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EXODO JUJEÑO, 23 DE AGOSTO DE 1812

El Ëxodo de Jujuy, del 23 de agosto de 1812, puede verse como la primera parte de una acción concreta y contraria a la voluntad de Buenos Aires del Gral. Manuel Belgrano que continuaría con la Batalla de Tucumán, 24 de septiembre de 1812 y la Batalla de Salta, 20 de febrero de 1813. Aquí, un enfoque concreto, con el bando del ilustre, valiente y querido porteño y la evocación anual del Ëxodo, con sus archivos perdidos y la Bandera creada, maltratada y recuperada.

Por Ariadna Tabera

Jujuy fue escenario de batallas de la Guerra de Independencia, entre 1810 y 1813 (Bidondo, 1980), que buscaban la defensa y auxilio a los pueblos del interior de la invasión realista y la expansión de las ideas revolucionarias (Paleari, 1992).

Luego de haber estado defendiendo las costas del Paraná de los españoles, donde izara la bandera por primera vez en febrero de 1812, Belgrano recibió órdenes de ponerse al frente del Ejército del Norte.

Ya en Jujuy, para el aniversario del 25 de mayo, protagonizó una segunda desobediencia al presentar la bandera de su creación, bendecida en ese momento por parte del deán de la Iglesia Matriz, Juan Ignacio Gorriti (...).

El ejército, unos 800 hombres, venía de la derrota de Huaqui que tuvo como consecuencias políticas directas la retirada de las tropas hacia Salta -donde Belgrano reemplazara a Pueyrredón- y la precipitación de la Junta Grande.

Los soldados estaban desmoralizados, sin armas, en pésimo estado de salud por los estragos que hacía el paludismo y la deserción era altísima.

Asimismo, la población civil vivía una situación compleja: por un lado, la cercanía al Perú y la poder descomunal de los realistas, les hacía temer por su seguridad, ya que cualquier represalia se haría directamente sobre el norte y no contaba con posibilidades de hacerles frente organizadamente.

A la vez, la desconfianza acerca del manejo político sobre el puerto, las características del proceso revolucionario, las diferencias culturales con Buenos Aires, teñían las consideraciones de los pobladores.

A lo que se sumó la existencia de simpatizantes de los realistas (ver alusión en el Bando).

Que serán tenidos por traidores a la Patria todos los que a mi primera orden no estuvieren prontos a marchar i no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase, condición que fuesen. … (Grl. Manuel Belgrano) (1) Don Manuel Belgrano, Jeneral en Jefe del Ejercito Auxiliar al Alto Perú.
Pueblos de la Provincia: ... Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo i de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres trayéndoos las armas de chispa, blancas i municiones que tengáis o podáis adquirir...
Hacendados: Apresuraos a sacar vuestros ganados vacunos ,caballares, mulares i lanares que haya en vuestras Estancias, i al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que os sean dolorosas, declarándoos además si no lo hicieseis por traidores a la patria.
Labradores: Asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que aquellos.
Comerciantes: No perdáis un momento en enfardelar vuestros efectos i remitirlos, e igualmente cuanto hubiere en vuestro poder de ajena pertenencia pues no ejecutándolo sufrireis las penas que aquellos i además serán quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere i a quien pertenezcan....
Que serán tenidos por traidores a la Patria todos los que a mi primera orden no estuvieren prontos a marchar i no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase, condición que fuesen. 
No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la Patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, i los desnaturalizados obedecerán ciegamente i ocultarán sus inicuas intensiones.
Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, i que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto.
Cuartel jeneral de Jujuy 29 de Julio de 1812.

Por lo tanto, Belgrano tenía por delante una tarea difícil, reorganizar ese ejército, abastecerlo, disciplinarlo para la lucha y preparar a la población. Las dificultades eran muchas en contraste con las condiciones del ejército realista que bajaba desde Perú, al mando de Goyeneche y Tristán, con 3000 hombres.

La imposibilidad de enfrentarlos hace que la táctica de la retirada en masa y la destrucción de todo, sean la única salida. La dureza de los términos del famoso Bando demuestra la complejidad de la situación, ayuda a dimensionar las dificultades a las que se enfrentaba Belgrano y la dura renuncia de un pueblo.

El Exodo de 1812 es uno de los cuatro registrados, aunque se supone que hubo nueve en total, de los cuales se conserva registro escrito sólo de los primeros.

En enero de 1814 poblaciones de la Puna emigraron hacia los cerros, bosques e incluso a Tucumán ante una nueva invasión. En junio de ese mismo año, huyeron a Tarija, aunque llegaron a Huacalera y pudieron volver. Hacia fines de 1816 o principios de 1817 ocurrió otro fenómeno del mismo tipo.

El Exodo es factor fundamental en la telaraña táctica diseñada por Belgrano para derrotar al realista; única salida frente a la desprotección y al horror de la invasión; fuente de heroísmo y renunciamiento, una de las formas para salvar el pellejo, ya fuera porque se temiera a los españoles o a las represalias de Belgrano.

Y aún así está documentado que no todos los pobladores huyeron a Tucumán, algunos se escondieron en sus fincas y luego volvieron para entregar el Cabildo. E incluso llegaron a formar parte del “gobierno traidor” posterior (Paleari, 1992).

Este hecho histórico es fundacional para Jujuy, para delinear su propia identidad, la fortaleza y la renuncia, la voluntad y el patriotismo, basados en el sacrificio.

Por eso su recreación año a año es tan importante; por eso la gente se vuelca masivamente a las calles para ser parte de la Marcha Evocativa (y patriótica).

Al atardecer del día 22 de agosto, las calles de Jujuy dejan ver las sombras de una caravana triste.

Manuel Belgrano abre la marcha, acompañado de José Ignacio Gorriti.

Los siguen familias enteras, llevando las pocas cosas que pueden en sus carretas; gente de a caballo, otros irán a pie.

A la orilla del Río Chico se despiden del pueblo y después de asegurarse que se ha quemado todo lo que puede ser útil al enemigo, parten hacia Tucumán, acicateados por las palabras de Belgrano, que asustan, amedrentan y llaman al sacrificio.

Cada Marcha Evocativa ritual pone en escena la imagen colectiva del éxodo –en un efecto de retroalimentación producido por la canonización del momento desde la historia y por la necesidad de esa memoria colectiva-, con personajes (Belgrano, Gorriti), con vestuario adecuado para la ocasión, con elementos de escenografía (las carretas, los caballos).

Se podría hablar de una serie de momentos en el ritual:

1. Marcha/desfile. El desplazamiento de la caravana por las calles es el inicio de la ceremonia. Está acompañada por la presencia de público a lo largo de todo el recorrido, que homenajea a los personajes con sus aplausos. De la marcha participan personajes importantes de la sociedad jujeña . La marcha se detiene en el Puente Lavalle, donde se concentra la mayor cantidad de público.
2. Lectura. En el puente es donde se pone en escena la segunda parte de la ceremonia, la lectura del Bando que Belgrano dirigiera a los jujeños. Esa lectura, que a lo largo de los años, de las representaciones, se ha convertido en casi la oración del ritual, que el pasado 22 de agosto fue repetida hasta el cansancio.
3. Quema. La quema justo antes de la partida es el núcleo simbólico de la ceremonia, el clímax, porque representa la voluntad de sacrificio del pueblo. Es la destrucción de todo, la imposibilidad de volver atrás. Es, además, la parte más espectacular de la ceremonia y la que pone en evidencia de una manera eficaz el sacrificio de esa gente.
4. Partida. Una vez que todo se ha destruido, ya no queda más camino que el que lleva a Tucumán, al abandono, a la entrega. El cierre es triste, casi desesperanzado. El recitado repetitivo del Bando belgraniano, acompañado por algún otro texto elegido, ayuda a la ambientación ritual, que acompaña la acción de la quema. Produce la vuelta hacia ese tiempo mítico, illo tempore, en que se realizó el éxodo que se conmemora. Y que recuerda las acciones de rituales de diversas civilizaciones, que se relacionan con esta ceremonia, a pesar de las diferencias, salvando esas diferencias. Pensemos en la ceremonia akitu del Año Nuevo Babilónico, donde se recitaba solemnemente y varias veces el poema Enuma elish de la Creación, que hablaba del tiempo de Marduk. Formaba parte de la reactualización del combate entre Marduk y el monstruo Tiamat, que tuvo como consecuencia la creación del Cosmos a partir de los pedazos destrozados del monstruo. En los ritos, se representaba ese combate a través de una lucha entre dos grupos de figurantes (Eliade:70, 1952). En estas ceremonias el acontecimiento mítico estaba presente: el combate, la victoria y la creación ocurrían en ese mismo momento. En cuanto a los participantes de la recreación del Exodo, a veces familias enteras dentro de una carreta, amigos de a caballo, vestidos con atuendos considerados “típicos” de la época, buscando la ambientación adecuada para sus carretas, reviven la huida de sus ancestros.

El tiempo que se recrea es el del origen de la identidad de un pueblo, reactualizado a través del rito de la marcha que se realiza una vez al año, en el día y la hora aproximada en que tuvo lugar.

La destrucción de todo y la huida como modo de refundar la ciudad, símbolo de la propia identidad. El sacrificio y la entrega de este pueblo son los pilares de la derrota del realista.

En ese origen identitario está la renuncia, la voluntad de entrega, el sacrificio, constituidos como aspectos fundamentales de la jujeñidad.

En este sentido, es importante ver que no se conmemora, no se revive la vuelta de esos jujeños a su pueblo, el recomienzo, sino sólo su huida y las consecuencias de ese éxodo para la construcción de la Patria.

Participar no es sólo mostrar los caballos o exhibirse en el desfile, es ser parte de aquellos que se sacrificaron por la Patria, es revivir ese momento.

Para los espectadores, es imaginar la entrega y la voluntad de aquellos jujeños. Volver a ser parte de un pasado que está vivo.

* La Bandera que nos legó

En Jujuy Manuel Belgrano hizo jurar bendecir la bandera por primera vez, el 25 de mayo de 1812. Luego de lo sucedido en el éxodo, la obsequió a este pueblo jujeño para que la conserven con el honor y el valor que habían manifestado los dignos hijos de esta ciudad.

Fue preparada sobre una tela blanca y le hizo pintar el sello de la Asamblea General Constituyente. Posiblemente desde ese momento el escudo pasó a revestir la investidura de símbolo nacional.

Para confeccionarla, Belgrano le compró a Francisco Gabriel del Portal seis varas de raso por las que pagó el día 24 de mayo, 34 pesos y cuatro reales, y por pintar el escudo Juan Balsera recibió 25 pesos, cuatro días después.

Esto se encuentra registrado en documentos que se conservan en Tucumán, como consecuencia de los éxodos jujeños que también significaron el traslado de documentación del Cabildo.

Para guardar la insignia se eligió el Cabildo, de acuerdo a lo manifestado en el Acta Capitular del 29 de mayo de 1813.

Sin embargo, éste no fue el emplazamiento definitivo de la enseña.

De acuerdo a las investigaciones de Ricardo Rojas, la bandera fue trasladada a la Iglesia Catedral, donde permaneció hasta mediados del siglo XIX. Fue en ese momento que algunas mujeres advirtieron que se encontraba en un pésimo estado de conservación debido a que el agua de lluvia que se escurría por las ventanas la había dañado y ensuciado, a la vez que se había convertido en nido de algunas aves.

Un grupo de personas interesadas en rescatarla y rendirle homenaje le construyeron una urna y una lápida conmemorativa, para lo cual cortaron los extremos dañado y le dieron la forma que hoy tiene.

El último hogar de la bandera es hoy el Salón Dorado o Salón de la Bandera, en la Casa de Gobierno de Jujuy, construida en 1921.

* Archivos perdidos

La retirada consistió no sólo en la evacuación de la población y sus enseres con carretas, la fundición de armas, la confección de ropas para la tropa, el levantamiento de las cosechas, sino también el traslado de los archivos documentales, los registros del Cabildo, en cajones de cuero y madera, hacia Tucumán.

En 1816 se puso en marcha una investigación oficial acerca del destino de esos archivos trasladados junto a alhajas y bienes de propiedad pública de las ciudades de Salta y Jujuy, o de particulares.

Sobre esto se conservan en el Archivo Histórico una serie de documentos legales acerca de las actuaciones llevadas a cabo y sus resultados.

La investigación en Tucumán se asignó a los edecanes Juan de la Cruz Piedra y Pedro Roca Buena, quienes un mes después comunicaron a los diputados Anchorena y Gascón, comisionados por el Congreso, que habían realizado las recorridas estipuladas en “tiendas pulperías y otros lugares públicos”, resultando de ello la recuperación de diversos papeles, que fueron vendidos a terceros (y se detalla una lista del tipo de documentos, precio y nombre del comprador y vendedor) por parte de un tal Manuel Paredes, nombre que surge de la indagación de aquellos que tenían en su poder papeles oficiales.

Paredes había residido en la casa de José Ayala (Tucumán), quien manifestó a los edecanes que hallándose de ministro tesorero de esta caxas en tiempo de la ultima retirada del Exodo (...), recibio como tal ministro muchas cosas, y expecies de diversos generos que succecibamente traian las carretas, sin guiar ordenes, oficios, ni documento, que acreditare las conducciones de parte de ningun xefe ni oficina: que entre los diferentes caxones, enboltorio y baules que recibio en la forma dicha, sin saber aquien perteneciere, ni lo que contenian.

También dijo que le había entregado todo al ministro Pedro Antonio Ceballos, aunque no se realizó ningún tipo de inventario de la entrega. Luego de lo cual, Ceballos trasladó las cajas a la casa de Antonio Terri.

El mismo Ayala aclaró que un cajón con documentación quedó en su casa, sin entregar, y que él había viajado, dejando a cargo de todo a su padre, José Domingo Ayala, durante tres meses.

La versión de Paredes indica que un día se internó en un cuarto interior de la casa de Ayala, que servía de cocina, donde estaba una criada llamada Eugenia, a quien le preguntó por la utilidad de los papeles que allí había. Ella respondió que le servían para limpiar platos y otras cosas, por lo que él tomó una cantidad de ellos y los fue vendiendo a precios ínfimos.

Paredes vendió los papeles a distintos personajes que los devolvieron al Congreso con motivo de la investigación.

En el destino de estos papeles aparece Tomás Eliot, irlandés, con cuatro años de residencia en Tucumán, quien declaró que obtuvo los documentos de una chanza que le hizo a Paredes, un día en la esquina de José Rexis.

Paredes traía bajo el brazo y el capote un envoltorio con algunos de estos documentos, que puso sobre el mostrador de la tienda de Rexis.

Sin que Paredes lo advirtiera le quitó una porción de ellos, para burlarlo y para ver si los echaba de menos. Como éste no dijera nada, los conservó hasta su entrega. Un espacio aparte merece el destino de las reliquias religiosas de Salta y Jujuy, los bienes públicos de ambas ciudades, para poder ver con más claridad nuestra propia historia.

Bibliografía
Bidondo, Emilio (1980). Historia de Jujuy. Plus Ultra. Buenos Aires.
Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno. 1952. Emecé. Buenos Aires.
Diario Pregón, Suplemento especial. 23 de agosto de 2004.
Paleari, Antonio (1992). Jujuy. Diccionario General. Gobierno de la Provincia de Jujuy. Jujuy.

Volanta y título: Exodo Jujeño/ El ritual de la identidad de un pueblo

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