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MIEDO A MENEM

En este texto se relatan hechos y pormenores previos y posteriores del Pacto de Olivos entre el presidente Carlos Menem y el x presidente Raúl Alfonsín. Incluye la situación de los diputados radicales comprometidos a resistir la sanción de la ley que declaraba la necesidad de la reforma, el abrupto giro del líder radical y el papel de los negociadores para abrir esa instancia inesperadaTambién se incorporan las llamadas al pie que contienen información complementaria.

Por Armando Vidal

Meses difíciles se esperaban si los radicales no le abrían la puerta a la reelección. Pero con ochenta y cuatro diputados y, por tanto, con número suficiente para impedirlo, esa concesión era lo contrario que querían los votantes del 3 de octubre de 1993 que eligieron la boleta del partido de Alem contra Menem (1).

 Sólo tenían que estar en sus bancas a la hora señalada para que el oficialismo no obtuviera los dos tercios que requería la sanción de la ley que abría paso a la reforma, es decir a la reelección tomando en cuenta la falta de una fuerte alternativa opositora. Pero Alfonsín sentía en la espalda la punta del cuchillo de un plebiscito, cuya realización para el 21 de noviembre ratificó el gobierno el 1º de ese mes, empleando el mismo método que utilizó él con el tratado de Paz y Amistad con Chile por el Beagle.

Se trataba de un acto de manifiesta violación de la independencia de poderes al no surgir de una ley, tomando en cuenta la imposibilidad del menemismo de lograr la sanción por mayoría simple del proyecto presentado por el diputado Jorge Yoma. El plebiscito, naturalmente, implicaba que se avecinaba la quinta derrota radical consecutiva.

Los síntomas del desliz hacia la negociación cobraron fuerza con el gesto de Alfonsín de visitarlo a Menem en el sanatorio el 15 de octubre, pero al margen de un acto de buenas formas con el mandatario operado de urgencia, había otras señales que reflejaban el doble discurso del ex presidente (2): avanzaba el viejo guerrero, sólo que tenía la mano atada a la pipa de la paz, siguiendo los consejos de amigos que cada vez que podían le mostraban las cuentas de los escaños que iba a ganar el partido en el Senado, la Cámara de las desgracias radicales.

Se imponía, en consecuencia, negociar las condiciones más ventajosas de la rendición, incluyendo la remoción de parte de la Corte Suprema con la cual el gobierno se había cubierto las espaldas en los tramos claves de las privatizaciones.

Las versiones que indicaban la posibilidad de trampas en Diputados encaradas por el oficialismo a despecho de todo -oposición, opinión pública, embajada de Estados Unidos- carecían de asidero si los radicales mantenían su resistencia, tomando en cuenta, incluso, que en el propio justicialismo había legisladores dispuestos a sacar los pies del plato en caso de acciones fraudulentas (3), y ello sin entrar en especulaciones porque la cabeza que estaba rodando como candidato en el '95 era la de Duhalde, quien, en caso de que no hubiera reforma, veía cerca la Casa Rosada mientras Pierri soñaba con la de Dardo Rocha.

Era un dislate pensar que de buenas a primeras iban a aparecen los diputados peronistas en Tucumán para sancionar la ley en la casa de la calle Congreso donde se declaró la Independencia. Aunque se trató de un cazabobos en eldesierto, la ocurrencia fue tomada en serio por varios radicales que la asociaron a lo sucedido en Corrientes con Ramón Bruzzo, aquel elector radical que desapareció con una valija luego de haber impedido la elección de gobernador de su amigo y correligionario Noel Breard.El estado de vigilia en el que se encontraba la bancada de Baglini podía ser verificado. No había espacio para ninguna maniobra menemista sin la colaboración radical. Se sentían parte de la cruzada abierta por el propio Alfonsín cuando aseguraba que ``solamente locos podríamos facilitar la reelección'' (4).

Por eso, el 3 de noviembre, cuando debía considerarse una reforma a los códigos penal y procesal penal referida al abandono de personas, los radicales que estuvieron en sus bancas fueron 81 diputados sobre 84. Un récord de presentismo con tres faltantes con permiso previo. Se sentían en alerta rojo y no imaginaban que al día siguiente -jueves 4-, los abandonados iban a ser ellos, a quienes, además, Alfonsín ofendía con la sospecha de que serían quebrados por los tentáculos de la corrupción (5).

Producido el encuentro secreto del 4 de noviembre en Olivos y luego el público diez días después; concretado el abordaje alfonsinista a la conducción del partido el viernes 12 con la resistencia del resto del abanico interno; convocada la convención radical para el 3 de diciembre en Santa Rosa, y realizada una tarea en torno de la implementación del acuerdo con la participación de negociadores de ambos partidos -que finalizó el 1º de diciembre-, el bloque radical que venía amurallado en el ``no'' a la reforma se vio envuelto en una crisis que lo mantuvo al filo de la división.

Como había sido liceísta, sabía la importancia de tener alta la moral de la tropa, motivo por el cual Baglini se ocupaba personalmente de controlar dónde estaba cada uno de los miembros de su bancada y los plazos que tenían parallegar con el menor tiempo posible a sus bancas. Preparado para el combate (``ahora van a tirar con balas dum dum'', reía), lo sacudieron con un cañonazo por la espalda. No lo esperaba. Hasta ese momento, Baglini estaba tan satisfechocon su capacidad de conducción como lo indicaban los números: salvo Caputo, todavía ligado a la gestión por Haití y, en consecuencia, ausente con aviso, del mismo modo que Vanossi autorizado a viajar a Montevideo para un foro sobre la reforma constitucional y el bonaerense Ricardo Vázquez que se encontraba en Estados Unidos, el resto de los ochenta y cuatro diputados radicales ocuparon sus bancas esa tarde del miércoles 3.

De pronto, Baglini dejó de sonreir. Un emisario le acababa de entregar una carta de Alfonsín, también girada a Genoud, en el Senado. Era el borrador de una declaración que Alfonsín pretendía fuera suscripta en conjunto y que Baglini evaluó como un armisticio. Le pareció tan grande el desatino que lo puso de inmediato en conocimiento del resto de la mesa del bloque, de la cual no formaba parte el alfonsinismo.

El resultado fue decirle a Alfonsín que lo mejor sería hacer como que nada se había recibido porque someter ese texto a discusión representaría darle un hachazo a la unidad del bloque. Alfonsín accedió y ordenó a su vocero, Sim¢n Lázara, desmentir la existencia de la carta. Alfonsín siguió adelante con su plan de arreglar, horas depués, con Menem.

Mientras adoptaba esa postura, Alfonsín enviaba un telegrama al diputado chubutense Pedro Peralta enfrentado al gobernador Carlos Maestro, al igual que la diputada Cristina García de Novelli, porque el mandatario local con el propósito de reformar la constitución provincial, adhería a la reforma que quería Menem. ``Me dirijo a usted para expresarle mi total solidaridad en su coherente lucha en defensa de los principios de la Unión Cívica Radical, y de sus organismos, en la certeza que dicha actitud refuerza la esencia misma de los partidos políticos y por ende a nuestra democracia, dejando de lado personalismos que por el contrario la debilitan'', expresaba.Alfonsín decía una cosa y hacía otra.Ese mismo miércoles, Baglini ya sabía que se avecinaba la capitulación.

* Captar a Vanossi

El jueves 4, Alfonsín se había visto con Menem y el sorprendido Duhalde con ropas de deportista -había sido invitado a la Residencia por el Presidente a jugar tenis-, en la casa del ex canciller Dante Caputo, donde acudió acompañado por el senador Mario Losada, presidente de su partido.Entre esa cita y el lunes siguiente que se hizo pública dando lugar a desmentidos y aclaraciones, mediaron cuatro días en los que Alfonsín no dijo nada a ninguno de los hombres de mayor intimidad.

El sábado cenó en la casa de Leopoldo Moreau y al día siguiente llamó a Vanossi, quien acudió a su departamento de la calle Santa Fe para escuchar una arenga a la dureza contra el gobierno que él no necesitaba ya que venía fustigando sin piedad la sanción del Senado del 21 de octubre. Alfonsín le pidió que preparase un enérgico pronunciamiento contra el plebiscito (6).

Por eso cuando el lunes encontró sobre la mesa de desayuno la portada de Ambito Financiero, con la espectacular noticia del conciliábulo clandestino, Vanossi comenzó a pensar que alguien estaba loco. O era Julio Ramos que publicaba esa información de un periodista irresponsable. O era Alfonsín. Llegaron las desmentidas de los protagonistas y de Alfonsín en particular.

El martes por la noche volvió a sonar el teléfono en su casa y Vanossi retornó al departamento de la calle Santa Fe. - Perdóneme Jorge que el otro día no le haya podido decir laverdad. Pero en efecto esto es así y le pido que nos acompañe, que por favor me monitoree‚ este asunto tan delicado.

 Las palabras de Alfonsín no hallaron el eco esperado, lo cual no lo sorprendía. Conocía bien a Vanossi aunque tenía dudas acerca de hasta dónde el constitucionalista por antonomasia del partido era un hombre políticamenteambicioso. Había que esperar, aunque no mucho: a los pocos días, la oposición de Vanossi tenía letras destacadas en los diarios. Comenzó sobre él un operativo de persuasión. Si Alfonsín había cambiado ¿por qué no iba cambiar Vanossi?El primer sondeo fue el 12 de noviembre, a horas del plenario del comité nacional en Parque Norte, mientras Alfonsín atendía en su cuartel de operaciones instalado en el Hotel Bauen.

A escasos metros, en la confitería Opera -en cuyo piso superior estaban las oficinas de Nosiglia-, Vanossi escuchó con una hesperidina y buen ánimo lo que le dijeron Ricardo Gil Lavedra y Arnaldo Klainer, el ex alendista y después asesor en el Senado de Berhongaray.Incluso hizo observaciones sobre el texto del documento que, finalmente, se escribiría en la madrugada del sábado para ser llevado a compatibilizar por la mañana con los peronistas en una reunión realizada en el estudio de García Lema, ya que por la tarde debía ser firmado en Olivos.

Tras el crac de Parque Norte entre alfonsinistas y antialfonsinistas, se redobló el interés en Vanossi, quien acudiría a la casa de Klainer ese sábado, a las 14.30, para reunirse con Ricardo Gil Lavedra, Antonio Berhongaray, Enrique Paixao y el anfitri¢n. Llamadas de García Lema y Corach, expectantes y en ascuas con relación a lo que iban a hacer los radicales, y del propio Alfonsín, que convocaba a todo el comité nacional, a las 20, interrumpieron ese encuentro coronado con una frase de Vanossi con relación a los menemistas: ``Con soretes no se puede hacer una caja de bombones''. Era Vanossi en la intimidad.

Pese a todo, Alfonsín insistió: ``No hay que dejarlo, no podemos perderlo'', le dijo a Kleiner, ese mismo sábado.El diálogo definitivo con Vanossi se formalizó en la confitería El Molino, a las 5 de la tarde del día que Alfonsín acudiría al bloque de Diputados para dar la versión oficial de lo que estaba pasando.

- Alfonsín pide que seas el presidente del bloque constituyente-, le comentó Kleiner al diputado que parecía estar más serio que de costumbre.

 - No, gracias, no estoy de acuerdo con todo esto-, respondió.

- Decime Jorge, frente a la necesidad de darle seriedad a la Justicia, ¿vos no querés ser miembro de la Corte?-, insistió el emisario.

 - No, no hay garantías. Decile a Raúl que comprenda, yo no creo en todo esto-, respondió el legislador que esa noche faltó a la cita en el bloque porque no hubiera podido permanecer callado (7).

* Jaroslavsky asoma

 Jaroslavsky no se sentía Pétain, que primero fue héroe en Verdún contra los alemanes y luego colaboracionista nazi. Sin embargo este fue el calificativo que usó como una broma Alfonsín contra quien había sido su fiel presidente de bancada, en una reunión de bloque de 1991, en medio del escándalo del Narcogate (8).

Dos años después desaparecía por encanto de magia la política de confrontación planteada desde el mismo momento que Menem lanzó su raid por lareelección. ¨¿Quién era entonces Philippe Omer Pétain tras el abrupto giro de Alfonsín? Por eso Jaroslavsky tuvo algo que ver en toda esta tramoya si bien había sido uno más de los que se enteró del salto de su líder a la hora de las tostadas, ese lunes 8 de noviembre.

Había regresado de Cuba en los primeros días deagosto (9) y tenía por cometido ver a Menem para llevarle un mensaje de Fidel Castro. Venía con dos kinesiólogos isleños y un bastón. Caminaba con esfuerzo, fumaba negros y pensaba que podía ser de utilidad para quebrar los malos entendidos entre Carlos y Fidel.

Lo cierto es que en la reunión con el presidente se habló mucho más de la reforma que de la relación entre dos países hermanados por los pueblos y separados por sus gobiernos. Chacho, con confianza, lo exhortó a Menem a bregar por un acuerdo, en lugar de caer en una violación de los procedimientos constitucionales. Habían tenido la misma conversación en abril. Pero en la segunda ocasión Jaroslavsky fue más enfático:

- Carlos, ustedes nos están arrinconando, hay que parar esto y lograr el consenso una vez que el radicalismo elija sus autoridades en diciembre.

Para Menem era esperar demasiado pero, de todos modos,respondió:

 - Hablá con mi hermano Eduardo, con Bauzá o Corach.

El entrerriano lo hizo de inmediato: salió para el despacho de Bauzá.

- Hay que parar la sanción del Senado, le pidió.

- No puedo-, le respondió el secretario general.

- Bueno, que sea con los dos tercios del cuerpo al menos y no de los presentes, no cometan esa barbaridad, dijo.

- Quedate tranquilo, será con los dos tercios del cuerpo porque a nosotros nos está faltando uno nada más-', le respondió Bauzá.

Con el resultado de esa gestión, Jaroslavsky fue a verlo a Alfonsín.

- Usted siempre dice lo mismo, Chacho...-, le replicó con esa distancia a la cual ya lo tenía acostumbrado.

- Raúl, el mejor candidato para nosotros es el propio Menem, porque si no le damos la posibilidad vamos a perder con Duhalde o Palito-, insisti¢ Jaroslavsky.

- Chacho, qué quiere que piense. Para mí esos son argumentos electoralistas y aquí se trata de otra cosa-, fue una de las últimas frases de Alfonsín.

El diálogo no daba para más. Jaroslavsky saludó y se fue. No contaba con Bauzá porque a esa altura estaba de vacaciones en Italia. Llamó a Eduardo Menem, con quien siempre tuvo puentes de armonía como se reflejó en la negociación por la transferencia del poder en los días de frío de 1989.

Una vez que lo escuchó, el senador le dijo: ``Desempolvemos los proyectos de aquellos días en que estábamos de acuerdo''. O sea volver atrás, a los tiempos en que Cafiero y Alfonsín habían arrimado posiciones al punto que se creyó que la reforma era un hecho y que laconvocatoria a constituyentes podía realizarse incluso con las elecciones parlamentarias de 1991.

Jaroslavsky volvió a verlo a Alfonsín, quien siempre exhibía cierto desgano a la hora de la cita.

- Está bien, Chacho. Yo ya hablé con Cafiero, que vino a verme con lo mismo, y le dije que hablase con Gil Lavedra.

- Confío en que prevalezca la cordura-, acotó Jaroslavsky al verificar el desinterés de Alfons¡n. Y se fue. Había hecho lo suyo, incluso sondeado en ambos bloques de su partido, donde el mendocino José Genoud le había dicho:

¬ A ver Chacho si por falta de diálogo nosotros nos oponemos acá ¡y terminamos arreglando de apuro en Diputados! ¿¡Cómo carajo luego vamos a votar sí por aquello que votamos no?!.

Genoud estaba escribiendo su propio horóscopo.

El hombre de La Habana siguió desde su casa el curso de la película, luego de haber tenido informado minuciosamente al pibe de Berisso, Marcelo Bassani, un fiel que se le metió bajo el ala en tiempos que era secretario del bloque y él el mandamás; también un amigo de Nosiglia, quien, por supuesto, sabía todo lo que pasaba. Jaroslavsky y Nosiglia caminaban para el mismo lado, sólo que uno iba por la calle y el otro por los túneles (10).

El entrerriano no desconocía su propia historia ni aquella que pretendió escribir Alfonsín: desde la búsqueda de la modernidad lanzada con el mensaje de Parque Norte, de 1985, el líder radical procuraba ser su propia continuidad en el poder pero transformando el régimen presidencialista en semiparlamentario con un primer ministro fuerte –cargo que pretendía- y un primer mandatario débil. Lo dijeron hasta los diarios cuando el 11 de enero de 1987 se difundió el proyecto de ley preparado por la Secretaría de Justicia y el Ministerio del Interior, que luego el jefe de Estado remiti¢ al Consejo para la Consolidación de la Democracia. O sea la reelección sin reelección formal porque los peronistas no se la querían dar (11).

* Nosiglia y Cafiero

Mientras el angelocismo se diferenciaba de Alfonsín y Menem (a quien criticaba duramente el ex ministro Antonio Tróccoli), Nosiglia empujaba en 1988 las conversaciones sobre la reforma constitucional, que era lo que primordialmente interesaba al Presidente para dejar una obra que justificase su gobierno, además del traspaso de la banda.

El 10 de febrero, la conducción del radicalismo se había pronunciado en favor del proceso reformista, tarea para la cual contaba con Cafiero, motivo de su reunión con Alfonsín el 6 de setiembre de 1988, al año exacto de la derrota que devolvió al radicalismo al segundo lugar.

Tanta desmemoria cinco añoos después, admitía la excepción de Cafiero cuando el 14 de noviembre se puso en contacto con Bauzá. Aspiraba a estar presente en Olivos cuando horas más tarde se suscribiese el acuerdo, por tratarse de un acontecimiento al cual él creía haber aportado algo (12).

Bauzá habló con Carlos Menem, quien no opuso reparos, y luego procedió a hacer un sondeo con algunos senadores peronistas. La conclusión se reflejó horas más tarde: no fue invitado. Si ésto hacían con Cafiero, qué podía pensar Jaroslavsky de los suyos que ni siquiera le avisaban de las reuniones internas, como la de Ranelagh donde Alfonsín fue el incendiario y Fredi Storani el bombero.

* La señal de Nosiglia 

Alfonsín siempre tuvo predilección por sus últimos amigos, más que por viejos amigos, entre los que se creía Jaroslavsky cuando fue sentado al lado del ex presidente en la comida multitudinaria realizada el 3 de noviembre en el Palacio San Miguel, memorativa del triunfo en las elecciones del 30 de octubre de 1983.

No participaba Nosiglia quien apareció de súbito, hizo un gesto y logró que Alfonsín se levantase de la cabecera para trasladarse a un costado y hablar en voz baja con los dedos en el chaleco frente a 600 comensales, absolutamente ajenos a lo que pasaba.

El mismo Jaroslavsky tenía los ojos clavados en Alfonsín y Nosiglia sorprendido por la escena, casi tanto como cuando vio que el ex presidente lo miraba y levantaba un pulgar en señal de aprobación, sin que el entrerriano encontrase motivo alguno para el gesto. Faltaba algo más para que Jaroslavsy comprobase que no gozaba la confianza indispensable para saber que estaba pasando: Nosiglia se fue, Alfonsín volvió a sentarse al lado y no le dijo una palabra del asunto.

Alfonsín, vía Coti y Luis Barrionuevo, elegía un túnel hacia Olivos al día siguiente.

Ese pacto nacido en la reunión del 4 de noviembre estuvo convalidado por la presencia de quien, en ese momento, detentaba la conducción del radicalismo, el senador misionero Mario Losada, el hombre que al otro día daba a entender que enfrentaría al ex presidente en la puja por la titularidad del comité del partido y que terminó dando quórum y abriendo las deliberaciones para la consagración de su oponente en la madrugada de un mes después.

Fue Losada el que dio carácter institucional a la cita realizada en la casa de Caputo. Por esas horas, Alfonsín era un afiliado más a la UCR.

El pacto dividió al bloque de diputados, al bloque de los senadores y a la misma convención radical. Quebró al partido sin romperlo.

En el pacto suscripto en Olivos el 14 de noviembre con la lapicera Parker de Matzkin y en el texto del acuerdo definitivo firmado en la Casa Rosada el 13 de diciembre de 1993 desembocaron buena parte de las coincidencias entre ambos partidos conversadas en el último lustro. También allí terminaba, aunque no del todo, el modo en que los senadores peronistas se fueron ubicando en el cuadro que quiso Menem y enmarcó Alfonsín.

* Regalo de Reyes

En los primeros días de enero de 1993 se había formalizado una reunión reservada en la quinta de Oraldo Britos, en Del Viso, con la participación, de Bauzá, interesado en abrir paso a la ley desde el Senado, y no desde Mar del Plata donde una cumbre pomposamente llamada ``encuentro federal de la militancia'' prevista para el 27 de febrero -y finalmente no realizada- había sido concebida para presionar al Senado lanzando la reelección como un ultimatum del gobierno.

Britos era uno de los que pensaba que la Cámara debía asumir la tarea antes de que en medio del festival por las afiliaciones surgieran ``peronistas'' como Carlos Reutemann o Palito Ortega que les dijeran a los senadores lo que debían hacer. Y Bauzá asentía porque al fin de cuenta se ponía en marcha el proceso hacia la eliminación de la traba que impedía reelegir a Menem. Lo demás era accesorio. El modo y los métodos para conseguirlo, frente a la resistencia del radicalismo, surgirían en el camino. A esa reunión no fue invitado el ministro del Interior, Gustavo Béliz.

El plan era aprobar el proyecto en el Senado antes del 1º de mayo para que el presidente Menem pudiese hacer referencia al tema en su mensaje inaugural de las sesiones ordinarias, propósito que finalmente no se cumplió porque los senadores quisieron en ese tramo preparar una reforma a fondo, incluso sobre los contenidos dogmáticos, asunto que desató una controversia con los aliados antiperonistas del gobierno, sólo dispuestos avalar la reelección y muy recelosos de toda acción que pudiera comprometer la política económica.

Como Menem creyó ver el cuchillo bajo el poncho y temió que la alteración al ideario liberal contenida en la primera parte de la Constitución fuese en realidad una jugada para empantanar la ley; apuntó sin nombrarlo a Cafiero, consciente del efecto que producirían sus palabras en aquél a quien aludió como ``algún pícaro de nuestra causa'', sayo que en todo caso también podían colocarse Bordón, Britos, Olijela del Valle Rivas y otros senadores oficialistas que no veían mal aprovechar la oportunidad para hacer una reforma más amplia con participación del radicalismo.

La cumbre de Mar del Plata dio paso a un acto en la sede del Partido Justicialista -fue el 24 de febrero-, también sin la presencia del ministro Béliz, quien el día anterior había recibido a Cafiero: ambos coincidían en bregar por el consenso.

Tiempo después, Cafiero respondió con declaraciones en las que separó al menemismo del peronismo al definirlo, en síntesis, como una moda oportunista, una coalición socioeconómica que giraba alrededor del Presidente y una corriente que discrepaba con la historia peronista, en uno de sus escasos pronunciamientos firmes. Una moda demasiada ocupada en la reelección y en captar votos, incluyendo el del propio Cafiero.

Ese proceso tuvo distintos pasos desde el 24 de febrero cuando se habilitó el tema en extraordinarias, luego que el bloque oficialista le pidiera el 16 al PEN que así lo hiciera.

El proyecto cobró primera forma y se presentó el 8 de julio -presentado por Juárez y otros quince senadores, entre ellos Eduardo Menem-, con reservas de parte de otros ocho senadores, comenzando por Alasino, Bordón, Britos y Cafiero (13). Hubo un dictamen favorable en la comisión de Asuntos Constitucionales pero volvió a ella para nuevas modificaciones. Roberto Dromi se ocupó reservadamente de la redacción final, tarea encomendada por Eduardo Menem y aprobada en comisión el 24 de agosto, donde luego de la reunión el puntano Rodriguez Saa renunció al bloque tras imputar que el ex ministro de Obras Públicas se había interesado en concederles garantías constitucionales a los decretos de necesidad y urgencia, lo cual era cierto y terminó plasmado en la Carta Magna con apoyo radical.

Fue el primer tiro en el ala de Dromi que más tarde intentaría aparecer en la convención de Santa Fe. Béliz ya no estaba: horas antes se había ido del gobierno (14).

La iniciativa fue al recinto el 7 de setiembre, ``el día "D", de la democracia argentina'', según Alfonsín en una de sus tantas cargas contra el gobierno. En la madrugada del 10, la Cámara debió pasar a cuarto intermedio para evitarel naufragio del proyecto carente del apoyo del bloquista Bravo, así como de los senadores Bordón y Cafiero, molestos ambos por la falta mínima de consenso con el radicalismo.

Tras las elecciones del 3 de octubre, el 21 el Senado dio la sanción tan esperada por el gobierno con el voto clave de Bravo que cubrió el hueco que dejó Bordón, en tanto Cafiero modificaba su actitud y votaba afirmativamente, como nunca el menemismo dudó que haría.

* Los pasos del pacto 

El 27 de ese mismo mes, la comisión de Asuntos Constitucionales de Diputados dictaminó a favor de la sanción senatorial en dura pelea con los representante sopositores. El 4 de noviembre se produjo la reunión reservada entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem. El 12, Alfonsín ganó la conducción del partido. El 14, se reunió nuevamente con Menem, esta vez en Olivos. El 3 de diciembre, la convención ucerreísta avaló el pacto. Diez días después, Menem y Alfonsín firmaron el llamado Núcleo de Coincidencias Básicas, que había sido elaborado por una comisión ad hoc de técnicos y legisladores de ambos partidos. El vértigo siguió. El 17 se aprobó en la misma comisión de Asuntos Constitucionales un proyecto firmado por el peronista Jorge Matzkin y el radical Raúl Galván en el que se incorporaba el acuerdo y no se decía una palabra de la sanción del Senado. Y en la madrugada del 22 de diciembre, la Cámara joven aprobó ese dictamen haciendo también caso omiso de la sanción de la otra Cámara, salvo una referencia genérica formulada en el discurso del presidente de esa comisión. El martes 28 de diciembre, el Senado aprobó la ley, sin devolverla a Diputados, como hubiera correspondido, ya que introdujo un cambio tanto al texto como al corazón del acuerdo Menem-Alfonsín que se presentaba como inmodificable para la convención constituyente.

Ese cambio se refería a la reducción del plazo de los mandatos de los senadores: de nueve, el acuerdo lo había reducido a cuatro; el Senado quiso que fueran seis.

La sombra de la corrupción no fue lo que aventó precisamente el pacto al punto que en la segunda parte de la ronda parlamentaria sobre la reforma constitucional no faltó el legislador -senador Jorge Cendoya, radical angelocista- que evocó en su discurso la leyenda de Fausto por haber vendido su alma a Mefistófeles a cambio de goces y placeres (15).

Notas:

 (1) La bancada radical perdió solo un componente a partir de la renovación de la Cámara del 10 de diciembre de ese año, con lo cual siguió preservando su fuerza.

 (2)``Si me llama, voy'' fue un título aparte del amplio reportaje a doble página de Ignacio Zuleta. Alfonsín decía que Menem era el mejor candidato para los radicales. ``¿ Para qué arriesgar la democracia, si ya nos ha demostrado que tiene esa vocación hegemónica'', se preguntaba. Ambito Financiero, 6/9/93.

(3) Juan Horacio González Gaviola y Rafael Flores fueron los primeros en adelantar su posición de que debía sancionarse la ley de la reforma con los votos de los dos tercios del total de miembros del cuerpo.

(4) Reportaje de Tabaré Area y Marcelo Helfgot. Clarín, 14/2/93.

(5) Los radicales eran un tercio del total de miembros y no se veían en el bloque las grietas que tenía el partido, comenzando por los gobernadores de Río Negro, Horacio Massachessi y de Chubut, Carlos Maestro y, en el último tramo, por el santiagueño José Zaval¡a. Tampoco las reacciones aisladas, como la del diputado santacruceño, Héctor Di Tulio que en medio de la resistencia se declaró favorable a votar la reforma. Incluyéndolo a éste, todos habían firmado, en agosto, un compromiso de rechazo a la iniciativa. Esos diputados -que finalmente no serían los que tratarían el tema porque cesaron sus mandatos el 9/12/93- eran: Jorge Agúndez, Raúl Baglini (no logró su reelección el 3/10/93), Marcelo Bassani, Juan Pablo Baylac, Antonio Berhongaray (pampeano, y uno de los negociadores de la letra del acuerdo convenido entre Menem y Alfonsín,reelecto), Jorge Bericua, Victorio Bisciotti, Noel Breard, Mario Brook (cordobés angelocista, reelecto), José Canata, Dante Caputo, Porfirio Carreras, Oscar Castillo (catamarqueño, hijo del gobernador, reelecto), Juan José Cavallari, Juan Nicolás Cossos Pérez, Víctor De Martino, Ramón Dussol, Angel Elías, Alberto Espeche, Aníbal Fernández, María García de Novelli, Luis González, GabrielaGonzález Gass, Evaristo Iglesias, Oscar Machado (rionegrino, reelecto), Jorge Marcó, Mabel G. de Marelli, Juan Carlos Moure, Miguel Angel Ortiz Pellegrini, Rodolfo Parente, Gerardo Profili, Alberto Prone, Rodolfo Quezada, Carlos Raimundi, Daniel Salvador, José María Soria Arch, Conrado Storani (h), Angela Sureda, Jorge Vanossi, Ricardo Vázquez y Carlos Zambianchi. De todos ellos, el único que fue noticia por una presunta practica de corrupción, que desmintió y recurrió a la justicia, fue el santiagueño Cossos Pérez. Se le imputó haber pretendido cobrar a cambio de retirar su impugnación a la adjudicación de una obra en la localidad Tacañitas, Santiago del Estero. La denuncia era del empresario Amado Alberto Alegre y recayó en el juzgado federal Nº 1, a cargo de María Servini de Cubría. Cossos Pérez renunció a sus fueros para allanarse a lasinvestigaciones. (6) El martes 2 había sido ratificado por el PJ, con la consigna ``No detengamos la historia'', reflejada en un eficaz corto televisivo, inspirado en una viejapropaganda de Charles De Gaulle. ``No hay tiempo para negociaciones'', decía Duhalde, titular del partido y candidato puesto a presidente en 1995, en tanto que Pierre declaraba que la reforma iba al recinto el 24 de noviembre. Vanossi era autor de un proyecto de reforma parcial de la Constitución presentado con el menemismo en el gobierno cuya metodología era, primero, concertar los temas. Juan Carlos Pugliese lo acompañó con su firma.

(7) Vanossi prefirió hablar en la convención de Santa Rosa, de un modo frontal y drástico, discurso que Alfonsín escuchó tomándose la cabeza con ambas manos.

(8) Jaroslavsky disimuló el insulto para no complicar la reunión de bloque donde había aparecido el entonces titular del comité nacional para apoyar la creación de una comisión investigadora del narcotráfico, a la cual el presidente dela bancada radical se oponía. El proyecto se presentó firmado por Dante Caputo y Lorenzo Cortese basado en una información reservada de fuentes norteamericanas-referencia que, lógicamente, se omitía-, según la cual en el negocio de la droga aparecía vinculado algo más que un "alto funcionario" (Mario Caserta/Amira Yoma). No hubo comisión en 1991, ni siquiera la propiciada por el mismo Manzano, que sabía cuál era el juego radical. Jaroslavsky advertía que si fracasaba el radicalismo iba a quedar expuesto a críticas que lo vinculasen con el narcotráfico y si, por el contrario, lograba convencer acerca de la conexión de éste con sectores del gobierno terminaría siendo imputado de operar para la DEA.

 (9) Pudo haber quedado a un costado luego del fin de su mandato y de la operación que lo tuvo al extremo de ser un inválido. Pero Jaroslavsky enfrentó la adversidad con la ayuda de sus amigos Manzano y Bauzá, mientras lo olvidabanen su propio partido. El hombre en cuyo puño se concentró buena parte del poder alfonsinista en el Congreso era una sombra blanca. Estaba herido pero no muerto. Fue a Cuba y volvi¢ de pie y con palabras de reconocimiento a Fidel Castro. ``Si lo que resta es malo, le ganamos en el 1995 a Menem y si en cambio es bueno y no le damos la reelecci¢n, nos gana cualquiera'', declaraba, mientras losalfonsinistas decían en voz baja que Chacho quería ser ministro de Menem.

 (10) Por ejemplo, en 1987, coincidían en la necesidad de sumar a un exponente del peronismo gremial al gabinete de Alfonsín y también en que la tarea fuese para José Rodriguez, el líder de SMATA. Jaroslavsky negociaba con Diego Ibañez, Nosiglia con Luis Barrionuevo. El ministro fue el lucifuercista Carlos Alderete.

 (11) Había, incluso, una historia más reciente: las conversaciones de 1990, transcurridas en la mayor reserva y con el propósito de realizar la constituyente en el mismo acto electoral de renovación de gobernaciones ylegislaturas, en setiembre de 1991. Un año antes se pensaba aprobar en el Parlamento la ley que declarase el estado de necesidad de reformar la carta magna. Radicales y peronistas también elaboraban coincidencias en lo referidoa la modificación de la Ley Electoral. No estaban de acuerdo respecto de la aplicación de la ``ley de lemas'', resistida por el radicalismo. En esas negociaciones participaban el ministro Julio Mera Figueroa, el senador Menem, el diputado Manzano y el intendente Grosso, por el lado peronista, en tanto que los radicales eran Horacio Jaunarena, el senador Edgardo Grosso y el diputado Jaroslavsky. En aquellos puntos que no hubiera acuerdo, se evaluaba plantear las diferencias en la campaña electoral para que lo determinase el propio votante. El tema central de esas diferencias era la figura del primer ministro, que querían los radicales, y a la cual se oponían los peronistas por entender que no era aplicable con la tradición presidencialista del sistema. Preferían un ministro coordinador. La reelección presidencial era un punto sobre el cual no existía una manifiesta negativa por parte de los negociadores radicales. Pero decretos por doquier en lugar de leyes, privatizaciones al margen de las normas, inseguridad jurídica y el escándalo del Narcogate,fueron distanciando al alfonsinismo del campo negociador.Alfonsín, a fines de 1991, terminaría alejándose de la conducción partidaria y comenzaba a refulgar la estrella de De la Rúa, que ese mismo año era elegido diputado y luego presidente de bloque. Sin embargo, desde el menemismo no se desestimaba un acuerdo con los alfonsinistas. Uno de los que pensaba así era Carlos Corach.

 (12) En enero de 1988, Cafiero firmó un acuerdo con Alfonsín para que el presidente que asumiera el 10 de diciembre de 1989 lo hiciera con la nueva constitución. El 6/9/88, tres días antes del acto organizado por la CGT, se había producido la primera reunión secreta entre Alfonsín y Menem, con la participaci¢n de Cafiero, en su condición de presidente del partido en ese momento, en la cual el riojano reivindicaba la necesidad de preservar el fuertepresindencialismo, Alfons¡n decía lo contrario pensando en fortalecer al Parlamento y el gobernador bonaerense se ubicaba en el medio con la idea de un ministro coordinador. Angeloz fue otro de los partícipes de esa reunión realizada en un departamento de Olivos, tal como se haría en 1993. También, el entonces diputado Bauzá, así como los especialistas García Lema y Gil Lavedra, en ese momento subsecretario del Interior.

 (13) Britos quería dejar reserva de una cláusula contraria que implicase posicionar al Estado en favor de los intereses económicos ``sin que los trabajadores y demás sectores sociales reciban la misma garantía ya que elEstado ha perdido en la práctica el rol de nivelador de la relación de los actores sociales''.

(14) Béliz era un convencido que sólo se podía llegar a la reforma por medio de un acuerdo con el radicalismo pero ``no a cualquier precio'' y que `` si determinado operador marginal supone que la reforma se logrará comprando votosestá loco''. De esa manera no solamente se frustaría la posibilidad de la reforma sino que se generaría una crisis de imprevisibles consecuencias''. Reportaje de Jorge Grecco, Clarín, 22/8/93. Al día siguiente, renunció. Béliz  se llevó consigo la lista con los nombres de diputados radicales mencionados como eventuales candidatos a quedarse en sus provincias en lugar de asistir a una sesión donde el oficialismo iría a jugar a cara o cruz la aprobación de lasanción senatorial. Durante todo el mes de agosto, hasta la semana del desenlace, Béliz vio obrar en tandem al secretario general de la Presidencia, Bauzá; al brazo derecho de éste, Corach, y al presidente provisional delSenado, Menem, con quien mantenía una no saldada diferencia con relación a la crisis desatada por la senadora Alicia Saadi en el proceso legislativo ``trucho'' de Catamarca. Con Bauzá en el medio, Béliz sentía recortado su poder porque el secretario era el piloto de los operativos por la reforma que signaron todo 1993. El ministro político estaba afuera de todo. El 15/9/93, la ex senadora y flamante secretaria de Asuntos Institucionales, Liliana Gurdulich de Correa, permitió que, por primera vez, la Cámara a la que había pertenecido hasta diciembre de 1992 tuviera una rápida contestación al pedido de informes solicitado por el cuerpo. ``No se ha llevado a cabo ninguna gestión o accióntendiente a obtener la declaración sobre la necesidad de la reforma'' comunicaba en una lacónica nota.

 (15) Cendoya fue ministro de Eduardo César Angeloz y constituyente en su provincia en 1986, que no compartió la reelección del gobernador. En el segundo debate de la reforma en el Senado, el 28/12/93, habló de la "ética de las instituciones'' por la cual los partidos no podían cambiar súbitamente de posición. ``El actual presidente de nuestro comité nacional -siguió-, en un desborde verbal que nosotros condenamos, dijo cuando se estaba tratando este tema de la reforma: este es el gobierno más corrupto de la historia. El presidente Menem va a hacer cualquier cosa con tal de conseguir la reelección, reelecci¢n que sería una tragedia para el país. Tendríamos que estar locos para abrirle esa puerta. El doctor Menem, con mucha más inteligencia y con mucha más sobriedad, le contestó: pactaría con el Diablo antes de pactar con la Unión C¡vica Radical''. Las risas que despertó en las filas de los pocos justicialistas presentes, ese mediodía del 28 de diciembre, en una sesión en ese momento presidida por el puntano Britos, no se repitieron cuando Cendoya, un hombre de estilo refinado y palabra medida. prosiguió: ``Digo con mucha más inteligencia porque acá introdujo un elemento importante en la discusión de la reforma, el elemento fáustico. Como es sabido, durante los cuatro siglos de vigencia que tiene el mito de Fausto, todos los pactos con el diablo se han hecho por el poder, el dinero o el amor. Yo no se quien ha hecho el papel de Mefisto y quien el del doctor Fausto en este drama''. En la sesión que había culminado el 21/10/93, o sea antes del Pacto, Cendoya dejó registrado un dato irrebatible acerca de la discusión de si eran necesarios los dos tercios tomados de los presentes o del número total de los integrantes del cuerpo. Lo ayudó para ello Alberto Pierri. Cendoya recibió una nota anónima y copia del Diario de Sesiones de Diputados, página 2478, del 16 y 17/8/89, donde Pierri aparece aceptando las modificaciones del Senado porque no se lograron los dos tercios del total del cuerpo. Si era así para una ley común, con mayor razón lo era para la ley que declaraba la necesidad de la reforma constitucional.

Fuente: El Congreso en la Trampa (Planeta, 1995) Pags. 254/265