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CONFLICTOS Y HORA DE TRASLADAR LA CAPITAL

La Nación, la Capital Federal y la ciudad Autónoma de Buenos Aires forman parte de uno de los triángulos de mayor conflicto. La convivencia  nunca se caracterizó por la armonía. Los sucesos de intrusión por viviendas desnudaron aún más esta realidad. ¿Llegó el momento de delimitar la Capital Federal o, mejor, trasladarla al interior y devolver la ciudad a la provincia de Buenos Aires? ¿Será pronto?

Por Emiliano Vidal

Octubre de 1874. Domingo Faustino Sarmiento, entonces en sus últimos días como primer mandatario de la República Argentina, le dice a su sucesor en el cargo: “Usted es el único presidente que no sabe usar una pistola”.

Al final de su gobierno, Nicolás Avellaneda llevaba un revolver en la cintura.

 ¿Que sucedió para que el abogado tucumano, devenido en jefe de Estado, cambiara su actitud?.

La ciudad de Buenos Aires, que desde el 25 de mayo de 1810 oficiaba de asiento de ese proyecto de nación, recién sería federada setenta años más tarde

 -septiembre de 1880-, en un territorio tomado a sangre y fuego de la provincia de Buenos Aires, en una  guerra civil entre porteños y bonaerenses.

Desde hace más de 130 años es sede del distrito federal. Fue con la reforma constitucional de 1994, que debatió en torno a la ciudad de Buenos Aires, cuando se procuró definir su autonomía y su función como Capital Federal de la Nación.

Más de tres lustros después, no queda claro si los porteños viven en un municipio o en una provincia y si su autonomía es verdadera.

Son temas de vieja data.

Los integrantes del Triunvirato de 1812 fueron los primeros en plantear la necesidad de contar una capital para el gobierno de las Provincias Unidas del Sur.

Un año después, en la emblemática Asamblea de 1813, el oriental Gervasio Artigas planteó que no fuera Buenos Aires. Décadas más tarde, condimentadas al calor de guerras civiles, es decir unitarios y federales, levantamientos provinciales, el asesinato de Manuel Dorrego, la aparición de Juan Manuel de Rosas, la batalla de Caseros y la expulsión del Restaurador, la separación de Buenos Aires (y posterior retorno) del resto de las provincias, entre otros trascendentes sucesos, fue sancionada la ley número 1029, de federalización o municipalización de la ciudad de Buenos Aires.

El Parlamento aprobó esta norma hacia el final del gobierno de Avellaneda y los comienzos de su sucesor, el también tucumano Julio Roca, el campeón del exterminio de los pueblos originarios.

Culminaba, así, la eterna posición de la ciudad/puerto sobre el interior del país y el flamante estado nacional pasó a tener su distrito capital: la ciudad de Buenos Aires. La guerra entre bonaerenses a favor y en contra dejó más de 3000 muertos.

El ala dirigencial de Buenos Aires más representativo, desde Bartolomé Mitre, pasando por el autonomista Adolfo Alsina hasta su discípulo, el futuro radical Leandro Nicéforo Alem, estaban en contra de la federalización de la ciudad porteña.

La historia no se repite, continua.

Durante la reforma constitucional del 94, los constituyentes agregaron en el capítulo sobre Gobiernos de Provincias, un autonomismo acotado para la ciudad de Buenos Aires. Así, los porteños pueden votar a su propio jefe de gobierno y legisladores, si bien desde la federalización de 1880, la ciudad ya contaba con un Concejo Deliberante. Atrás quedaba la elección a dedo del intendente a cargo del inquilino presidencial de turno de la Casa Rosada.

La ciudad Autónoma de Buenos Aires y su papel de Capital Federal pasaron a ser dos realidades institucionales en un mismo cuerpo y cuyo corazón es la sociedad porteña.

* La ley Cafiero

Incluso, respetando la reforma de la Constitución Nacional, el Congreso sancionó un año después, en 1995, la llamada ley “Cafiero” -24.588- tras el proyecto presentado por el entonces senador bonaerense Antonio Cafiero, cuyo eje era limitar facultades de la ciudad de Buenos Aires mientras funcione como capital de la República.

Desde la Revolución de Mayo, la ciudad porteña nunca logró ser buena anfitriona de la Nación. Así como Avellaneda se sentía inseguro en su casa de la hoy calle porteña Moreno 522, desde la reforma del 94, las autoridades nacionales no siempre están cómodas con la autonomía porteña de distinto color político.

La idea de desglosar la Capital Federal de la ciudad de Buenos Aires es una tarea tan descomunal como difícil, subsumida a intereses electorales. ¿Si la Capital es delimitada, qué parámetros se tendrían en cuenta dentro de la ciudad Autónoma de Buenos Aires?. ¿Qué barrios quedarían dentro de la ciudad porteña y cuales formarían parte de la capital?. ¿Estarían dispuestos los habitantes porteños a formar parte de ciudades bonaerenses si la autonomía de la ciudad de Buenos Aires desaparece y se retorna a la provincia homónima?. ¿Es factible que si la Capital Federal se traslada a otro lugar, la provincia de Buenos Aires reclame la devolución de su ciudad perdida hace 131 años?

Presionado por la inminente guerra civil que finalmente se desataría,  al mando de Carlos Tejedor, entonces gobernador de Buenos Aires por un lado y por el presidente de la Nación electo, Julio Roca y el tucumano Nicolás Avellaneda por otro, éste mudó la capital  y su gobierno, al entonces pueblo bonaerense de Belgrano.

Es allí mismo donde el 20 de septiembre de 1880, el Congreso de la Nación declara al municipio de la ciudad de Buenos Aires capital de la República Argentina. Los edificios públicos quedaron bajo la jurisdicción de la Nación.

En palabras del escritor y político Jorge Abelardo Ramos, con perdedores como Mitre y Tejedor, “no se repetirá ni otro Cepeda ni otro Pavón”.

La derrotada provincia de Buenos Aires cedió los partidos de Flores y Belgrano, anexados al territorio de la flamante Capital Federal.

Dos años después, en 1882 el Parlamento creó las figuras del intendente –elegido a dedo por el presidente de la Nación de turno-y el Concejo Deliberante porteño.

* Vanos intentos

En este triángulo de la discordia - Capital, Nación y ciudad de Buenos Aires- se perdieron cantidades de proyectos por trasladar el distrito federal fuera de la ciudad porteña.

En 1868, el entonces presidente Bartolomé Mitre, vetó la Ley 252, que pretendía mudar la capital a la ciudad de Rosario. Lejos de realizar su proyecto de llevarla a la isla Martín García, el sucesor de Mitre, el sanjuanino Domingo Sarmiento, también vetaría la norma que propuso instalarla en dicha ciudad santafecina, así como la de trasladarla a Villa María, Córdoba.

 También naufragaron los intentos de dictadores como Alejandro Lanusse, quien en mayo de 1972, decretó la ley 19.610, que planteaba la necesidad de trasladar la “Capital de la Nación fuera de la Ciudad de Buenos Aires”.

A cuatro años del retorno de la democracia, el 27 de mayo de 1987, en instancias de un proyecto del presidente radical Raúl Alfonsín, el Congreso de la Nación sancionó la ley 23.512 en la que se declara como asiento de la futura Capital Federal, a porciones del territorio de las ciudades de Viedma, Carmen de Patagones y Guardia Mitre, junto con un amplio sector de campos en la zona del Valle Inferior de la provincia de Río Negro.

Previamente, esos terrenos fueron tratados por las Legislaturas de las provincias de Buenos Aires y Río Negro. El proyecto, original era conocido como Proyecto Patagonia, que tenía como objetivo no solo descentralizar la ciudad de Buenos Aires, sino también poblar y desarrollar la región patagónica.

Dos meses más tarde, a través del decreto 1156, el gobierno radical creó el Ente para la Construcción de la Nueva Capital, que sería derogado dos años después por Carlos Menem. Además, la ciudad de Buenos Aires dejaría de ser un municipio, no retornaría a la provincia homónima y pasaría a ser una provincia con instituciones propias y la elección mediante el voto del gobernador y legisladores.

Una convención constituyente se encargaría de organizar sus tres poderes.

La derrota electoral del gobierno radical en 1987, la hiperinflación que azotaba al país y las urgencias legislativas del momento como las leyes de punto final y obediencia, obligaron a dejar aun costado a la ley 23.512, que años después fue derogada.

En 1996, los porteños eligieron a los convencionales constituyentes – llamados estatuyentes- y ese mismo año, mediante las urnas, asumía el primer jefe de gobierno o gobernador porteño.

* Los conflictos

Traslado Nación versus ciudad autónoma de Buenos Aires y viceversa y un mismo cuadrilátero: la Capital fFderal.

El primer conflicto con la autonomía porteña se produjo a fines de los años noventa. Fue por la instalación de un casino en un barco anclado en el barrio de Puerto Madero.

El entonces presidente Menem y el gobierno porteño a cargo del radical Fernando de la Rúa, planteaban distintas lecturas en torno a la jurisdicción de las aguas y la costa del Río de la Plata. La situación perdura mientras gira la ruleta.

En el 2005, se produjeron graves conflictos mientras se votaba en la Legislatura porteña las modificaciones al código de contravenciones de la ciudad.

El gobierno nacional a cargo de Néstor Kirchner decidió no enviar a la Policía Federal.

En los últimos años, el actual jefe porteño, Mauricio Macri, decidió  crear una fuerza de seguridad de la ciudad –la Policía Metropolitana- ante la demora de las autoridades nacionales por el traspaso de la Policía Federal. Por ahora una fuerza sin poder de ocupación.

¿Es el momento de delimitar la Capital Federal o la mejor salida sería trasladarla?.

Quizá es el momento de que la ciudad de Buenos Aires tenga una verdadera autonomía, sea declarada una provincia y se libere de la responsabilidad de ser anfitriona del gobierno nacional.

Tema pendiente en la dinámica del Bicentenario, período que abarca hasta el año 2016, aniversario de la Independencia nacional, y por lo tanto ocasión propia entonces para elegir a la persona que podría ocuparse de ello a partir de la elección presidencial del 23 de octubre.

Es hora de una Argentina de ideas fuertes.