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LA DURA CARGA DE CHACHO EN EL RECINTO (5)

Este fue el preámbulo de la discusión en el recinto que llegaría varios días más tarde por la dificultosa tarea de obtener quórum que el oficialismo logró con la colaboración del bloque demócrata progresista, contra la decisión de Rafael Martínez Raymonda. Aquí Chacho Alvarez hace trizas al siniestro Juan Carlos Sabio Ello le valió un creciente salto en su popularidad.

Por Armando Vidal

Chacho Alvarez era uno de los veinte vocales de la comisión de Previsión Social, encabezada por el sindicalista menemista Gerardo Cabrera, con el radical Juan Manuel Moure como vice primero, el justicialista Carlos Sueiro como vice segundo y González Gaviola y Sabio como secretarios.

Participaba de las reuniones, tenía una excelente relación con Clérici -cruzaban bromas sobre Menem y Alsogaray- y contaba a Sabio entre los que se oponían a la ley.

El manriquista Andrés Fescina, también integrante de esa comisión y parte de esa alianza, había llevado al representante del partido Blanco de los Jubilados a un acto en Jujuy donde Sabio se pronunció frontalmente contra la privatización Pero, súbitamente, después de una reunión con Bauzá, Sabio pegó una vuelta en el aire y apareció firmando el despacho de comisión, luego de haber asomado la cabeza en la reunión y de retirarse tan sigilosamente como había venido.

Los radicales de la comisión -nueve en total- y Fescina pensaron lo mismo que Chacho pero no lo dijeron.

Él lo dijo con todas las letras: “Este hombre es un corrupto, un traidor a la causa de los jubilados”. Sabio reaccionó. Llamó a una conferencia de prensa de la cual los cronistas salieron convencidos de que se trataba de un reverendo botarate o bien de un flor de un vivo que era capaz de transmitir aquella impresión mientras ensanchaba sus bolsillos.

El escándalo prendió con la intervención del periodista de TV Bernardo Neustadt, un entusiasta de las privatizaciones y la liquidación del Estado, quien cargó las tintas sobre Alvarez haciendo una interpretación que dejaba en pie a un Sabio decoroso.

Chacho no lo toleró.

Fue a Tiempo nuevo -el programa que Neustadt conducía sin Mariano Grondona, que a esa altura había pasado a la entonces menemista ATC donde poco antes había nacido su Hora Clave ,para decir que acudía al solo efecto de ratificar su opinión y no para aprovechar el espacio porque había jurado que iba a ser alguien en política sin ir al programa de Neustadt, a diferencia de otros legisladores que hablaban mal pero luego se rendían ante las luces de la televisión.

Chacho hablaba sin pelos en la lengua desde su banca al devolver la cuestión de privilegio a quien “con su conducta vulneró el decoro de esta Cámara de Diputados que está siendo observada y sospechada por la sociedad y por ello reclama conductas claras y transparentes”.

Sigue en el uso de la palabra:

- Mientras el señor diputado González Gaviola informaba acerca del dictamen del oficialismo, el señor diputado Sabio casi clandestinamente pasó por la comisión y desapareció. Ello motivó que en dos oportunidades lo llamara al despacho para adelantarle que iba a hacer pública su conducta ambigua, errática y sospechosa. Y la sospecha la crea no sólo la conducta del señor diputado Sabio sino también el comportamiento del bloque oficialista en ese día tan desacertado y aciago para el Congreso Nacional.

Las cuestiones de privilegio  son aquellos asuntos en los cuales los parlamentarios tienen derecho a formular un planteo, de exposición inmediata, en cualquier tramo del debate sobre un asunto que se estime vulnere al cuerpo que integran todos los legisladores, sea un agraviado en su conjunto o en cualquiera de sus partes.

Salvo escasas excepciones, se remiten a comisión que al tiempo las archiva no dando lugar a un dictamen favorable. Tienen otros efectos: valen por la razón que las inspira y el modo que se formulan.

Chacho continuó:

- Una conducta clandestina, vergonzante y no publica de un diputado de la Nación, que tiene la responsabilidad de representar a los jubilados, está afectando el decoro de esta Cámara. A partir de comportamientos como éste, todos los integrantes de este Parlamento quedamos sospechados de compartir esa conducta o de ser cómplices de ella, salvo que nos expresemos públicamente sobre el hecho. Entonces, la cuestión de privilegio es clara y concisa. La conducta política del señor diputado Sabio vulnera la credibilidad de esta Cámara. Nos ofende como diputados, y ofende a la gente y a los propios jubilados. No se como ese legislador tiene la vergüenza, el descaro y la indignidad de sentirse ofendido. Solicito que votemos por el sistema electrónico esta cuestión de privilegio. Este tipo de conductas, si bien no son punibles desde e punto de vista del delito, ya que no hay pruebas, deben hacer sufrir la ofensa y la humillación social, ya que no debe haber diputados en esta Cámara con conductas tan ambigüas, clandestinas y vergonzosas como la del diputado Sabio.

Correspondía que cada uno dejara impreso su nombre con el voto para abrir o no la discusión. Si el resultado resultaba afirmativo, el debate podía llegar al fondo del asunto hasta probablemente rozar el modo como se captan los votos en Diputados en momentos que estaba pendiente la pelea por los dictámenes de Asuntos Constitucionales sobre el diputrucho.

Era en consecuencia imposible que éso se hiciera en la Cámara de Pierri, de Carlos Romero y de Jorge Matzkin.

Por eso el menemista Luis Martínez, que presidía la sesión, dijo que se iba a votar en su oportunidad, lo que nunca llegó. La votación hubiera permitido visualizar de qué lado se ubicaban los interesados en esclarecer lo que el mismo Sabio pedía.

En ese lado, no estaban Matzkin y los suyos.

Mientras Alvarez hacia trizas a Sabio, sin que nadie del oficialismo atinase a defenderlo, Moure utilizaba la misma vía reglamentaria para protestar por la irregularidad de lo ocurrido en el plenario de las comisiones de Cabrera y Lamberto.

 “Si el oficialismo tiene efectivamente la seguridad de contar con los votos necesarios para que su posición triunfe y su dictamen sea el de mayoría, no hay motivo para ocultarlo”, dijo.

Eran dos reacciones distintas.

A Luis Zamora, que recordaba que el FMI estaba imponiendo el plazo del 31 de marzo para aprobar la reforma; que citaba a Ambito Financiero (1) cuando advertía que sería una catástrofe que no saliese la ley, y aludía a las presiones de ABRA, ADEBA, las aseguradoras y las amenazas del decreto de Menem, nadie lo escuchaba: era un trozquista (2).

Llegó luego la sucesión de fracasos para alcanzar el quórum, sólo alcanzado cuando el justicialismo logró quebrar la resistencia del bloque demócrata progresista, - salvo a Martínez Raymonda-, y pudo abrir la sesión el 14 de abril.

Mientras el paso por la comisión lo había conseguido mediante la fuerza, la captación de quienes acompañaban criticamente al proceso piloteado por Menem respondía casi a un acto de seducción: dar la posibilidad de participar en la argamasa resultaba barato con relación a los beneficios de que los herederos de Lisandro de la Torre posibilitasen el paso por el recinto y la colaboración con el quórum llegada la hora de votar.

Para eso, Natale obtuvo de Matzkin la creación de un grupo ad hoc para pasar en limpio las diferencias.

Una de las variantes que ofició de anzuelo era la posibilidad de dejar de lado la obligatoriedad del pase al sistema privado por la elección libre del interesado. Otro de los compromisos fue que el PEN no vetaría el artículo 39.

Viraron también los diputados de extracción sindical al lograr la opcionalidad del sistema y una merma en el costo del seguro de vida.

El primer acuerdo provenía de octubre de 1992 cuando lograron que los sindicatos tuvieran derecho a contar con sus propios fondos administradores pero luego se agudizó el enfrentamiento con las 62 Organizaciones de Lorenzo Miguel, lo que se superaría a fines de abril.

Uno a uno fueron cayendo los díscolos como Humberto Romero y el renuente Federico Zamora, bajo los enojos de Menem ante los reiterados fracasos en alcanzar el quórum.

Primero en la sesión del 10 de marzo cuando el tema figuraba en el orden del día y luego en las tres sesiones especiales convocadas a ese sólo efecto en cada una de las semanas siguientes.

A las 17 y 43 del 14 de abril de 1993 se rompió la resistencia cuando entró el último diputado y se alcanzaron los 130 presentes.

Se trataba del salteño justicialista Eliseo Barbera, que así logró un instante de notoriedad, quien se sentó en la última butaca del extremo izquierdo. Tenía 256 para elegir y justo prefirió la banca de Juan Abraham Kenan, el diputrucho.

(1) Edición del 29/12/92.
(2) Luis Zamora hizo mención al diputrucho empleado para privatizar Gas del Estado; también a que se había intentado privatizar Segba violando el plazo que establecía el reglamento para presentar observaciones luego de producido el dictamen, en diciembre de 1991;  que se había cuestionado el quórum con el cual empezó el debate de la privatización de YPF, ya que fueron considerados presentes los diputados Galván y Molinas, y que hubo denuncias de coimas provenientes del propio riñón del bloque oficialista.

Fuente: El Congreso en la trampa, Armando Vidal, Planeta, 1995. Pags. 233/5.