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NO FUE UNA CONQUISTA, FUE UNA OCUPACIÓN

La llamada Conquista del Desierto, gobierno de Nicolás Avellaneda (1874/1880), fue la decisión de aniquilar al indio después de la muerte de Adolfo Alsina, ministro de Guerra, con su plan de la impresionante zanja, fortines y tiempo para integrarlo. Flota el caso de los mapuches.

Por Alejandro Justiparan

No es correcto denominar “conquista del desierto” porque el desierto no se conquista, se ocupa; y si encontramos pueblos que lo habitan, contra los que se lucha, no se trata de un desierto. Denominarlo de esa manera equivale a negarle la condición de humanos a aquellos que lo poblaban.

Hacia 1870 los habitantes originarios de la región de La Pampa y la Patagonia argentina eran unos treinta mil. Al finalizar la invasión se los despojó de su tierra y se las incorporó al territorio nacional.

¿Por qué?

 “Los primeros gobiernos patrios, envueltos en permanentes luchas externas e internas, sólo efectuaron campañas militares sobre tierras indígenas cuando la creciente expansión ganadera comenzó a exigir la ampliación de las fronteras productivas, pero el interior patagónico seguía siendo dominio indiscutido de los grandes caciques (…) Pero en la segunda mitad del siglo XIX, las condiciones mundiales cambiaron y el país se insertó más decididamente en un mercado internacional que día a día aumentaba la demanda de materias primas y alimentos. La ampliación de las fronteras productivas se convirtió entonces en una necesidad ineludible del sistema (…) A la expansión del país en el marco del capitalismo dependiente, le correspondió el crecimiento del poder estatal como necesaria instancia articuladora de la sociedad civil. Esto derivó en la urgencia de conformar un sistema de dominación estable que permitiese imponer el “orden” y asegurar el “progreso” con la preservación del sistema”. [1]

En este texto de Susana Bandieri pueden apreciarse dos aspectos centrales y complementarios de la formación de la Argentina: el económico, en tanto permitió la incorporación de nuevas tierras en las cuales producir alimentos y materias primas para exportar, y el político, porque el territorio y la dominación efectiva de las autoridades sobre la población son atributos centrales del Estado.

Creado el virreinato del Río de la Plata (1776)  los indígenas que habían resistido a la invasión española, tenían delimitada su frontera con el hombre blanco. El primero que encabezó una expedición hacia estos territorios fue don Juan Manuel de Rosas, quien ante las permanentes quejas de los estancieros acerca de los constantes robos de ganado por parte de los indios, encabezó la primera “conquista al desierto”.

Rosas, que fue gobernador de la provincia de Buenos Aires por primera vez, entre 1829 y 1832,  inició la primera campaña financiada por la provincia y los estancieros bonaerenses en la que combinó la conciliación con la represión. Pactó con los pampas y se enfrentó con los ranqueles y la confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá.

Según un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos Aires a poco de comenzar la conquista, el saldo fue de 3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros y se rescataron 1.000 cautivos blancos. [2]

Tras la caída de Rosas (1852), volvieron los malones [3] y con ellos la preocupación en las ciudades fronterizas y en las estancias.

* ¿Quienes habitaban el "desierto"?

En las Salinas Grandes, ocupando gran parte de la pampa húmeda, entre las actuales provincias de Buenos Aires y La Pampa, se había establecido el más grande cacique araucano, Calfucurá.

Nacido en Lloma (araucania chilena) en 1785, en 1835 se impuso sobre los araucanos de Masallé (La Pampa) y se proclamó “cacique general de las pampas” mientras sometía a todas las tribus del sur.

Inteligente estratega y con una notable capacidad de organización, creó en 1855 la Gran Confederación de las Salinas Grandes, en la que confluyeron las tribus pampas, ranqueles y araucanas.

Al sur de San Luis existía otra poderosa confederación, la de los ranqueles, comandada por los caciques Mariano Rosas, Baigorrita y Pincén.

En Neuquén el liderazgo estaba en manos del tehuelche Saihueque y cerca de la línea de frontera estaban los “indios amigos”, comandados por Catriel y Coliqueo, entre otros.

Los gobiernos porteños trataron infructuosamente de mantener su frontera mediante la política de establecimiento de fortines y tratados por los cuales se otorgaban beneficios a los aborígenes –yerba, tabaco, azúcar, harina, jabón, ganado, alcohol, etc.- a cambio de que éstos se mantuvieran en paz. [4]

Los araucanos eran considerados como el azote de las pampas. Sus incursiones infundían temor en los gauchos y en las milicias en general, por su coraje, su manejo de la lanza y su destreza como jinetes.

En Argentina se los veía entonces como una amenaza chilena, cuando en realidad ellos no pertenecían a esa nación ni a la argentina, sino a la mapuche o araucana, que tenían otra cultura y eran perseguidos por ambos gobiernos (Teresa Eggers-Brass, Historia Argentina, una mirada crítica, 2006).

* La formación del Estado y el territorio

El Estado nacional argentino estaba atravesando un proceso de organización tras el triunfo de Buenos Aires sobre la Confederación en 1862. Dicho proceso se plasmó durante las llamadas Presidencias Históricas o fundacionales.

Su consolidación hacía necesaria la clara delimitación de las fronteras con los países vecinos. En este contexto, se hacía imprescindible la ocupación del espacio patagónico reclamado por Chile durante décadas.

El gobierno de Nicolás Avellaneda, a través del ministro de Guerra, Adolfo Alsina, impulsó una campaña para extender la línea de frontera hacia el sur de la provincia de Buenos Aires. Dicho plan consistía en avanzar la frontera hasta Carhué, por lo que envió expediciones de reconocimiento de la frontera.

El cacique Namuncurá, hijo de Cafulcurá, trató de impedirlo llevando adelante el malón más importante de la historia, en el cual consiguió 500.000 cabezas de ganado. Una vez repuesto, el gobierno llevó adelante el plan de Alsina, levantando poblados y fortines, tendiendo líneas telegráficas y cavando un gran foso, conocido como la Zanja de Alsina, con el fin de evitar que los indios se llevaran consigo el ganado capturado.

El proyecto original planificaba una fosa de 730 kilómetros, pero antes de poder concretarla, Alsina murió y fue reemplazado por el joven general Julio A. Roca.

La política desarrollada por Alsina había permitido ganar unos 56 mil kilómetros cuadrados, extender la red telegráfica, la fundación de cinco pueblos y la apertura de caminos.

El nuevo ministro de Guerra aplicará un plan de aniquilamiento de las comunidades indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática. Favoreció a dicha estrategia una epidemia de viruela que diezmó a los indios, la comunicación brindada por los recientemente instalados telégrafos, la extensión de los ramales ferroviarios y la importación de fusiles Remington. [5]

La primera parte de su campaña se llevó a cabo en 1878 y la segunda al año siguiente.

En un principio fueron enviadas partidas de desgaste, que atacaban las tolderías y poblados indígenas, tomando prisioneros a los caciques más importantes. Cientos de indígenas fueron muertos y miles fueron tomados prisioneros.

La segunda parte estuvo comandada por Roca y fue prácticamente un paseo porque las principales tribus estaban ya aniquiladas. La expedición partió entre marzo y abril de 1879. Seis mil soldados fueron distribuidos en cuatro divisiones que partieron de distintos puntos para converger en Choele Choel.

Las columnas centrales, al mando de los coroneles Nicolás Levalle y Eduardo Racedo, entrarían por la pampa central y ocuparían la zona de Trarú Lauquen y Poitahue.

“El 25 de mayo de 1879 se celebró en la margen izquierda del Río Negro y desde allí se preparó el último tramo de la conquista. El 11 de junio las tropas de Roca llegaron a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. Pocos días después, el ministro debió regresar a Buenos Aires para garantizar el abastecimiento de sus tropas y para estar presente en el lanzamiento de su candidatura a presidente de la Repúblicapor el Partido Autonomista Nacional. Lo reemplazaron en el mando los generales Conrado Villegas y Lorenzo Vintter, quienes arrinconaron a los aborígenes neuquinos y rionegrinos en los contrafuertes de los Andes y lograron su rendición definitiva en 1885”. [6]

* Consecuencias

En seis años habían muerto más de 2500 indígenas. La población autóctona fue reemplazado por colonos, permitiendo la ley la instalación de latifundistas ausentistas. ¿Qué significa esto? Grandes extensiones de tierras en manos de unos pocos que ni siquiera vivirían en el territorio, sino que lo administrarían desde Buenos Aires.

La cultura indígena fue desintegrada, borrando su sentido de identidad, sus caciques fueron muertos o encarcelados, sus cementerios fueron profanados y la mayoría de los prisioneros (alrededor de 14.000) fueron confinados en reservas o trasladados para servir como mano de obra barata en ingenios azucareros y obrajes madereros.

Las familias fueron separadas, utilizando a las mujeres y a las niñas como sirvientas en casas acomodadas de la ciudad. Un verdadero genocidio se había perpetrado.

El general Victorica no andaba con rodeos al explicar los objetivos de la conquista: “Privados del recurso de la pesca por la ocupación de los ríos, dificultada la caza de la forma en que lo hacen, que denuncia a la fuerza su presencia, sus miembros dispersos se apresuraron a acogerse a la benevolencia de las autoridades, acudiendo a las reducciones o a los obrajes donde ya existen muchos de ellos disfrutando de los beneficios de la civilización. No dudo que estas tribus proporcionarán brazos baratos a la industria azucarera y a los obrajes de madera, como lo hacen algunos de ellos en las haciendas de Salta y Jujuy”. [7]

Menos de cuatrocientas personas adquirieron más de ocho millones y medio de hectáreas. Los territorios no vendidos fueron repartidos entre los militares y responsables de la conquista, según su graduación y jerarquía: a 541 personas les otorgaron casi cinco millones de hectáreas (a los herederos de Adolfo Alsina,15.000 hectáreas; a cada soldado,100 hectáreas para chacra y un cuarto de manzana). Los que recibieron poco terreno fueron presionados para venderlos a los terratenientes y a los especuladores. El mismo destino tuvieron 3.300.000 hectáreas que les fueron sacadas a aquellos que no revalidaron su título ante el Poder Ejecutivo en un determinado plazo (muchos ni sabían que debían hacerlo y otros no tenían los medios para hacerlo). (Eggers-Brass, 2006).

Aquellos indígenas que tuvieron la ¿fortuna?, de sobrevivir, iniciaron una etapa nada feliz, la de la marginación y desaparición cultural. Hasta el día de hoy.

Llamadas:

[1] Susana Bandieri, Ampliando las fronteras: la ocupación de la Patagonia, en El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916), Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2000.

[2] http://www.elhistoriador.com.ar/

[3] Ataque inesperado de indios.

[4] http://www.oni.escuelas.edu.ar

[5] A partir de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868/1874) el ejército de línea inició una tarea de modernización de su equipamiento militar, y uno de los cambios fundamentales fue la adquisición del fusil de retrocarga Remington y del revólver, en sustitución de los fusiles y las carabinas de chispa.

[6] http://www.elhistoriador.com.ar

[7] Citado en El Historiador, página del historiador Felipe Pigna.

Mapa de la expedición de Rosas al desierto: http://www.portalplanetasedna.com.ar/desierto1.

Comentarios:

(El editor de Congreso Abierto se permite seleccionar algunos comentarios  como para ampliar el interés que motiva este trabajo de Alejandro Justiparan)

Guillermo. Creo que estos hechos habría que entenderlos a partir del pensamiento de los dirigentes de aquella época, no con la mirada de hoy de cómo se logra la convivencia entre diferentes razas para tener una idea de los hechos en forma completa y no como se presenta en este informe que, creo. es parcial. Sería bueno tomar en cuenta lo escrito por el Cnel. Alvaro Barros en su libro Indios, Fronteras y Seguridad Interior o el libro del Gral. de Division Lucio V. Mansilla  Una excursión a los indios ranqueles para entender la problemática de la relación con los aborigenes y la consolidación de las fronteras del país. En cuanto a que “los gobiernos porteños…” se debe referir que se trata del gobierno nacional porque para esa época ya estaba totalmente constituida la República Argentina y por lo tanto las decisiones eran tomadas por el Poder Ejecutivo Nacional.

Oscar Enrique Sarsotti Iturraspe. Indudablemente esta narración es ambigua, no precisa, por lo tanto miente. Es preciso notar que Rosas sale a combatir pues los malones avanzaban sobre los límites constituidos y entraban a las estancias, robando tropas de animales, matando hombres y llevando mujeres y niños a sus tolderías, a las mujeres les hacían profundos tajos en la planta del pie para que no se fugasen y se las distribuían entre ellos; las haciendas eran vendidas en su mayor parte en Chile. Después de la Independencia, los mapuches perseguidos por los chilenos, pues sus asentamientos hasta esa época estaban de ese lado de la Cordillera, avanzaron a la Patagonia argentina. Como eran tribus feroces decidieron combatir a las tribus que estaban en el sur y de esta forma diezmaron a los tehuelches y otra tribus que convivíán en el sitio. Luego avanzaron sobre las estancias porteñas provocando graves daños con sus malones. El presidente argentino Nicolás Avellaneda presentó un plan al Congreso de la Nación para combatir los invasores que fue aprobado y mandó al Gral Roca a cumplirlo, de lo cual se ocupó inteligentemente pues armó batallones con indios amigos que combatieron a los invasores junto con las tropas argentinas.

Luego Roca volvió a Buenos Airess debido a las elecciones donde salió elegido Presidente y desde ese alto cargo reinició una serie de ataques a los salvajes, que provenían de Chile inducidos por su gobierno que tenía pretensiones sobre nuestra Patagonia, Roca viendo que Chile estaba en guerra con  Peru y Bolivia (NdE: Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre, 1879/1884), aprovechó para marcar los limites territoriales e integró definitivamente la Patagonia a la Argentina, con total aceptación chilena, sin provocar lucha ni guerra alguna. Por tal motivo la Argentina tiene proyección territorial en la hoy Antartida Argentina (NdE: Chile, también).  Roca, magistral visionario y estadista de fuste argentino como no hubo otro Presidente con tales características.

La Conquista del Desierto, obra de Roca pero llevada adelante bajo el gobierno de su antecesor Avellaneda, había permitido incorporar el oeste de la región pampeana y el norte de la Patagonia al territorio controlado por el Estado. Restaba incorporar el resto de la Patagonia y la región chaqueña, lo que fue el principal objetivo militar del gobierno de Roca. En el norte patagónico, sucesivas campañas lanzadas contra los últimos grupos mapuches independientes, como las de 1881 y 1882, permitieron incorporar los actuales territorios de Neuquén y sur de Río Negro. Otras campañas permitieron ocupar el actual territorio de Chubut, hasta la rendición final del cacique Sayhueque, el primer día del año 1885.

Por otro lado es inaceptable que las tierras se las repartió a la oligarquíia, las tierras fueron dadas muchas a los militares que lucharon, como era costumbre en esos tiempos. Pasó que los militares necesitan disponer de efectivo y las vendían a quienes si tenían dinero, y algunos de ellos comprando a varios poseyeron latifundios importantes, que naturalmente con el correr de los tiempos se han distribuido entre los pertinente herederos, pero nada tuvo que ver con la intención del Gral Roca.

Como conclusión, me preocupa la enorme distancia de lo que significó la defensa nacional de nuestro territorio comandada por el más brillante hombre de la generación del 80, confundiéndolo con genocida (ni siquiera sabe aplicar el término genocida, pues quiere decir aniquilar en este caso a los salvajes) cuando hoy sus descendientes están pretendiendo territorio para formar un estado mapuche, auspiciados nada menos que por Gran Bretaña y los zurdos (NdE: la letra cursiva es del editor) gobiernos que nos rigen. ¿De que genocidio me hablan? ¿Quienes fueron los invasores? ¿Cuales eran los motivos de cruzar la Cordillera? ¿Quienes estaban detrás? No debemos seguir desuniendo los argentinos, contando versos acomodados, debemos decir la verdad, es la única forma de llegar a ser independientes, no se pueden traer a estos tiempos las situaciones vividas en otras épocas, pues eran notablemente distintas. Como decretar que el Gral Julio Argentino Roca fue un genocida.  Fue el mejor Presidente que hasta la fecha ha tenido la República, estableció la ley 1420 de educación gratuita y obligatoria, duplicó la cantidad de escuelas, creó puertos -entre ellos los de Rosario y Santa Fe-, (tendió) gran extensión de vias ferreas comunicando entero el país,  uno de los territorios mejor comunicados por los rieles y sus servicios de trenes. Mas de diez años estuvo dirigiendo el país y merece nuestro eterno recuerdo agradecido. 

Franco.  No hacía falta asesinar a los pueblos originarios para llevar adelante su “proyecto de país” .

Claudia Kurywchak. Leer el link: http://programacontactoconlacreacion.blogspot.com.ar (supuestos-mapuches-declaran-la-guerra). Es muy importante que entendamos la realidad. Los mapuches ingresaron de Chile y masacraron los pueblos originarios. Conflictos permanentes. En las provincias de la Patagonia argentina hay decenas de estancias que han sido tomadas por los “mapuches” que reclaman como suyas. En ellas flamea la bandera mapuche (franja celeste, verde y roja, con una franja más estrecha negra con cruces pampa en la parte superior e inferior y un gran sol amarillo con cuatro divisiones). Los carteles con la frase “Territorio mapuche” proliferan por todas las provincias del sur argentino. En Neuquén han usurpado dos escuelas, la Mamá Margarita, cerca de Junín de los Andes, un establecimiento de monjas que fueron echadas del lugar donde desde hace 40 años enseñaron a niñas de cualquier raza, con la excusa que la religión católica interfiere con las creencias mapuches.

José Luis Callo. Ellos venían con la Biblia, nosotros teníamos la tierra y nos dijeron que cerráramos los ojos y cuando los abrimos nosotros teníamos la Biblia y ellos tenían la tierra.

Alberto. Se debe opinar en el contexto que se encontraba la Argentina en esa época, me parece acertado lo que opinó Oscar Enrique Iturraspe. Se hizo lo que en esos momentos necesitaba el país, ahora se pueden discutir las formas. No olvidarse de los malones que azotaban toda la region y la forma de combatirlos era ésa.

Juanca. Los mapuches no son originarios de la Patagonia. Esta raza vino de Chile y asesinó y persiguió a los tehuelches, son unos bárbaros, no hay que otorgarles nada, ni permitirles que usurpen tierras porque son invasores.  Viva la Conquista del Desierto. Gracias Julio A. Roca.

Gustavo Ojunian. Me da la impresión de que es un poquito tendencioso; partiendo de datos de este ensayo, ya que carece de rigor científico, es muy interesante leer: Rosas 3.200 muertes y algunas miles de hectáreas conseguidas; Roca, 2.500 muertes y el 48 por ciento del territorio actual de la República Argentina. Pero cómo miden la muerte para el resultado de que un “genocidio”, término de 1944, inexistente en 1879, sea Roca.

José María Molinero. Oscar Enrique Sarsotti Iturraspe: veo dos errores en su excelente exposición. No son indígenas (indios) son pueblos nativos u originarios. Los mapuches no son pueblo originario argentino, son un invento del Foering Office inglés, son araucanos chilenos, o sea invasores, que aún hoy pretenden ser reconocidos como originarios como los kelpers en Malvinas. Intentaron reemplazar la población nativa y conformar una nación araucana bajo el nombre de Mapuches con la mano negra de los ingleses que ya habían hecho eso en las Islas Malvinas, proveyéndoles armas de fuego a cambio de, principalmente, carne vacuna.

Título: La conquista del Desierto, genocicio y conformación del territorio nacional

Fuente: www.siemprehistoria.com.ar