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GRITOS EN LA MADRUGADA

Este artículo, que en la web del diario Clarín se publica sin firma porque su autor dejó de trabajar en la empresa, describe el clima al borde del gran escándalo con la aprobación del Presupuesto 2001, el último del gobierno de Fernando de la Rúa, que un año después  renunciaba y huía en  helicóptero dejando un tendal de muertos.

Por Armando Vidal

Los finales de las sesiones calientes en el Congreso se parecen al de los festivales de música: son a toda orquesta. El debate en la Cámara de Diputados sobre el Presupuesto para el próximo año llevaba más de doce horas el miércoles cuando comenzó un in crescendo político a partir de la filosa intervención del peronista Carlos Soria. Eran las tres de la mañana. Su voz tronante, admirable para despertar dormidos, comenzó a transformar la discusión en una pelea cuerpo a cuerpo.

El tono de su intervención puede resumirse con lo que dijo como remate. "Los peronistas somos capaces de ponernos de acuerdo. Les entregamos un país en marcha y no queremos recibir un país incendiado; no queremos recibir el país de Raúl Alfonsín", dijo en medio de aplausos propios y abucheos ajenos.

En el fin de la somnolencia colectiva, entró en escena Jorge Matzkin, el ex presidente del bloque del PJ durante ocho de los diez años de Carlos Menem. Empezó a presentar facturas. "A los radicales nunca les interesó demasiado el Presupuesto, que nunca presentaron en término en el gobierno de Alfonsín", reprochó. "Para algunos, las promesas electorales en campaña son inversamente proporcionales a la acción que desarrollan cuando llegan al Gobierno", apuntó.

Y, de paso, contó una anécdota de sus propios pesares cuando quería arrastrar al recinto al radicalismo en tiempos en que Fernando de la Rúa —-fue en 1992— era presidente de la bancada radical. "Toto, a veces la mejor ley es la que no sale", fue la respuesta que le atribuyó al ahora jefe de Estado.

Fue entonces cuando Jesús Rodríguez volvió al estilo que tenía cuando era un exponente de la Junta Coordinadora y produjo la reacción radical más contundente. Con un verbo inflamado recordó que la comisión mixta revisora de cuentas, que es la que supervisa en el Parlamento la ejecución de los Presupuestos, sólo alcanzó a aprobar el de 1993.

Dijo a los gritos con tono de denuncia que ello fue así porque a partir de los años siguientes "el gobierno de Menem se olvidó de registrar los ingresos por privatizaciones debido a que no tienen los papeles para demostrar qué se hizo con el dinero de los argentinos", gritó el diputado.

Se ofendió entonces Humberto Roggero, el jefe de la bancada justicialista. "La agresión y la calumnia no son el camino", se le alcanzó a entender en medio de palabras que se atropellaban en su enojo. No soslayó mencionar la estampida hiperinflacionaria de 1989, en alusión al "sacrificio de Jesús" (Rodríguez) como el último ministro de Economía de Alfonsín. Después, en su condición de titular del bloque aliancista, habló Darío Alessandro, quien, en realidad, leyó un discurso sobre economía fuera de ese contexto ardiente.

Se votó finalmente en general: 122 a favor, 98 en contra, 9 abstenciones y 3 sin llave, marcó el vetusto tablero de la Cámara. No fue la última votación. Hubo otras para determinar si se seguía con el tratamiento en particular del centenar de artículos. Se dio la curiosa coincidencia de que terminaban empatadas. Desempató el presidente del cuerpo, Rafael Pascual. Pero al instante le dio la razón a la oposición y dispuso el pase a cuarto intermedio.

Eran casi las 4.30 de la madrugada. Cansados, los gladiadores de las palabras, alzaron sus bártulos y se fueron juntos entre sonrisas y comentarios.

Así son los profesionales de la política.

Volanta y título: El paquete económico: apuntes de una sesión que terminó ayer a la mañana/ Los gritos que más sonaron en la madrugada

Fuente: Clarín, 30/11/2000.

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