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LA DENUNCIA PERONISTA OLVIDADA
A treinta y cinco años del fallo condenatorio a los ex comandantes, vale recordar la denuncia del partido Justicialista de las graves violaciones a los DD.HH en 1979, plena dictadura, ante la CIDH de la OEA en su visita a la Argentina. Aquí, el testimonio de quien había sido senador nacional en 1973, reconocido dirigente de extracción sindical y que volvería a serlo desde 1983 en dos nuevos períodos, como también diputado nacional en sendos mandatos. Días de miedo con Deolindo Bittel y Herminio Iglesias yendo al frente, en nombre de los desaparecidos, perseguidos y presos.
Por Oraldo Britos
El lunes 22 de abril de 1985 se iniciaba el juicio contra los militares que habían asumido el poder mediante un golpe de estado el 24 de marzo de 1976. Debo confesar que me sentía inmensamente feliz de que la democracia pudiera hacer institucionalmente justicia, pero por otra parte entendía el porqué de la falta de participación del justicialismo, y ello no debía ser ignorado por una sociedad asqueada de la impunidad terrorista del propio Estado utilizado inhumanamente por los usurpadores del poder público.
Recuerdo cuando Ricardo Balbín nos invito a constituirnos junto a otros partidos políticos en la multipartidaria, coincidimos y asumimos el compromiso de que cualquiera de las representaciones políticas que llegara al poder en las próximas elecciones debía de derogar todas las mal llamadas leyes dictadas por el poder militar. Esto no supo cumplirse por parte de la UCR., que democráticamente había llegado al gobierno.
Ejemplo de ello fue que luego de asumir el presidente Raúl Alfonsín, en diciembre de 1983, envió a la Cámara de Diputados de la Nación la mal nominada Ley 22.105 de Asociaciones de Profesionales, modificada, pero con el mismo contenido, lo que nos llevó a un inoportuno debate cuyos resultado si bien nos favorecieron dejaron debilitada la democracia que todos teníamos la obligación de proteger.
A mi entender, esto motivó la desconfianza en la relación política que debe existir entre los que tienen responsabilidades en la función pública; tal vez la pasión del momento nos impidió recordar lo que nos decía Perón: “Nosotros somos una parte importante de la sociedad, pero no somos todos”.
Lo que se advierte en esta expresión de Perón, es su capacidad política para actuar en cualquier circunstancia en defensa de los valores esenciales y solidarios que requiere la Patria, dejando de lado aquellas actitudes que supieron desunirnos.
Por estas razones creo que algunos conceptos de León Arslanián presidiendo el tribunal en 1985, son críticos con el peronismo pues deja dudas sobre nuestra posición. Seguramente producto del miedo del duro momento que se vivía -evitaba incluso apariciones públicas-, solo superado en democracia.
En especial evita tocar el tema de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979, con lo cual no sólo soslayó una referencia inevitable, sino que además quedó en deuda con un hombre honorable y valiente, impulsor de nuestra denuncia, Deolindo Felipe Bittel, chaqueño, humilde y abnegado político.
El peronismo, el 6 de setiembre de 1979, ya había demostrado su valentía para denunciar estas violaciones de los Derechos Humanos,
documentadas formalmente con escritos en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Fue el único partido político que realizó esta denuncia por escrito, el resto de los representantes partidarios lo supieron trasmitirlo verbalmente, naturalmente por temor a las represalias del duro sistema militar.Todos teníamos miedo, pero en 1985 vivíamos en una democracia que había superado en parte el capítulo del horror.
Me sorprendió apreciar la innumerable cantidad de ciudadanos que aparecían en los medios de comunicación expresando crudamente sus acusaciones al terrorismo de Estado al que estuvimos sometidos durante siete largos años. También, los que brillaron por su ausencia hasta ese momento, y rápidamente se asociaron al legitimo triunfalismo alfonsinista; detalle que suele ser común en política y que en este caso para nada descalifica al líder radical.
Pero resulta necesario retornar a 1979 y recordar hechos en que las circunstancias nos dieron lugar a muchos militantes de nuestro movimiento, a los mismos que habíamos participado en la resistencia peronista desde 1955 en adelante.
Personalmente había sufrido dos detenciones; la primera, el 26 de marzo de 1976 en San Luis, mi provincia, de la que fui liberado el 12 de abril, y la segunda, el 28 de julio del mismo año, en Villa Mercedes, mi ciudadm por realizar una misa en memoria a Eva Perón donde se distribuyeron volantes con las denuncias de encarcelamientos, torturas, desapariciones, persecuciones y cesantías de compañeros.
Eran tiempos muy difíciles, en Villa Mercedes fue imposible retornar a mi empleo ferroviario, pero mediante la intervención de los compañeros de la Unión Ferroviaria pude volver a ocupar mi cargo en las oficinas del Ferrocarril San Martín en la Capital Federal, en Avenida Santa Fe y Godoy Cruz.
En un escenario de espanto, el miedo se había adueñado de la vida ciudadana, especialmente los que estábamos comprometidos con una
causa justa y legitima representada por el peronismo. Había sufrido en mi provincia, también mis compañeros, y mi familia, persecuciones y allanamientos sin sentido, mientras iban trascendiendo las desapariciones, torturas, encarcelamientos, cesantías y muertes de numerosos militantes y dirigentes políticos y sindicales.
Una medianoche, al regresar de mi trabajo, en septiembre de 1976, me acerco al kiosco de diarios ubicado en Cangallo y Callao para comprar el diario La Razón y me encuentro con el compañero Deolindo Bittel, más conocido como el “Chacho”, ex gobernador del Chaco y vicepresidente 2° del Partido Justicialista, que también había estado detenido.
Nos reencontramos en un largo abrazo acompañado de preguntas y respuestas preocupantes por la situación que estábamos viviendo, realmente me sentía muy emocionado. Me confesó sus angustias, su dolor ante cientos de familias que se acercaban hasta él buscando conocer el destino final de muchos militantes, y su decisión inclaudicable de trabajar en Buenos Aires conectado con todos los dirigentes peronistas del país, rastreando y buscando información, y a la vez ayudando por medio de los sindicatos a los familiares de los encarcelados y desaparecidos.
Bittel había conseguido por medio de un amigo una pequeña habitación en el Hotel Atlantic, en el barrio de Once, donde iniciamos con otros compañeros una especie de peña buscando pasar inadvertidos, cosa que nunca ocurrió ya que al poco tiempo éramos muchos mas los compañeros.
Entre ellos, Alberto Iribarne, Carlos Corach, Alicia Oliveira, Vicente Saddi, Carlos Tuoso, Roberto García, Roberto Digón, Tapia Bracamonte, Saúl Ubaldini, Herminio Iglesias, Miguel Unamuno, Nilda Garré, Armando Caro y yo. Los años juegan con mi memoria y borra algunos nombres que me honraron con su solidaria amistad, por eso en este relato tal vez alguno quedó adentro del viejo tintero.
Resultaba sumamente difícil conseguir un lugar para coordinar nuestra labor en favor de obtener información y poder operar, no solo con visitas a las cárceles donde se encontraban detenidos militantes políticos, sino lograr la presencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la cual Bittel se dirigió epistolarmente solicitando su pronta asistencia ante la crueldad del sistema imperante.
No puedo dejar de reconocer que mientras muchos dirigentes políticos del más alto nivel que habían ocupado importantes funciones en nuestros gobiernos se rehusaban a acompañarnos con el consabido temor “de lo que puede pasar con mi familia”, lo contrario aconteció con Vicente Saadi que nos facilitó su estudio de abogado ubicado en la calle Paraguay 1313, 3° piso, donde se fijaban posiciones y se redactaban las notas a distintos gobiernos y organismos internacionales, informando los atropellos inhumanos de la dictadura a la cual estábamos sometidos.
Una de estas notas fue dirigida al gobierno militar para solicitar la autorización de la salida del país del Dr. Héctor Cámpora, justificada en la necesidad imperiosa de ser atendida su cruel enfermedad en México, lográndose una respuesta favorable.
Las llamadas telefónicas anónimas en tono amenazante cada vez eran más frecuentes lo que nos llevó muchas veces a reunirnos en algunos de nuestros departamentos. Debíamos reducir el número de participantes, especialmente durante las jornadas futbolísticas del mundial en 1978, después de haber sido objeto de un atentado mediante una bomba en la entrada de las oficinas del Dr. Saadi.
En este tema debo destacar el incalculable valor de nuestras familias, que a pesar de todo supieron alentarnos y sostenernos en nuestros objetivos.
En mis horas libres concurría a las reuniones que se hacían en una vieja casa del barrio de Villa Crespo que los compañeros abrieron con el nombre de “Centro Cultural Catulo Castillo”, donde intercambiábamos información y se ponía de manifiesto nuestra preocupación al conocer por parte de los familiares detalles de los compañeros encarcelados, desaparecidos y torturados como Julio Guillan y otros.
Se juntaban también fondos solidarios para alimentos y ayudar a mantenerse a las familias encontrándome allí con muchos amigos entre ellos: Tate y Oscar Martínez, Julio Casavelos, Alejandro Peyru Tito Ipaz, Lili Ruiz, Ricardo Pocoroa, Marta Grey.
Finalmente cuando el borrador del documento Denuncia de Violación a los Derechos Humanos estuvo terminado, el grupo que representaba a los 25 gremios del movimiento obrero que conducían Roberto García, Roberto Digón y C. Pérez; le solicitaron a Bittel una reunión que se realizó en el Sindicato de Empleados Textiles.
Después de su lectura la mayoría estuvo de acuerdo, pero algunos adelantaban que posteriormente todos iríamos en cana.
Bittel le comentó telefónicamente a su hijo German el contenido del documento; su respuesta fue de total acuerdo, y su vez alentaba a su padre en nombre de la juventud encarcelada y sufriente que ocupaban nuestras cárceles.
Tal vez me haya excedido en algunos detalles, pero no quiero dejar pasar y reconocer la actuación del Tribunal que el 22 de abril de 1985 inició el juicio a los nueve comandantes de la dictadura militar y sus colaboradores, donde la fiscalía presentó 670 casos para fundamentar su acusación, declarando 833 personas que ratificaron los hechos atroces y aberrantes ocurridos.
También debo reconocer que en plena dictadura denunciar las violaciones a los Derechos Humanos implicaba enormes riesgos para la libertad e integridad física de los denunciantes pero tanto Bittel como Herminio Iglesias no vacilaron en firmar el documento acusatorio contra el régimen militar imperante.
Deseo antes de dar a conocer el documento que el peronismo presento a la Comisión de DDHH de la OEA quiero recordar la actitud del compañero Miguel Unamuno, cuando al retirarse Bittel y Herminio de las oficinas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en Avenida de Mayo al 1300, me sugirió que no lo lleváramos al hotel porque podrían sufrir algún atentado, por lo tanto decidimos protegerlo y tomamos un taxi conduciéndola al departamento de un compañero en Barracas.
Durante tres días, Bittel debió alojarse en el subsuelo donde se incineraba la basura. Y, antes, en el hotel había sido allanada su habitación. Finalmente, el compañero fue procesado por los jueces federales de Río Gallegos, Paraná y Capital Federal.
Quienes firmaron el documento fueron únicamente los integrantes del Consejo del Partido Justicialista. Si mal no recuerdo eran doce. Edgardo Murguía adhirió desde Río Gallegos pero sólo valía su presencia y 25 compañeros mas firmamos un documento de adhesión publicado por diversos medios de comunicación.
* Texto del documento
El título del documento fue "El Justicialismo denuncia la violación de los Derechos Humanos" y decía:
I – El Justicialismo desde 1946, representa a la gran mayoría del pueblo argentino, sin que nada ni nadie hasta la fecha haya desvirtuado esta aseveración tantas veces confirmadas, como cuantas veces nuestro pueblo logró ser protagonista de la historia de la Patria a través de la consulta electoral.
II – Con esta representatividad incontestable el Justicialismo se dirige a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos considerando que ella representa una instancia internacional creada por la Organización de Estados Americanos, de la que la República Argentina es miembro desde su fundación; que su visita tiene por objeto verificar la observancia, por parte del gobierno de facto, de los derechos humanos, y que la presencia de la Comisión responde a una generalizada inquietud de la comunidad internacional, de la que nuestro pueblo forma parte, que considera que el comportamiento de la autoridad militar que ejercita el mando de la República Argentina, es francamente violatorio de los derechos humanos.
III – No hemos de abundar en la descripción de nuestro movimiento político y de sus banderas. Pero cabe señalar que desde 1946, hasta la fecha, en el justicialismo se traducen las legitimas aspiraciones espirituales y materiales del hombre argentino. Nuestro concepto de Justicia Social, la idea de la sociedad igualitaria, ha afectado y continúa afectando el privilegio. Nuestro concepto de la Independencia Económica, el manejo de nuestros recursos en función de los intereses nacionales, ha lesionado y lesiona el privilegio. Nuestro concepto de Soberanía Política, de que nadie pueda subrogar al pueblo, también ha afectado y afecta al privilegio. Por todo esto, los beneficiarios de la actual situación, son y serán nuestros implacables adversarios. Y sostenemos que quienes se aferran al privilegio no encontraran otra manera de mantenerlo sino solo mediante la violación sistemática de los derechos humanos.
IV – Los hombres del Justicialismo, los que ejercieron la primera magistratura de la Nación, los que integraron el poder legislativo, los
magistrados y funcionarios del Poder Judicial de la Nación, los dirigentes políticos y sindicales, los docentes, las mujeres y la juventud, han sido el blanco de una indiscriminada represión. Y están los otros hacedores y fundamento de nuestro accionar y de nuestra historia, el obrero silencioso, el estudiante, el profesional, el empresario, en fin, los que trabajan con esperanza y creyeron y creen que la Patria es un techo generoso que puede cobijar a todos. Tal vez esta creencia sea el delito que le asignan al pueblo.
V – No podemos aceptar que la lucha contra una minoría terrorista, de la que también hemos sido víctimas, se la quiera transformar en excusa para implantar el terrorismo del Estado. “Dentro de la Ley todo, fuera de la Ley nada”, decía nuestro líder, el teniente general Juan Domingo Perón. Este concepto es el que ha regido nuestro gobierno y es el que exigimos que se ponga de inmediata vigencia, porque no puede haber Doctrina de la Seguridad Nacional que esté por encima de la ley que debe amparar por igual a todos los ciudadanos. Aceptar cualquier otro criterio significaría transformar a persona humana en simple objeto de los delirios represivos de las minorías.
VI – Nosotros, hombres del Justicialismo, no hemos de permanecer impasibles, no hemos de hacer de nuestro silencio una conducta. Sentimos el imperativo, producto de nuestras convicciones y de nuestra larga y dura militancia en la causa de la Patria. En consecuencia, el dolor de una madre es nuestro dolor, el dolor de un hijo, es también nuestro, el obrero al que le falta el pan y no permiten decir lo que le falta, se hará voz en nuestras voces. Y esto nos compromete a asumir el dolor de aquellos que padecen la cárcel, través de “actas”, “decretos” o “bandos” en las prisiones, embajadas, domicilios y confinamientos, y de los que padecen, y son millones, este exilio interior de la represión, el silencio y el hambre.
VII – Finalmente hacemos nuestras las palabras de Su Santidad Juan Pablo II cuando dice: “La Iglesia quiere hoy continuar su misión de fe y de defensa de los derechos humanos, invitando a los cristianos a comprometerse en la construcción de un mundo más justo, humano y
habitable, que no se cierra en si mismo, sino que se abre a Dios”. Hacer ese mundo más justo significa, entre otras cosas, que no haya injusticia y desigualdad en la impartición de la justicia, que no haya nadie sin amparo de la ley y que la ley ampare a todos por igual, que no prevalezca la fuerza sobre la verdad y el derecho sobre la fuerza, y que no prevalezca jamás lo económico ni lo político sobre lo humano.
VIII – Por ello el Justicialismo, DENUNCIA:
a) El encarcelamiento, vejación y confiscación de sus bienes de la señora presidente de la Nación Argentina, doña María Estela Martínez de Perón, de nuestro prestigioso dirigente gremial don Lorenzo Miguel y de otros tantos que padecen las consecuencias de las llamadas "actas”.
b) La muerte y/o desaparición de miles de ciudadanos, los que insólitamente se pretende justificar con la presunción de fallecimiento, que no significa otra cosa más que el reconocimiento de quienes se han atrevido o se atreven a levantar su voz y que han llevado o llevarán como “pena” desde un silencio impuesto, hasta la muerte”.
* Conclusión
He tratado de sintetizar lo acontecido hace más de cuarenta años y reivindicar una parte importante de nuestra historia en la que el
peronismo tiene un papel muy trascendente en la reivindicación de los DDHH de los compañeros perseguidos y desaparecidos.
Sostengo que es importante que las nuevas generaciones conozcan la historia y sepan que nuestro movimiento no tuvo una vergonzante actitud en esas circunstancias, sino por el contrario, un accionar y posición inmensamente valorables.