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EL ESTADO PORTEÑO NO ASISTE A LA ESCUELA

El gobierno porteño ahorca con falta de fondos a la escuela pública, mientras genera condiciones para el crecimiento de la escuela privada. Datos: primarios,  245 establecimientos públicos y 475 privados; secundarios,  157 públicos y 338, privados; y superior no universitario, 69 contra 198.

Por Federico Saravia

En nuestro país, la calidad, gratuidad y universalidad de la enseñanza en tanto derecho humano y servicio público, ha sido históricamente una excepcionalidad en el ámbito latinoamericano y un motivo de orgullo para nuestra comunidad. Ha resultado ser un dispositivo eficiente a la hora de promover la movilidad social ascendente.

Ha fortalecido a la clase media argentina y la ha empoderado a través de la transmisión de conocimientos y valores. La educación pública, a lo largo de la historia, ha sabido integrar en la diversidad.

Esa función social, que ha sido además motor y condición para la igualdad de oportunidades, solo puede realizarse de la mano de un Estado que asume su responsabilidad y destina los recursos públicos necesarios para su desarrollo.

Es así que el financiamiento es uno de los factores claves de la política educativa, en cuanto define y refleja las prioridades que los gobiernos asignan a la educación.

En la Ciudad de Buenos Aires, es alarmante la continua desinversión en la educación pública, por lo que su histórica misión se encuentra amenazada.

En 2017, el esfuerzo presupuestario en educación fue el más bajo de los últimos años: de representar el 27,8 por ciento del total del presupuesto en el 2011 y el 22,2 en el 2015, el porcentaje cayó al histórico 19 por ciento.

Esta desinversión es parte de una decisión política que se plasma en la decreciente participación de la inversión social en el total del Presupuesto: en el Presupuesto 2017 es de 53 por ciento, cuando en el 2011 alcanzaba el 66.

El panorama no solo fue alterado por la desinversión en educación, con su correlato en la baja de la calidad educativa. También somos testigos de un proceso de privatización de la educación: hoy, en la Ciudad de Buenos Aires, los estudiantes de establecimientos de gestión privada representan el 51 por ciento del total, muy superior al 20 de promedio a nivel nacional.

La preponderancia de la gestión privada se manifiesta, por ejemplo, en la cantidad de unidades educativas en la Ciudad.

Según la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad, para el nivel inicial, de un total de 720 establecimientos, 245 son de gestión pública y 475 de gestión privada.

Para el nivel medio, existen 338 establecimientos de gestión privada y 157 de gestión pública.

Y el nivel superior no universitario, hay 69 unidades educativas estatales, y 198 de gestión privada.

Existe un dato no menor vinculado al financiamiento educativo y, por ende, a las prioridades del Gobierno de la Ciudad: mientras el presupuesto educativo total viene reduciéndose progresivamente,el presupuesto destinado a financiar a los establecimientos de gestión privada viene creciendo hasta alcanzar, en el Presupuesto 2017, un porcentaje del 16,2 por ciento del total de los recursos destinados a la educación.

Así, creció un 161% entre 2014 y 2017.

La mayor asignación presupuestaria podría llevarnos a la desacertada conclusión de que la educación impartida por privados es de mayor calidad. El desempeño de los alumnos de la Ciudad en evaluaciones educativas muestra claramente que los problemas que hoy presenta la educación pública son propios del sistema en su conjunto.

Siendo que hay un total de 274.514 alumnos cuya educación es subsidiada por el Estado (el 74 por ciento de los alumnos de establecimientos de gestión privada), la antinomia entre lo “público” y lo “privado” resulta ser falsa.

O por lo menos son falsos los límites impuestos por ella.

Cabe entonces preguntarnos: ¿cómo afecta el nuevo panorama a la calidad educativa? ¿Cuáles son los desafíos educativos del nuevo escenario y del nuevo siglo?

Toda educación es pública, por lo que el Estado es responsable no sólo por las vacantes, recursos y resultados de los establecimientos de gestión estatal, sino por el desempeño de todos los establecimientos de la Ciudad.

Aunque más de la mitad de los establecimientos sean gestionados por privados, muchos de ellos funcionan gracias a subsidios estatales y todos son parte del sistema de la educación pública.

Es preciso repensar la educación a la luz de sus propósitos originales y sus premisas humanistas y constitucionales. Para construir una ciudad moderna y de iguales, la discusión sobre la administración de recursos y el financiamiento educativo debe darse partiendo de la idea de “integralidad”, asumiendo el Estado la responsabilidad que le compete.

En el camino hacia una educación más inclusiva y de calidad, el financiamiento cumple un rol fundamental. No podemos hablar de potenciar nuestro capital humano, educar para la sociedad del conocimiento o trabajar por la alfabetización digital si la educación pública (impartida en establecimientos de gestión pública o privada) no es una prioridad presupuestaria.

Es imprescindible garantizar que todos los niños y niñas de la Ciudad tengan las mismas oportunidades de acceder a una educación de calidad. Y para ellos tenemos que exigir no solo un aumento del presupuesto, sino también que la educación esté a la altura de los desafíos del siglo XXI.  Es preciso trabajar en mejorar la calidad de la educación pública, en pos de mejorar día a día la calidad de vida de nuestra comunidad.

(*) Presidente del Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires.

Cintillo, volanta y título: Sociedad/ Opinión/ Pensar la escuela porteña de manera integral

Fuente: Página /12, 27/3/17