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GROBO, GABROIS Y GUIÑADAS

 MATERIAL EN EDICIÓN

Por Darío Balvidares

En el marco del Segundo Encuentro Nacional de la Red de Intercambio Técnico con la Economía Popular realizado en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), se llevó a cabo la charla entre Gustavo Grobocopatel, sojero y agro empresario, y Juan Grabois, referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).

Un evento que es lugar de encuentro simbólico entre los poseedores y los excluidos. Digo simbólico porque el mundo real indica que lo que “une” ambos sectores (no a los personajes participantes) es la confrontación de intereses, que lejos están de ser equivalentes.

La charla-debate la coordinó Marcelo Cornero, ex decano de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC, que será recordado por el intento de ayudar a Monsanto con un segundo estudio de impacto ambiental sobre la fallida planta semillera de maíz que pretendía instalar en Malvinas Argentinas (NdE: partido de la zona norte del conurbano  bonaerense).

El anuncio de la instalación de la planta Monsanto lo había realizado la entonces presidenta Cristina Kirchner, el 15 de junio de 2012, pero la enorme  lucha de los vecinos, agrupaciones locales y organizaciones sociales de distintos sectores se movilizaron en esa zona de Córdoba  en contra del proyecto utilizando un variado repertorio de protesta que fue desde el corte de rutas hasta la presentación de recursos formales ante la justicia provincial, sumado a los reveses en los estudios de impacto ambiental que sufriera Monsanto, flojo de papeles, frustraron la instalación  de la planta contaminadora.

Volviendo al evento del viernes 22 (de abril) en la UNC, desde el comienzo se establecieron algunos conceptos centrales para el debate y uno de ellos fue el de productividad.

* Enfoque crítico y  respuesta

Grabois entiende que la productividad de la soja es una productividad negativa porque provoca los desmontes y la expulsión de las comunidades originarias, haciendo referencia a lo que sucede con las comunidades wichí en el Chaco. Y el pasivo ambiental que deja no se compensa con los dólares que puedan entrar en tal concepto. También hay otras zonas que se desmontan para generar emprendimientos inmobiliarios, señaló el referente de la CTEP.

Del otro lado, Gustavo Grobocopatel, empresario agrotecnológico, cuya principal actividad es ofrecer los paquetes tecnológicos con los insumos químicos y las semillas, una suerte de “consultor” que brinda servicios agropecuarios de última generación y asesoramiento sobre el tema del agronegocio.

Desde ese lugar, el millonario, que coincide con lo negativo de los desmontes y los impactos que se producen, en las zonas de ampliación de la “frontera agropecuaria” (eufemismo utilizado para encubrir la desposesión), con total hipocresía, remite el despojo, que no solo es territorial, puesto que la propia actividad de producción de monocultivos transgénicos suman otros efectos ambientales negativos (contaminación del aire, la tierra y el agua por el uso de pesticidas y enfermedades irreversibles como consecuencia), a la falta de controles estatales.

No cuestiona las prácticas, sino a quién debería controlarlas y en el mal manejo de algunos inescrupulosos. Es decir, que lejos está de pensar que el conjunto de la práctica de producción transgénica es nocivo en todos los órdenes, sino que apuesta a reafirmarlo y expandirlo.

En esa línea del pensamiento instrumental posmoderno de servicios y asesorías, Grobocopatel define la productividad como “lograr más con menos”. Hasta ahí la concepción ortodoxa de la escuela neoliberal y su concepción de eficiencia. Sin embargo,  cuando avanza, entra en el territorio metafísico que ya había esbozado Grabois para cuestionar la productividad planteando una tesis que contrapone a la relación productividad/rentabilidad  (lograr más con menos), la relación productividad/felicidad.

Resulta que parece que de la dialéctica entre el amo y el esclavo, pasamos a otras cuestiones metafísicas como la dialéctica entre la felicidad/infelicidad y dentro de esa tesis, afirma Grabois que el objetivo es lograr una nueva forma de vivir y “no una competencia con la locomotora suicida de la economía capitalista para ver si sacamos más productos por segundo (…) lo que sí podemos, es competir por no generar los pasivos ambientales” afirmó refiriéndose al carácter de la economía popular.

La competencia “por no generar los pasivos ambientales”,  preanuncia el “acuerdo” de “integración” con el agronegocio  y sus prácticas, cuestión que el referente del MTE rubricará posteriormente.

* En tierra ajena

Luego Grabois se refirió a los 50.000 productores frutihortícolas arrendatarios (unas 200.000 personas), planteando el problema histórico de esas familias campesinas que tienen que arrendar el campo para producir las frutas y verduras que comemos diariamente. Una cuestión que tiene su historia a nivel latinoamericano profundizada con el nacimiento del boom transgénico, que lejos de producir alimentos produce commodities que cotizan en el mercado financiero.

Justamente el movimiento Vía Campesina que acaba de cumplir 30 años, es lo que viene planteando “Reforma Agraria, Popular y Feminista: ¡La tierra para quien la cuida y trabaja!” , nada es nuevo bajo el sol, las luchas campesinas en nuestro país superan los 100 años.

Incluso la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), que nuclea a 22.000, familias (la entidad que realiza el verdurazo)  con base en 18 provincias proponen la soberanía alimentaria con el modelo agroecológico y terminar con el modelo productivo del agronegocio.

Aun cuando los objetivos que plantea Grabois puedan ser similares respecto de la propiedad de la tierra y el modelo agroecológico, los fines no son coincidentes con los de la UTT en cuanto al universo ideológico, que se mueve entre la lucha por la tierra como parte de un proceso revolucionario y los objetivos reformistas autopercibidos por Grabois dentro del mismo modelo del agronegocio o por lo menos en una suerte de “convivencia” entre el agronegocio y la agricultura familiar agroecológica.

El empresario, por su parte, continuaba desarrollando su idea, por momentos delirante de “la productividad como vínculo virtuoso entre las personas que se relacionan entre sí”, para luego comentar sobre sus acciones con comunidades originarias a través de programas para “la inserción de estas comunidades a sistemas productivos, cuyo fin, como dice Juan es la felicidad…”, afirmaba el accionista de Los Grobo.

* Una breve pero necesaria digresión

Leamos: “Los Grobo Agropecuaria es una empresa de agronegocios que tiene origen en un grupo de contratistas de Carlos Casares, que realizando múltiples asociaciones llegó a convertirse en uno de los grupos económicos más importantes del sector. Sus números son elocuentes.

En 2020 -sigue- llegaron a acopiar 2,2 millones de toneladas y en 2021 subieron a 2,5 millones de toneladas. Las proyecciones de la empresa apuntan a saltar en los próximos cinco años a una siembra de 350.000 hectáreas y acopiar 3,5 millones de toneladas. La firma facturó en la campaña 2020-21... 650 millones de dólares, y se estima que en la campaña 21-22 pasaría los 750 millones de dólares. En esta facturación se contemplan también los ingresos de Agrofina, una nueva empresa del grupo que se dedica a la venta de agroquímicos”,  refiere Guillermo Cieza, en su excelente artículo “Los Grobo: ¿El otro campo?” .

En el que agrega que: “Los dueños de Los Grobo Agropecuaria son Victoria Capital Partner con un 83% de las acciones y Gustavo Grobocopatel con un 17%. Victoria Capital Partner es una multinacional…” con negocios diversos en Latinoamérica lo que hace que Gustavo Grobocopatel  sea “el accionista de una multinacional que tiene como nombre una fracción de su apellido”.

* La pedagogía del amo

En sus intervenciones Grobocopatel marcaba el sesgo inconfundible del amo “bueno”, que aprendió el montaje del discurso que lo hace pasar por amigo del futuro, mostrando sus habilidades discursivas del guion que anuncia las vicisitudes del mundo cambiante del siglo XXI y preparando las bondades del “conocimiento tecnológico” para el desarrollo de la agricultura familiar agroecológica en función de la “integración con el agronegocio”.

Es ahí donde el empresario se define como portador del saber y neocolonizador: “…la economía popular tiene una oportunidad en este mundo que cambia (…). Y "porque la gente que no tiene nada, tiene la posibilidad de pensar hacia adelante, saltando integrados a la tecnología, a la felicidad, un propósito colectivo, pero pensarlo en el siglo XXI. Ese es un modelo de mi agenda oculta, tratar de ver de cómo ayudar a que piensen un modelo del siglo XXI y ese modelo es la integración del modelo sojero con la agricultura familiar agroecológica…”.

Esa disquisición, propia de un discurso que encubre la apropiación y sumisión futura de la economía popular entendida como mercancía en el mundo ideológico grobopatelino va de la mano con la idea del conocimiento como mercancía, lo que lo habilita a decir que es más importante el conocimiento que la tenencia de la tierra, seguramente porque como  accionista de un pool de siembra sabe que los terrenos sembrados con los transgénicos pierden toda la capacidad de nutrientes en pocos años entonces el negocio es desertificar las tierras de otros.

Sucede que la economía popular, como la piensan específicamente los hacedores del modelo de producción agroecológica, es una herramienta para lograr la soberanía alimentaria y la emancipación del modelo tóxico que consume nuestras vidas. El modelo agroecológico plantea un cambio de paradigma hacia el buen vivir.

La respuesta de Grabois  fue que “si la tierra no fuera tan importante – (la tenencia) –  cuando yo digo reforma agraria, no saltarían por el techo los propietarios. Nuestra primer tarea es conseguir la tierra para quien la trabaja, nuestra primer tarea es conseguir la tierra para los 11 millones de argentinos que no tienen un terrenito para caerse muertos…”.

Más adelante el dirigente del MTE habló, en clave, del “plan A” que tiene con el empresario. Lo que daría como resultado que es factible la integración de ambos mundos, el del agronegocio sojero con la agricultura familiar agroecológica.

El brote, pero no ecológico, neurótico

De manera inexplicable frente a la reflexión, cuando terminaba el evento, de un docente universitario que después conoceríamos como Juan Manuel Milanesio, por la viralidad de las redes, expresa su opinión sobre el desarrollo y las conclusiones de la charla, en la que manifiesta que “advierte una sociedad”  (entre Grobocopatel y Grabois)  y luego de verter sus apreciaciones sobre que “…el sistema soja. Implica veneno, implica muerte…”, pregunta “ ¿cuál es la Argentina que se imaginan, la Argentina dentro de 10, 15, 20 años, si es una Argentina deshabitada y sembrada de soja con pequeños bolsones de lugares donde se va a hacer agricultura ecológica… cuál es la idea?”.

La pregunta tuvo un efecto “relato salvaje” que expuso la ira de Juan Grabois, que se sintió atacado en lo personal y tomo lo de “sociedad” como un “negocio”, y no como el “acuerdo” que él realiza con el empresario y así lo manifiesta, “acuerdo” para la integración del agronegocio y la agricultura familiar ecológica.

La saga de “relatos salvajes”, se dispara con la pregunta con que comienza a increpar al docente: “¿Dónde tenés el arma?” “Porque vos vas a destruir el modelo Grobocopatel, el modelo sojero” “¿Vos vas a destruirlo?” “¿Te da la nafta?”; ante el asombro del docente que mientras formulaba la reflexión vemos en el video a parte del público asintiendo las reflexiones que realizaba el docente, Juan Manuel Milanesio, antes de formular la pregunta directa y luego, ese mismo público “festejando” con sonrisas las increpaciones estilo “Intratables” para desacreditar la opinión del docente.

Lo que queda expuesto es que de acuerdo con Grabois el modelo sojero no hay forma de correrlo y él lo sabe bien porque es parte de la construcción del Frente de Todos y las políticas gubernamentales (donde no hay grieta) se orientan a fomentarlo y hacer posible su expansión para la generación de los dólares que se necesitan para pagarle la “estafa” al FMI.

A pesar de que el dirigente social le manifiesta al docente, en histriónica respuesta, que tiene “una diferencia absoluta con el modelo sojero de la Argentina, lo dije desde un primero momento (…) los problemas de la Argentina no se resuelven con palabras, se resuelven con acciones (…) si uno dice que el modelo del agronegocio es un modelo de muerte (…) eso lo tiene que defender con acciones (…) 50.000  familias de producción frutihortícola que la palabra agronegocio no la conocen porque no pudieron ir a la facultad…” y luego continuó con “se las lleva puesto el desarrollo inmobiliario…”.

Quien escribe estas líneas coincide con todas las manifestaciones que muestran al modelo del agronegocio como un “modelo de muerte”; Fabián Tomasi , que fue un exponente de la lucha contra el modelo de los agrotóxicos que se utiliza en el agronegocio, pagó con su vida.

Al igual que Ana Zabaloy, la docente de San Antonio de Areco que murió denunciando el modelo de muerte que se inyecta con las fumigaciones en las escuelas rurales, que incluye el agronegocio de Grobocopatel entre otros pooles de siembra y multinacionales decididas a lucrar con la desposesión y el despojo.

Como cientos de personas que habitan en los Pueblos Fumigados y ven morir familiares y enfermarse a sus hijxs. Los doctores Damián Verzeñassi y Medardo Ávila Vázquez dan cuenta de ello con pruebas científicas, entre otros tantos como el premio nobel alternativo, el Dr. Raúl Montenegro, casualmente profesor de la UNC, al igual que Ávila Vázquez, mientras que el Dr. Verzeñassi lo es de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

Probablemente, muchos de los habitantes de los Pueblos Fumigados no hayan ido a la universidad pero conocen perfectamente que el agronegocio los mata y los enferma y, justamente, las 50.000 familias conocen sobradamente lo que es el agronegocio porque los aísla, los corre, los presiona.

Sin ir más lejos, el propio Grobocopatel ofreciendo la felicidad a través del salto tecnológico que deberían dar las familias que trabajan en la agricultura familiar. Ese es su negocio, que va a subsumir la agricultura agroecológica y despotenciar su elemento más sustantivo, la lucha por el cambio de paradigma productivo.

Hay muchos temas que hay que “defender con acciones”, salvo que llamemos “acciones” a la visita de cortesía que realizó Grabois al Acampe de la Unidad  Piquetera, en su faceta de “cristiano” que se solidariza, pero no se moviliza por el proyecto presentado al gobierno para la realización de 100.000 viviendas y la generación de 1.000.000 de puestos de trabajo.

Para finalizar, según el dirigente social, el Plan A implica que “si me tengo que dar un beso en la boca con Grobocopatel o con quien carajo sea para que las 50000 familias tengan la posesión perpetua de sus tierras, lo voy a hacer y si querés llamarle a eso sociedad, llamale sociedad…”, fue el pre remate de su respuesta a la pregunta de Juan Manuel Milanesio, porque el remate se extiende a diatribas contra la izquierda personalizada en “los troskos”.

La soberanía alimentaria, el cambio del paradigma hacia el buen vivir, la solución al problema de la vivienda y el acceso a la tierra no va a venir de “acuerdos” con los Grobo y lo que representan; será con quienes portan la bandera de “la tierra es de quien la cuida y la trabaja”, el sector de la comunidad científica que también está en esta lucha, así como los pueblos originarios y agrupaciones ambientalistas, asambleas de pueblos y escuelas fumigadas,  los docentes por la vida, estudiantes y organizaciones sociales.

Y no con acuerdos que serán definitivamente traicionados por los hacedores del agronegocio para reducir la producción agroecológica a circuitos snob de su cadena de negocios, vaciando de sentido lo que implica la agricultura ecológica como portadora de significación de otro mundo posible y vivible.

Título y bajada: /En el marco del Segundo Encuentro Nacional de la Red de Intercambio Técnico con la Economía Popular realizado en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), se llevó a cabo la charla entre Gustavo Grobocopatel, sojero y agro empresario, y Juan Grabois, referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). «La soberanía alimentaria, el cambio del paradigma hacia el buen vivir, la solución al problema de la vivienda y el acceso a la tierra no va a venir de ‘acuerdos’ con los Grobo y lo que representan; será con quienes portan la bandera de ‘la tierra es de quien la cuida y la trabaja’, el sector de la comunidad científica que también está en esta lucha, así como los pueblos originarios y agrupaciones ambientalistas, asambleas de pueblos y escuelas fumigadas, los docentes por la vida, estudiantes y organizaciones sociales. Y no con acuerdos que serán definitivamente traicionados por los hacedores del agronegocio para reducir la producción agroecológica a circuitos snob de su cadena de negocios, vaciando de sentido lo que implica la agricultura ecológica como portadora de significación de otro mundo posible y vivible», opina Darío Balvidares en esta nota para Tramas.