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EL DÏA QUE VOLVIÓ PERÖN

Analista político con mirada aguda sobre los hechos que subyacen al margen de las formalidades del poder, cuenta con detalles aquí el día del retorno de Perón después de casi 18 años de exilio. Y lo cuenta como si él  hubiera estado en la calle. Bueno, sí, estaba. Como siempre. 

Por Carlos Eichelbaum

Pese a algunas provocaciones verbales del propio jefe del momento de la dictadura militar, Alejandro Agustín Lanusse, y pese a normas electorales armadas en su contra, Juan Domingo Perón dio el gran golpe estratégico.

El 17 de noviembre de 1972 volvió al país tras casi 18 años de exilio y proscripción, como fruto de uno de los procesos de mayor movilización popular de la historia argentina, en masividad y amplitud metodológica, para romper la estrategia de continuidad del "partido militar" y sus aliados civiles.

Y, montado en esa acumulación de poder social, para preparar el camino del regreso al poder del que había sido desalojado por las armas en 1955.

No fue otra la causa de la respuesta aterrorizada del gobierno a la movida de Perón. La represión a la marea humana que trató de llegar a pie hasta el aeropuerto para recibirlo, la reacción de ocupar y alambrar Ezeiza como si se tratara de una guerra, y el intento desesperado e inútil de confinar a Perón en el aeropuerto.

Las bases históricas del peronismo, el movimiento obrero, y masivos sectores de jóvenes de la misma clase media que siempre lo había combatido, habían protagonizado en esos años la pelea "Por el retorno incondicional de Perón y el pueblo al poder", ese proceso simbolizado en la consigna del "Luche y vuelve".

Aquel 17 de noviembre, la composición de los cientos de miles de personas que intentaron movilizarse hacia Ezeiza para recibir a Perón reflejaba esa convergencia.

Bajo una lluvia por momentos torrencial, columnas de trabajadores sindicalizados en las distintas corrientes del movimiento gremial, o agrupaciones que se reivindicaban ortodoxas, como el Comando de Organización, Guardia de Hierro o el Frente Estudiantil Nacional, se mezclaban con el activismo de las organizaciones de la Juventud Peronista de las Regionales, la estructura de superficie ligada a la organización político—militar Montoneros, con su brazo sindical, la Juventud Trabajadora Peronista, y sus expresiones estudiantiles, la Juventud Universitaria Peronista y la Unión de Estudiantes Secundarios.

También estaban en la calle el Peronismo de Base y las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), otro sistema de relación entre el trabajo de base barrial y fabril y la lucha armada más enraizada con la historia del "peronismo revolucionario" de los años 60. O sectores provenientes de la izquierda, como los guevaristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Con contradicciones potencialmente incendiarias entre sí, como lo demostrarían las etapas ulteriores del proceso, esos sectores habían generado en el país el clima de resistencia y jaqueo al régimen militar que posibilitó la vuelta del General. Aunque también jugaron su papel la mayoría de los partidos tradicionales, con la Unión Cívica Radical a la cabeza, y algunos grupos del empresariado nacional industrialista, para los cuales la conflictividad social, las indecisiones de la política económica del gobierno de facto y la intención de la cúpula militar de inventar una "cría" partidaria de rostro democrático, implicaban obstáculos para sus propios proyectos.

De hecho, desde hacía dos años los operadores de Perón en el país habían negociado con los radicales, los desarrollistas, los democristianos, los demoprogresistas, los conservadores populares y algunas otras fuerzas la constitución de la Hora del Pueblo, como un polo civil de presión a favor de una salida democrática.

En febrero de 1972, Perón precisaba su estrategia en el frente partidario con la constitución del Frente Cívico de Liberación Nacional, FRECILINA, una alianza formal del justicialismo con el desarrollismo del MID, los conservadores populares, y los socialistas populares.

Los tiempos previos al retorno fueron una sucesión de hechos conmocionantes, iniciada con el Cordobazo de mayo de 1969 que limó el poder del primer jefe del régimen militar, Juan Carlos Onganía.

El retorno tuvo, como antecedente inmediato, en agosto, primero el motín y fuga de varios de los principales dirigentes de las organizaciones armadas del penal de Rawson, de máxima seguridad. Y apenas unos días después, la muerte de 16 de los 19 guerrilleros protagonistas de la fuga que no habían podido escapar a Chile y se habían entregado a la Marina.

Aunque la excusa oficial fue un nuevo intento de fuga desde la base aeronaval de Trelew, pocos argentinos dudaron que se había tratado de un simple fusilamiento.

Cuando Perón emprendió el vuelo chárter hacia Buenos Aires, terminó de destrozar el diseño de Lanusse de una salida institucional controlada, el Gran Acuerdo Nacional, cuyo eje consistía en consagrar un "peronismo sin Perón". La iconografía del retorno ya es un clásico de la política argentina.

Las fotos de un Perón protegido de la lluvia, apenas descendido del avión, por un paraguas sostenido a un tiempo por el jefe de la CGT y figura paradigmática de la patria metalúrgica, José Ignacio Rucci, y por el secretario general del Movimiento Peronista, con buenas relaciones con Montoneros, Juan Manuel Abal Medina, eternizaron lo que fue, seguramente, el último episodio de unidad forzada del peronismo.

Un peronismo que desde hacía años se había convertido en un espacio enorme pero de límites imprecisos, que cobijaba proyectos e intereses crecientemente contradictorios y ya, en muchos casos, abiertamente enfrentados entre sí. La unidad forzada duró, a regañadientes, los 27 días durante los cuales Perón permaneció en la Argentina y trasladó el centro de las decisiones políticas nacionales a su casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López.

"La Casa Rosada cambió de dirección,/está en Vicente López por orden de Perón", cantaban los militantes de la JP que rodeaban aquella casa.

Mientras tanto, Perón terminaba el armado del frente civil que forzaría el cómo de la salida institucional, para lo cual llegó a fundirse en el famoso abrazo con un antiguo y tozudo enemigo, el jefe radical Ricardo Balbín. Y ajustaba los tantos hacia adentro del peronismo, con el proceso de resolución de la candidatura presidencial de la fuerza.

El 13 de diciembre, un día antes de volver a España, Perón había dejado atada la candidatura presidencial de su delegado personal en la Argentina, Héctor Cámpora, el preferido de los sectores juveniles y combativos del peronismo, contra las aspiraciones de los sectores sindicales de colocar en ese lugar a Antonio Cafiero.

Perón se fue de la Argentina seguro de que tenía el control de la dinámica política nacional en sus manos.

Seguramente partió con menores ilusiones sobre su capacidad de cohesionar internamente a todos los sectores que se reclamaban contenidos bajo su liderazgo.

Los meses siguientes, los años siguientes, hasta el golpe militar de marzo de 1976, serían los de la historia de ese desencuentro, agravado por la muerte de Perón el 1? de julio de 1974.

Volanta, título y bajada: A 30 años de un acontecimiento histórico: el retorno después de casi 18 años de exilio y proscripción/ El día que volvió Perón y empezó a escribirse otra historia / Fue el 17 de noviembre de 1972. El presidente Alejandro Lanusse había dicho que Perón no volvía porque "no le da el cuero". El peronismo inició así su retorno al poder.

Fuente: Clarín, 17/11/02.