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PUJADAS, LOS PADRES Y EL FILM QUE SE PERDIÓ

Retrato de un joven cronista de un diario de Trelew con la declaración del periodista Pepe Castro ante el tribunal de Rawson, un aporte a la Justicia y a la verdad histórica de quien fue testigo y  también un protagonista.  

Por Rolando Tobarez

Un recinto en silencio y una voz quebrada por la emoción. Héctor Pepe Castro lloró al recordar la madrugada que les mostró a los padres de Mariano Pujadas el tape de la última y célebre proclama de su hijo, minutos antes de entregarse en el aeropuerto viejo de Trelew junto con otros 18 presos políticos. Eran esos pocos minutos en los

que explicó los motivos de su militancia. Al ver y escuchar a uno de los fusilados en blanco y negro en la pantalla, sus familiares se fundieron en un abrazo apretado de lágrimas. Igual que el dueño de LU 17, cuarenta años después, que debió tomarse un largo respiro y varios sorbos de agua para poder seguir.

 “Para mí fue una escena muy fuerte porque ese era el último mensaje de su hijo y fue muy duro, era una situación complicada”, dijo el testigo ante el tribunal que juzga la Masacre de Trelew, en el Cine Teatro José Hernández de Rawson.

Los Pujadas llegaron al Valle tras los fusilamientos y quisieron ver esa filmación del viejo Canal 3, que gerenciaba José María Sáez. Se definió que él junto con Castro los recibiría en los estudios, a las 2. Los padres del preso asesinado se llevaron una copia de la filmación. Pero la cinta se destruyó cuando la familia Pujadas fue asesinada y sus cuerpos volados con dinamita, en Córdoba.

“Esas imágenes tuvieron un gran impacto político y molestaron mucho al gobierno militar”, aseguró Castro. El registro se conservó un tiempo pero cuando Castro se enteró de que los militares lo buscaban, la cinta se ocultó.

En 1973, el general Juan Domingo Perón estuvo a punto de verla en su exilio de Puerta de Hierro, en Madrid. Pero la cita se frustró. En 1976 la filmación original se perdió quién sabe dónde.

Castro habló casi una hora.

Más de medio centenar de personas escuchó ayer (NdE: 26/6/12) su testimonio. El 15 de agosto del ´72 estaba en el Aeropuerto para despedir a otra persona. Vio cómo el avión de Austral carreteó y se detuvo en la pista. Tres militares pasaron corriendo a su lado rumbo a la pista y empujaron fuerte al periodista antes de llegar y subirse a la nave. Uno era Fernando Vaca Narvaja, disfrazado y recién fugado de la Unidad 6 de Rawson.

Testigo directo de la negociación entre los marinos y el grupo de 19 que no logró fugarse, Castro confirmó que “no querían ser llevados a la Base Almirante Zar de Trelew porque decían que allí su suerte corría peligro. Pero los militares decían que volver a la U-6 no era posible porque el penal estaba sublevado”.

Dónde llevarlos era el eje de la discusión. Los guerrilleros ofertaban regresar a la cárcel y garantizar que sus compañeros depusieran la toma. Hubo acuerdo y entregaron las armas en la playa de estacionamiento.

“Es la famosa foto de la Masacre. En el silencio de la noche se escuchó el ruido de las armas cayendo sobre el pavimento y es un ruido especial que nunca más escuché en mi vida”, describió Pepe.

Uno por uno los presos fueron revisados. Cuando le tocó el turno a Ana María Villarreal de Santucho, “al militar le dio pudor revisarle la zona de los genitales, pero el capitán Sosa se lo ordenó a los gritos”.

Castro, el juez federal Alejandro Godoy; el subdirector de El Chubut, Adolfo Samyn; el director de Jornada, Bernardo Feldman y el abogado radical Mario Abel Amaya subieron al micro junto con los presos.

Diez minutos después los bajaron sorpresivamente.

Había llegado el jefe de la Base, Rubén Paccagnini, con la orden del presidente de la Nación, Agustín Lanusse, de declarar la zona de emergencia, llevar a los detenidos a la unidad militar y no de regreso a la cárcel.

Godoy se quejó porque la negociación había sido otra.

 “Soy militar, me dieron una orden y debo cumplirla”, le respondió Paccagnini. Cuando Goody les dijo a los presos que irían a la Base, “quedaron impactados porque se habían rendido en otras condiciones”.

Castro describió que ese viaje fue corto en kilómetros. “Pero se convirtió en un camino interminable por ir con gente que se había resistido de todas formas a que los lleven ahí y después les dieron vuelta todo. Era una situación tensa y cortante y nunca olvidaré la dureza en la mirada que tenía la mujer de Santucho”.

En la Base el grupo fue a los calabozos y los civiles devueltos al centro de Trelew. “No tienen nada que hacer acá”, les dijo un guardia. El periodista explicó que esa semana de agosto “fue de gran conmoción” y describió a Trelew como “una ciudad sitiada, tensa y con un clima duro”.

Lo sufrió la prensa de Buenos Aires: Armando Vidal, de Clarín, y Horacio Finoli, de Associated Press. Castro los llevó a conocer la U-6. Estaban en la esquina de SEROS, el fotógrafo Manuel Martínez apuntó su teleobjetivo al penal y la reacción fue una lluvia de balas de metralleta. Finoli fue herido en la espalda. Debieron custodiarlos hasta el Hospital Santa Teresita.

Los periodistas se quejaron ante el general Ignacio Betti, jefe militar de la zona, por la poca libertad de trabajo.

 “¿Esto es Vietnam?, desafió uno.

 “Sí, es Vietnam, acá tampoco hay garantías para los periodistas”, respondió el militar.

Volanta, tìtulo y bajada: Concurrida audiencia en el juicio por la masacre de Trelew/ El último mensaje de Mariano Pujadas en el relato emocionado de Héctor Pepe Castro/El dueño de LU 17 se quebró al recordar la madrugada que los padres del fusilado vieron su mensaje grabado por Canal 3. Los militares la buscaron pero esa cinta desapareció para siempre. Dijo que los presos quedaron conmovidos cuando supieron que los llevaban a la Base Zar.

Fuente: Diario Jornada, Trelew, 27/6/12.