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PERÓN Y EL ABRAZO CON BALBÍN

Con su retorno pasajero, tras 17 años de exilio, Perón verificó el cariño inalterable de su pueblo y la voluntad del líder radical Ricardo Balbín de entenderse con él, a cuatro meses  de las elecciones presidenciales y legislativas del 11 de marzo de 1973. El autor de esta nota siguió de cerca ese capítulo porque en abril de 1972 estuvo en Madrid y se había sumado a una entrevista con Perón requerida por un referente del peronismo y compañero en el diario Clarín, Enrique Oliva que finalmente no se produjo. También iba a participar Elías Sapag del Movimiento Popular Neuquino. 

Por Armando Vidal (*)

El 17 de noviembre de 1972, Juan Domingo Perón volvió a pisar suelo argentino. Un hecho que trascendió la importancia de la decisión que lo precipitaba, aunque ella significase el fin de su largo exilio de 17 años. Ese hecho fue sacarle de las manos a la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse la última carta que quería jugar para vencer al peronismo en el proceso electoral que ya estaba en marcha.

La carta era el radicalismo, representado en el propio gobierno por un fiel hombre del partido, el ex presidente de la Cámara de Diputados, Arturo Mor Roig, ministro del Interior y responsable del diseño hacia las urnas que había incluido, ese mismo año, una reforma, naturalmente de facto, de la Constitución.

Perón subió al charter de Alitalia en Madrid, pasó por Roma y Dakar –esta última una escala técnica– y llegó por la mañana a Buenos Aires, en un día de lluvia y silencio, de miles de fuerzas de seguridad, policías y militares, un día paralizado por una huelga general y bajo la vigencia del estado de sitio en todo el país. Un día de mucha gente en su propia gesta para intentar en vano llegar a Ezeiza.

Perón comenzaba a cerrar capítulos, a borrar heridas del pasado, a poner todo su empeño para atravesar la última batalla con la consigna de la unión entre los argentinos y poner su último aliento en la idea de acordar mínimos entendimientos con la oposición.

Venía bajo la influencia de una Europa, que ese mismo 1972 había descubierto la importancia del medioambiente, motivo de la primera conferencia internacional de Ecología en Estocolmo, Suecia. Tenía 77 años, según la historia oficial (dice que nació en Lobos en 1895 en una casa que no existía, cuando se demostró que nació en Roque Pérez, probablemente dos años antes).

La edad, y no sólo la de Perón, juega su propio papel en esta historia, porque aparece como fundamental a la hora de las decisiones. Y Perón traía, mientras iba cruzando el Atlántico, una decisión prioritaria: hablar y entenderse con un ex rival, al que tuvo preso en 1950, líder de la Unión Cívica Radical: Ricardo Balbín, de 68 años.

Sabía, por Héctor Cámpora, su fiel delegado personal que encabeza la comitiva de más de 150 personas que lo acompañan, el modo de pensar de Balbín, que ese mismo año había creado la llamada Línea Nacional dentro del viejo partido.

Balbín, por su lado, tenía a su lado a un pensador político, Juan Carlos Pugliese, 57 años, y en la vereda de enfrente, a su ex delfín, Raúl Alfonsín, 48 años, quien ya había elegido a su compañero de fórmula para enfrentarlo en la interna por las candidaturas. Justamente, el 18 noviembre, en Tucumán, se había lanzado el binomio Alfonsín-Conrado Storani.

* La vuelta

Perón llegó a Ezeiza y levantó los brazos bajo el paraguas de José Rucci, el titular de la CGT, con Juan Manuel Abal Medina, después de la fría recepción que el jefe de la base le hizo, luego de lo cual lo confirió en una habitación del Hotel Internacional. Soldados con armas largas completaban un cuadro que Perón absorbió sin sobresaltos y decidido a aguantar todo.

Y aguantó hasta que las cámaras de televisión comenzaron a transmitir a la distancia aunque con planos suficientes para ilustrar los comentarios que acompañaban las escenas. Fue entonces cuando Perón dio claramente a entender que se declaraba detenido, lo cual ofició de llave para poner fin a las largas horas de demora con que pretendieron sacarlo de quicio. No lo lograron.

Y, por fin, salieron en caravana los autos para la calle Gaspar Campos al 1065, Vicente López, donde llegarían alrededor de las 19, bajo el sol que hacía rato había salido. Es una calle cortada en su extremo norte, que tiene a su espalda una calle (Madero) unida por dos casas que dan a una y otra. Más que la tradicional manzana es un largo rectángulo. En el extremo sur de Gaspar Campos está la casa de Perón, dos plantas, hoy propiedad del PJ bonaerense.

Comienza la guardia periodística que tuvo entre los jóvenes entusiastas al autor de estas líneas. Ese mismo día, que ya comenzaba a irse, también registró como un emblema dignificante el frustrado levantamiento de suboficiales de la ESMA a cargo de un joven oficial, Julio Urien, el mismo que este año declaró en el juicio por la Masacre de Trelew, consumada por la Marina el 22 de agosto de 1972 y cuyos principales responsables, entre ellos Luis Emilio Sosa, fueron condenados a cadena perpetua.

El sábado 18, Perón quiso hablar con Balbín, lo cual no fue posible porque se hallaba en el interior, pero quedó acordado que el encuentro se iba a realizar al día siguiente.

* Saltar la medianera

 El domingo brillaba el sol en plenitud cuando Perón abrió las ventanas de par en par en la segunda planta y se encontró con una multitud de jóvenes que lo recibieron con un fuerte "Buen día, General", mientras uno de ellos, parado en una horqueta de un palo de luz, agitaba una bandera a metros de quien bien podía ser su abuelo.

Por la tarde, algo iba a pasar. Y pasó a espaldas de la casa porque Balbín, acompañado por Juan Carlos Pugliese, Enrique Vanoli y Luis León, ingresó por la casa lindera de la calle Madero para lo cual tuvo que saltar una pared medianera con la ayuda de una escalera. Fue una reunión para verse las caras, semblantear espíritus, comenzar a conocerse sin especulaciones. Una reunión a la que seguirían otras y en la que quedó sellado, por parte de Balbín, que la Unión Cívica Radical no sería la rueda de auxilio de la dictadura. Y así fue.

Balbín no se aprovechó de la vertiente gorila del partido de Alem. Sin alcanzar el 50% de los votos pero muy cerca de lograrlo, el 11 de marzo de 1973, Balbín, el derrotado, reconoció de inmediato el triunfo de la fórmula Héctor J. Cámpora-Vicente Solano Lima. Balbín también perdió con Perón en las elecciones del 23 de septiembre de ese mismo año, cuando éste, sin las trabas que le había impuesto Lanusse para que estuviera en el país en agosto del año anterior, pudo ser candidato. Logró el 62% de los votos.

El 1 de julio de 1974 Perón murió y al día siguiente, en el acto realizado en la Cámara de Diputados, Balbín, con una mano en el féretro, dijo aquello de "…el viejo adversario despide un amigo". Después llegó el horror. El 30 de octubre de 1983, Alfonsín ganó las elecciones con los votos antiperonistas que Balbín no había querido diez años antes.

No conforme, optó por emblemáticas figuras en su gabinete, llenas de odios no enterrados como sí había hecho Balbín.

Se equivocó.

(*) Decano de los periodistas parlamentarios, cubrió el encuentro de Perón y Balbín para el diario Clarín.

Nota del Editor: Ya retirado del diario en el que trabajó casi 43 años, este artículo fue especialmente escrito para Tiempo Argentino.

Volanta, título y bajada: A 40 años del histórico encuentro entre los dos líderes políticos/ Perón-Balbín Historia de un abrazo /Tras su regreso del exilio, el líder del PJ recibió al radical en su casa de Gaspar Campos. Allí, Balbín le prometió que la UCR no sería funcional a la dictadura.

Fuente: Tiempo Argentino, 19/11/12. 

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