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JORGE RIVAS, APLAUSOS DE PIE

Diputado nacional, socialista K, brillante orador antes del golpe que  inmovilizó su cuerpo pero no su cerebro, pone de pie a la Cámara tras su discurso por medio de una PC sobre el derecho a votar a los 16 años. "Oxígeno para la democracia", dice.

Por Jorge Rivas

El proyecto de ley que hoy tratamos y que nos llega para su revisión desde el Senado lleva ya varios meses debatiéndose en este Congreso y también en toda nuestra sociedad.. Hemos podido escuchar gracias a esos debates diversas opiniones tanto de especialistas o de legisladores como también de ciudadanos de a pie. En mi opinión, deberíamos primero entender que estamos viviendo una etapa política de ampliación de derechos democráticos

Es decir, de seguir incluyendo a la mayor cantidad de habitantes en el universo de ciudadanos otorgándoles derechos cívicos a sectores sociales que hasta ahora no los tenían. Es en ese marco que se debe buscar la motivación que tiene el proyecto que tenemos sobre nuestras bancas.

El inconsistente argumento de algunas voces de la oposición que pretende encontrar en la especulación electoral la verdadera motivación del proyecto se derrumba con un dato, en caso de sumarse a todos los jóvenes de entre dieciséis y dieciocho años al padrón electoral: este sólo aumentaría aproximadamente el 3 por ciento.

La discusión acerca de si los jóvenes de entre dieciséis y dieciocho años de edad están capacitados para votar me parece ociosa. La propia evolución antropológica se encarga de resolver esa discusión, a no ser que alguien se atreva a sostener seriamente que hace un siglo, cuando se sancionó la ley Sáenz Peña, aquel joven de dieciocho años estaba más capacitado que el joven de dieciséis años de hoy.

Permítame que le cuente una anécdota personal. Hace algunas semanas me envió un correo electrónico un profesor de historia del colegio al que concurren mis hijos. Me pedía una entrevista para un grupo de alumnos que me iban a formular preguntas sobre historia contemporánea argentina, en particular desde la década del 70 hasta nuestros días.

Confieso que cuando entró a mi oficina el grupo de chicas y chicos adolescentes, mi prejuicio estético me hizo suponer lo peor. En el mejor de los casos, pensé, voy a ser sometido a la clásica y aburrida mirada de Billiken.

Pero me equivoqué.

Fue un recorrido inteligente, preciso y adulto sobre nuestros últimos cuarenta años de historia, y también sobre nuestra evolución democrática. La charla no tuvo nada que envidiarle a una conversación entre adultos sobre política. Es más, ésta fue más fresca. El profesor me precisó que el promedio de edad de los chicos era de 17 años.

Cuento esto, porque este episodio concreto me permitió dimensionar cómo han crecido las inquietudes políticas en esa franja joven de la sociedad. En el fondo, señor presidente, este debate se ha repetido a lo largo de nuestra historia cada vez que un nuevo actor social fue incorporado a nuestra vida política. Los ejemplos no los doy, porque ya todos los conocen.

La tensión se produce entre quienes pretenden monopolizar derechos cívicos y aquellos que tratamos de que cada vez sean más los sectores de la sociedad que le den más sustento a nuestra democracia.

Convengamos que el de los jóvenes constituye un tema muy sensible, ya que ellos cargan con una fuerte estigmatización social, y si son pobres, peor.

Pero como bien dice el proyecto que tratamos, comparten y piensan un modelo de Nación, de Estado, de economía, y muestran un fuerte interés por cambiar las cosas más inmediatas que los afectan.

Por eso me parece positivo que en esta oportunidad, en vez de hostigarlos, les demos el derecho de expresarse electoralmente.

Por último, señor presidente, adelanto mi voto afirmativo, ya que estoy convencido de que darles la posibilidad de votar a los jóvenes desde los 16 años significaría incorporar a la vida política a uno de los sectores más dinámicos de la sociedad.

Significaría renovación, aumento de intensidad y oxígeno para nuestra democracia. Y nuestra democracia, no debe renunciar a esos beneficios. Muchas gracias.

(Puestos de pie, varios señores diputados aplauden y felicitan al orador.)

Sr. Presidente (Julián Domínguez).- Muchas gracias, diputado Jorge Rivas. Estamos convencidos de que sus palabras son un testimonio y ejemplo de superación para todos los legisladores presentes independientemente del bloque al que pertenezcan.

Fuente: Cámara de Diputados de la Nación, sesión del 31/10/12, versión taquigráfica.

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