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1944: PERÓN CONTRA EL AGIO, LUCHA DE SIEMPRE

A mediados de 1944, Perón se perfilaba como el hombre fuerte de la Revolución del año anterior. Aquí, como secretario de Trabajo, plantea el problema de la suba de precios y anuncia la ley  -existía pero no se la aplicaba- con la cual se la iba a combatir. 

Por Juan Domingo Perón

El Gobierno de la Revolución (NdE: Revolución de 1943) utiliza en esta oportunidad, como en todas aquellas que el estado de legislación permite, las disposiciones promulgadas con anterioridad a su advenimiento.

Pero entendedlo bien, utiliza las leyes aplicándolas; las utiliza, no para buscar la interpretación que capciosamente podría dárseles para encontrar la forma de incumplirlas.

Y he de aclarar más todavía más: no usaremos jamás las leyes argentinas, no aplicaremos jamás una medida legislativa de nuestra Patria; no interpretaremos jamás el más breve artículo de nuestros Códigos en forma que pueda olvidar o desconocer, ni disminuir siquiera, un derecho legítimo ya reconocido al trabajador.

En esta trayectoria tan firmemente trazada y serenamente seguida, el Gobierno ha exhumado la ley 12.591 que reprime la especulación y el agio y trata de evitar los encarecimientos injustificados del precio de las cosas.

La ha exhumado para darle nueva vida e infundirle el calor del alma popular que le faltaba.

No diré yo que no se hubiese hecho aplicación de ellas, pero sí puedo afirmar sin temor a equivocarme, que habían merecido atención más preferentes los productos que demandan las grandes organizaciones económicas que aquellos otros más modestos que el pueblo necesita adquirir por la mañana, por la tarde o por la noche de modo indispensable y que no puede recurrir a los préstamos bancarios para solucionar los terribles problemas que le crea su lucha por la vida.

Los artículos de consumo de primera necesidad son materia de poca monta para la mayoría de los economistas. Cuando aquellos géneros salen de los grandes depósitos, de las grandes concentraciones y de los grandes mercados; cuando pasan a constituir un problema de puertas adentro del hogar obrero, cuán pocos han sido los nombres de ciencia o de gobierno que han querido realizar las vicisitudes y amarguras que comporta llegar a conocer lo que realmente cuesta un kilo de pan a quienes para vivir sólo cuentan con el fruto de su trabajo.

La ley 12.591, de precios máximos y control de abastecimiento, frecuentemente era olvidada cuando se traba de producir un beneficio directo e inmediato al auténtico pueblo de la Repúlica, a pesar de que durante años y años se ha intentado mantener despierta la atención de los gobiernos mediante la publicación mensual de los índices del costo de la vida.

Resultaba más cómodo ignorarlos (…).

Una doble finalidad tiene la reunión del día de hoy.

En primer término para exponeros, con la mayor claridad, las orientaciones que sustento respecto al costo de la vida, precios y salarios, factores que entran en primera línea a integrar al complejo económico nacional.

En segundo lugar os he llamado para que me ayudéis a ganar la batalla que comienza contra el alza injustificada de los precios (…).

Exhorto a los dirigentes gremiales, a los presidentes de las comisiones de fomento, cooperadoras escolares y demás entidades caracterizadas que aspiren al honor de colaborar en esta obra común a que remitan, a la mayor brevedad, separadas por secciones de Policía las listas de sus asociados que estén en condiciones de prestar su concurso. Estas listas deben indicar: nombre, apellido, domicilio, profesión y número de la cédula de identidad o libreta de enrolamiento, a los efectos de extender las credenciales necesarias.

A la entrega de la credencial se comunicarán las instrucciones precisas a que cada cual deberá ajustar su actuación.

De esta manera, creo, que se habrá dado la satisfacción debida a las aspiraciones tantas veces manifestadas de tener intervención directa el pueblo en un asunto que tan vitalmente le interesa. (…)

No permitiremos una igualdad económica arrastrando hacia abajo, porque ello es contrario a la naturaleza humana y al propio ser de las cosas.

Pero tampoco permaneceremos impasibles ante el acaparamiento de mercaderías ni el amontonamiento monstruoso de dinero porque estamos convencidos de que la finalidad económica de un país no ha de ser el lucro sino la satisfacción de todas las necesidades de todos sus habitantes. (…)

(*) Tramo del discurso del 31 de julio de 1944 sobre los precios máximos y el problema de la carestía de la vida.

Fuente: Mensajes del Coronel, Ed. Pequén, Nov. 1984, Pags. 54/60, con compilación y prólogo del  senador justicialista Oraldo Britos en su primer mandato (1983/1986), reelegido luego hasta 1995..

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