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PRENSA, OPOSICIÓN Y JUSTICIA, EN 1947

Pasaban cosas pesadas. Lugar, conflicto y derivaciones de una dura puja entre Gobierno y la oposición, prensa y Justicia son un tanto familiares. Fue aquí hace sesenta y cinco años. Primera presidencia de Perón. Perón contra todos. Vayamos hacia allá para ver y también comparar.

Por Armando Vidal

Si algo acertó Clarín en su momento fue sostener que con la muerte de Néstor Kirchner la política había perdido a un gladiador que negociaba. Lo dijo con otras palabras pero lo dijo y lo repitió más de una vez. Presentía que Cristina, sola, sería más Cristina que antes.

No se equivocó.

Escribió Edi Zunino (1) que Néstor era el sustantivo y Cristina el calificativo, según síntesis que atribuyó a una buena fuente, seguramente muy cercana en un momento a ambos. Quizás puerta por medio.

Y, sí, la materia pesa y es tangible. La ideología y sus prejuicios, no. Y Cristina, guste o no, es peronista, con raíces en el viejo peronismo, ese que fue reivindicado en los setenta por muchos hijos de la vereda de enfrente y también por muchos hijos de la misma vereda de sus padres.

Antes que termine el centenario de la ley Sáenz Peña que llevó al radicalismo y luego al peronismo al gobierno, veamos lo que pasaba en 1947 y los puntos de contacto con el presente.

Mal venía la relación con los radicales y conservadores antiperonistas.

Mal, de entrada porque cuando Juan D. Perón asumió su primera magistratura el 4 de junio de 1946, los radicales ni siquiera fueron a la Asamblea Legislativa.

Un desplante desconocido en los antecedentes registrados desde 1916 y que, además, nunca volvería a repetirse.

Encima eran de una dura contundencia con las palabras, tanto como los peronistas lo eran con los hechos.

En esos días inaugurales, el radical santafesino Ernesto Sanamartino vomitó la tristemente famosa frase de “aluvión zoológico” al pretender describir al pueblo votante del 24 de febrero de 1946 que, por solo unos 300 mil sufragios, había vencido a la fórmula de la Unión Democrática (Tamborini-Mosca, ambos radicales).

“Adulones y serviles” había llamado en junio de 1947  el también radical Silvano Santander al bloque peronista que se oponía a una investigación de una presunta corrupción en el ministerio de Economía que concernía específicamente a su conductor, Miguel Miranda.

En 1946, en base a un proyecto del diputado peronista Rodolfo Decker, presidente de la bancada, el oficialismo había aprobado el juicio político a cuatro de los cinco miembros de la Corte Suprema de Justicia.

No era una acción carente de fundamento político.

La Corte había jugado en el proceso previo a hacerse cargo del poder para supervisar la salida electoral que ya había convocado Edelmiro Farrell, en armonía con el hombre fuerte del régimen en esas horas, el general Eduardo Avalos, jefe de Campo de Mayo y ministro de Defensa. Lo impidió el 17 de Octubre, consumado como respuesta a un llamado previo del propio Perón antes de ser llevado preso a la isla Martín García.

Un llamado por la cadena nacional (solo radios para la época), cuyo uso le había sido autorizado por Farrell.

Perón les dijo a los trabajadores que avecinaban tiempos difíciles y que debían prepararse para defender las conquistas gremiales que gracias a él y su amigo, también militar e hijo de un maquinista ferroviario, Domingo Mercante, habían significado el verdadero cambio incorporado por la revolución del 4 de junio de 1943 contra la rosca conservadora que había atravesado toda la luego llamada Década Infame, tras el golpe al radical Hipólito Yrigoyen, el 6 de septiembre de 1930.

Golpe que la Corte reconoció y que fue uno de los argumentos del juicio político.

Los trabajadores, ese 17 de octubre de 1945, cumplieron plenamente con Perón y su obra. Y la Plaza cambió el curso de los hechos.

Entonces, encomendado por Perón, un joven que había sido secretario privado de Mercante en la secretaría de Trabajo, organizó contra viento y marea –y sobre todo contra el calendario- al partido Laborista en todo el país, estructura sobre la cual se sostuvo la fórmula Perón-Quijano y que controlaba un dirigente sindical combativo: Cipriano Reyes.

Tarea la de Decker realizada en días, en tiempos en que para hablar por teléfono había que girar una manivela y pedir número a una operadora.

Perón lo premió con la banca de diputados y, encima, con la presidencia del bloque. Decker se dejó los bigotes para impresionar mejor a pares, en especial a esos compañeros, que tenían la edad de su padre.

El cordobés Raúl Bustos Fierro lo acompañó en la fundamentación del proyecto en el recinto (2).

La oposición se tiraba de los pelos porque los peronistas se habían metido nada menos que con la Corte. Y en 1947, el Senado removió a los cuatro sentenciados, luego de un proceso con debida defensa incluida. Solo quedó un miembro del alto tribunal cercano a la Iglesia.

Todo 1947 tuvo grandes tenidas por el papel de diarios, cuya importación estaba siendo recortada por razones de economía, según el gobierno, o de censura a la libertad de prensa, según la oposición.

Los conservadores que se habían hecho peronistas y que tenían una herencia de viejos pleitos con los radicales estaban de parabienes. Varios de ellos transforman hoy en un mojigato al diputadol ultraverticalista K Carlos Kunkel. Ejemplo, el diputado José Emilio Visca, periodista, presidente de una comisión investigadora que allanó diarios (entre ellos Clarín) y cerró diarios a granel.

En esa Cámara estaba Cipriano Reyes, 40 años, líder del sindicato de la carne, el hombre de Berisso, que escribió un libro cuyo título decía de lo que se ufanaba: Yo hice el 17 de Octubre.

Era un amante de la literatura y del sindicalismo, en el que ganó altos cargos y nunca cobró un peso, lo cual era habitual por entonces. Petiso corajudo que aspiró a más pero que a poco de andar terminó siendo un duro enemigo de Perón. Precisamente, en julio de 1947, se salvó de un atentado en el que murió de un tiro de 45 el taxista que lo llevaba a poco de salir de su casa en La Plata. Sufrió torturas y estuvo preso hasta 1955.

* Diferencias con ese ayer

Cuando Néstor Kirchner llegó al gobierno, los grandes holdings de medios ya estaban consolidados, incluso con la ayuda de fuerzas políticas que habían sido víctimas de sus intereses y caprichos.

Con ninguna capacidad de tolerancia a las críticas periodísticas –y menos aún a las que son parte de una estrategia de exclusiva defensa de sus intereses particulares- ni él ni Cristina Kirchner cerraron medios. Obviedad que hay que marcarla con relación al pasado. Nada de eso. Ella le contesta y le da el gusto a Clarín que le marca la agenda de sus enojos.

La Presidente anunció ante la Asamblea Legislativa del 1º de marzo de 2009 que remitiría al Congreso un proyecto de ley de medios audiovisuales y lo hizo. Antes del recambio de legisladores de ambas Cámaras con el resultado adverso en las elecciones de ese año, el Congreso aprobó la ley en octubre que más de tres años después seguía en suspenso ante la resistencia de Clarín, casi la razón excluyente que había evidenciado la necesidad de esa norma. Comprensible es la resistencia en defensa propia que hace el Grupo. Menos comprensible es el papel de los radicales.

El ex kirchnerista Hugo Moyano se había transformado un furibundo anti K, al estilo de Cipriano Reyes y no de Augusto Timoteo Vandor, como lo comparó erróneamente el senador Aníbal Fernández, un quilmeño calentón propio de los años cuarenta.

Moyano hace paros, se junta con sus ex enemigos y sus camiones parecen integrar la flota de Clarín cuando antes estaban al servicio de otras causas. Muy distinto fue lo que tuvo que enfrentar Cipriano, fallecido en el olvido a los 95 años.

Los medios oficialistas apañados hoy por el Gobierno no han tenido la suerte de El Mundo, Mundo Deportivo, Mundo Infantil  y otros productos de la editorial Haynes, en manos de aquel peronismo. Pero al menos publican lo que Clarín omite, retuerce o interpreta a su favor.

Entre aquello y esto, las afinidades están separadas por la experiencia compartida por el propio Perón al decir con una sonrisa que cuando teníamos los diarios a favor, nos echaron; cuando teníamos los diarios en contra, volvimos.

Claro que ahora son los diarios, más otros diarios, más la televisión,  cables, radios...demasiado poder.

Cualquiera sea el desenlace y más allá de que las perspectivas aparecían favorables al diario, Clarín no volverá a ser el mismo.  De la guerra nadie vuelve indemne.  

(1) Patria o medios. La loca guerra de los Kirchner por el control de la realidad, Ed. Sudamericana, 2009.

(2) El autor conoció y trató a Decker y Bustos Fierro en los setenta. A Decker lo reencontró muchos años después, motivo de sus reportajes realizados para Clarín y que pueden verse en esta página.

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