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UN INFORME EN ANGOLA QUE DESPERTÓ CRÍTICAS

El mismo destacado colaborador, de cuya filosofía y vida da cuenta la nota que  precede a ésta (*), esboza aquí la dimensión de su capacidad crítica con relación al gobierno de Cristina Kirchner y el viaje a Angola. El editor no está muy de acuerdo pero lo banca.

Por Héctor H. Dalmau

La conferencia de nuestra presidente Cristina Kirchner en Angola, con la asistencia del secretario de Comercio Guillermo Moreno y público argentino, fue de una trivialidad que avergüenza.

Más allá de los lugareños que formaban parte del protocolo de la dictadura gobernante de aquel país, no había empresarios vernáculos a la vista.

Porque de haber estado hubieran sido necesarios traductores al portugués y viceversa.

He participado en congresos internacionales, de modo que me valgo de esa experiencia, para asegurar que en tales circunstancias jamás se improvisa.

Los discursos se entregan mucho antes para ser leídos y traducidos a los presentes en simultáneo a través de los auriculares.

Así, por ejemplo, en la reunión del FMI en Washington pude entender en 1990 a George Bush, padre, oficiar de presidente del mundo.

Y en otros encuentros de menor relieve, en los que yo mismo fui uno de los disertantes, como los realizados en. Melbourne, Manila, Tokio, París, Frankfurt y Roma, jamás observé un comportamiento tan fuera de lo protocolar.

Ni los porteros fuera de horario de los salones donde se realizaban esos eventos salían de su compostura.

Nunca tan disparatado sketch fue brindado por ningún presidente democrático argentino y mucho menos el Tte. Gral. Juan Domingo Perón ni la “criollita de Los Toldos”, la querida Evita.

Este espectáculo fue exclusivamente brindado para un selecto grupo de amigos, todos pagados con nuestros impuestos, bajo la dirección del inefable Moreno y el de “la leche para los niños pobres”, o sea Carlos Spadone.

Parece mentira que yo que me crié entre pobres, en serio, pero que trabajaban como esclavos para comprar la harina y los fideos - que matan el hambre diario, pero no nutren-, pueda ser confundido con un gorila patroncostiano por rechazar tanto chabacanismo buitoniano.

Si la primera magistrada es así, cómo será el resto de los habitantes de esas fértiles pampas habrán pensado los africanos.

Quien se acostumbró a convivir con los humildes, les enseñó como maestro que si al pasar frente al predio escolar estaba izada la Bandera de Belgrano y de todos nosotros debían guardar el machete y sacarse el sombrero; eran hombres que cantaban el Himno Nacional en portuñol (más portu, que ñol), pero que se comportaban correctamente, según los cánones que establecen los distintos escenarios de la vida y sus circunstancias ya que eran rápidos y hábiles con el cuchillo, si el alcohol los obnubilaba y la cosa venía de furca.

Por eso no puedo pasar por alto estos comportamientos vistos por televisión desde Angola que también reflejan qué clase de personas detentan el poder en la República Argentina.

Dejo para el final el despropósito de la Presidente de querer vincular a Evita con un médico que jamás puso una vacuna a un niño pobre en la Argentina y que en 1953 se fue definitivamente del país para dedicarse a revoluciones sangrientas cuando nuestro pueblo era protagonista de una revolución en paz llamada peronismo que no supo ver ni menos entender.

Ese hombre se inmoló en Bolivia, en 1967 y nada tuvo que ver con la independencia de Angola lograda en 1975.

Una aclaración que resulta una obviedad y que sólo la justifican las erróneas referencias que hizo.

Para hablar así, mejor la prudencia del silencio.

(*) La nota a la cual se alude en la presentación de este artículo es Confesiones de un político honesto, del propio ex diputado Héctor Dalmau y que encabezara la tapa de Congreso abierto. Esa portada se mantuvo entre el 6 de junio de 2012 y el 21 del mismo mes y año.

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