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TINELLI, EL NEGOCIO DE LA GRAN IGNORANCIA

Más de un cuarto de siglo para distraer a cualquier precio, incluyendo sus muestras de  televisión basura, Marcelo Tinelli ha generado ahora el enojo de un amante del tango y milonguero por haberse metido con esa música, hija de la inmiigración.  Una nota escrita bajo el farol de la esquina.

 Por Emiliano Vidal (*)

Bailar tango en una milonga es sumergirse en un mundo interior, es vivir una sensación de libertad, sentir que el movimiento se vuelve arte. Bailar tango es el abrazo, es rubricar un acuerdo con el otro, es hablar el idioma de los cuerpos, es un espacio común y es un mismo código.

El tango ingresó al programa de Marcelo Tinelli,  el Sr Televisor, que arremete con ese baile para entretener a su audiencia.

Hizo bailar a una enana, a personas que le faltaban una pierna. También usó a un minusválido mental y no tuvo reparo alguno para subsumir a chicas a cortarles el hilo dental de las tangas.

Total, todo es lo mismo.

Baile de puro sentimiento, la música será la verdadera dueña del camino, no un Tinelli y ni otro como él.

Recientemente y con el asombro de que haya sido a casi a fin del primer año de gestión, el Gobierno nacional presentó la nueva programación  de varios canales, entre ellos Encuentro, que durante años logró sostener una propuesta digna e enriquecedora.

Entre otros temas, el tango allí era bien tratado y explicado.

La televisión nacional no siempre se realizó para esa mujer que patentó Bernardo Neustadt: Doña Rosa, personaje creado desde el machismo de ese periodista fallecido y tan alabado en tiempos menemistas como por parte del propio Marcelo Tinelli.

Doña Rosa era presentada por un atontada e ignorante mujer a la que había que darle basura porque otra cosa no iba a comprender.

¿Por qué los multimedios que dicen luchar por la libertad de expresión y la calidad de la televisión desde hace casi tres décadas siguen apostando a Tinelli? Porque es ganancia dineriaria.

Los medios de comunicación son poder pero la finalidad del poder no es educar a Doña Rosa por eso Tinelli arremete con el tango como hasta hace poco lo hizo con el baile del caño. Total, alguno dijo: la gente elige qué mirar.

Mentira: las personas ven lo que le dan y el bombardeo de basura es constante.

Hay dos formas de impedir pensar al ser humano: una, obligarle a trabajar sin descanso, y otra, obligarle a divertirse sin parar.

Así, el poder busca matar al individuo.

¿Por qué será que hay tanta fascinación por la temática zombie? Porque ahí reside el verdero peligro. Y lo sabe.

 ¿Hay alguna esperanza? Por supuesto que la hay. Es conocer para saber, saber para querer y querer para ser.

Nunca se querrá lo que no se conoce.

Tinelli no es un representante de nuestra cultura sino todo lo contrario.

Cultura es la capacidad de incorporar conocimientos para entender la historia de la humanidad, para realizar las investigaciones científicas, para lograr los adelantos tecnológicos, para generar sensibilidad en la gente frente al alrte, el teatro, el cine, los libros, al compromiso, al entendimiento, al diálogo.

Marcelo Tinelli ha basado su éxito en el chiste fácil de cierto humor argentino de burlarse del prójimo. El premio otorgado al Sr Televisor en 2014 por la Legislatura porteña fue o una imprudencia o una artilugio electoral. Ningún político quiere caer en las desgracias tinillescas como Fernando de la Rúa.

Ahora, la emprende con el tango, música que amalgamó nuestra identidad  nacional  nacida del dolor y las penas de los millones de inmigrantes llegados al país de la oligarquía porteña y pro inglesa de fines del silgo XIX comienzos del siglo XX. La inmigración ultramarina en el “gobernar es poblar” de Juan Bautista Alberdi no fue lo esperado.

Llegaron  tanos, gallegos, polacos y rusos, primero apiñados en el viejo Hotel de Inmigrantes, algunos con orientación hacia colonias del interior y los más a quedar en los conventillos al puerto natural de La Boca o en los andurriales bonaerenses cercanos.

Es necesario discutir la televisión, que  tiene una responsabilidad educativa y donde no todo puede hacerse en nombre del negocio.

Hay que hacerlo para nunca más escuchar a un docente decir que Tinelli venció.

(*) Periodista y abogado. También milonguero, dice.