

El 3 de diciembre, la convención radical avala el Pacto. El 13 de diciembre, Menem y Alfonsín firman el llamado Núcleo de Concidencias Básicas.

El 17 de diciembre se aprobó en la misma comisión de Asuntos constitucionales un proyecto del peronista Jorge Matzkin y del radical Raúl Galván –presidentes de la bancada del PJ y de la UCR, respectivamente- un proyecto que incorporaba el acuerdo como parte del trámite de la ley pero sin hablar de la sanción original del Senado, previa al Pacto.

El 22 de diciembre, Diputados aprobó ese dictamen con los dos tercios del total de miembros que componen la Cámara. Y el 26 de diciembre, cerrando ese 1993, a todo ritmo legislativo, el Senado aprobó la ley con cambios en su texto, incluyendo el propio Núcleo, sin devolver la sanción a Diputados, como hubiera correspondido.

El 3 de abril de 1994, se realizaron las constituyentes, que volvió a ganar el peronismo, con algunas sorpresas como el triunfo del Frente Grande en la Capital Federal que consagraba a Chacho Alvarez, que a partir de allí vivió días de gloria y angustia personal por lo que ello significaba.

El 25 se mayo se inició la convención constituyente con un acto inolvidable en el teatro 3 de Febrero de Paraná y al día siguiente comenzaron las deliberaciones en el Paraninfo de la Universidad Nacional de Santa Fe, que finalizaron a fines de agosto.

Menem tuvo su reelección y con ella se ganó el derecho de estar en la cárcel por lo que hizo en ese mismo período (1995/1999), aunque hoy, amparado por el oficialismo, sigue mudo el paso de la historia en el Senado. Alfonsín, se ganó el cielo, donde seguramente estará evaluando que lo que hizo en 1993 debió haberlo hecho diez años antes cuando enfrentó a un peronismo derrotado y perdió la batalla en el Congreso con la Ley Gremial de un ministro del 55.

El país aguarda un cambio profundo que exige una nueva República como reclama la diputada Elisa Carrió, lo mejor que dice.

1) Como consta en otros artículos de esta misma sección, la convención se realizó en la Cámara de Diputados de la Nación, fue presidida por el en ese momento gobernador bonaerense Domingo Mercante y en su transcurso se introdujo la cláusula por la cual el presidente Juan Domingo Perón pudo lograr su reelección por un nuevo mandato de seis años a partir de 1952.

 

 

(