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NORA LAGOS, LA DIRE PERUCA DE LA CAPITAL

Después de entregar su vida a la causa peronista, el ex senador y diputado nacional firmante de este artículo vuelve al tema de los periodistas, en este caso de la rebelde directora de La Capital, de Rosario.

Por Oraldo Britos

 A pesar de contar en mí haber con muchos años de militancia, lo que han permitido conocer y vivir importantes etapas del movimiento peronista, siempre me sorprenden algunos hechos de incalculable valor histórico.

 

Lo digo en este caso por las actitudes valientes y sin dobleces de Nora Lagos que nos hacen sentir orgullosos de la causa política que abrazamos cuando jóvenes.

La pasión, factor que enriqueció la motivación de la razón de nuestra lucha por haber sido dignificados como trabajadores, nos obliga espiritualmente aparte de ser agradecidos, a difundir los hechos más trascendentes que permitieron la valorada existencia del movimiento peronista.

Entiendo que la compañera Nora Lagos merece un importante lugar en la galería donde se destacan hombres y mujeres que aportaron todo y nunca pidieron nada, ya que solo supieron servir a los sagrados intereses de la Patria. Estas líneas podrán carecer de calidad literaria, pero no de una expresiva actitud de reconocimiento a esta brillante y recordada mujer.

* La nieta rebelde

El 8 de diciembre de 1955 aparecía en la ciudad de Rosario el diario La Argentina, cuya directora Nora Lagos, bisnieta del fundador del diario La Capital, demostró desde el inicio una destacada valentía puesta al servicio del peronismo, asumiendo una oposición frontal y opositora al régimen gorila instaurado en el país.

Por eso el 28 del mismo mes fue encarcelada y descalificada como periodista por la prensa amarilla del gobierno de facto.

Las consecuencias persecutorias que debió pagar no la amilanaron en lo más mínimo para hacer conocer su libro Después que se fue Perón. El coraje de Nora Lagos contagió a la militancia de todo el país mientras vivía más de 150 días encarcelada. La adversidad no diluyó su espíritu de lucha y cuando obtuvo su libertad editó otro periódico llamado Soberanía, que también continuó como órgano de la resistencia peronista.

En La Argentina encontramos una nota escrita por Raúl Scalabrini Ortiz sobre la libertad de prensa que decía así: “Para iluminar el fondo de los acontecimientos argentinos y advertir, tanto a los ciudadanos como a las autoridades de facto, sobre los peligros que entrañan ciertas medidas que se adoptan sorpresivas y súbitamente, como la desvalorización de la moneda. Publiqué una serie de notas en el diario El Líder, única tribuna no controlada por el gobierno, cuya voz resonaba con timbres argentinos en el pantano donde croan las ranas asalariadas”.

Más adelante continúa: “Sin ninguna cortapisa, mis notas iban directamente encaminadas a desenmascarar a los verdaderos promotores y a los verdaderos beneficiarios de las medidas que se adoptan con la justificada precipitación. Penosamente habíamos comenzado a escapar del predominio británico y, de pronto, como quién cae a una zanja, nos sentimos hundirnos inermes en la miserable condición de factoría. La campaña de El Líder alcanzó una resonancia comprensiva tan amplia que sorprendió a las que todavía no han alcanzado a convencerse de que el argentino es el pueblo más intuitivo y por lo tanto más inteligente políticamente de la tierra, incluidos los británicos, que pueden explotarnos y dominarnos con nuestras propias armas, pero no pueden engañarnos. Ese único reducto de la verdad (se refiere al diario El Líder) fue intervenida por el gobierno de facto, con el pretexto de que era propiedad de una sociedad colateral de los obreros de la CGT”.

 Podemos decir que la pluma de Scalabrini continuó colaborando con numerosos medios de la resistencia peronista.

Mientras que en La Argentina se hacía eco de la lucha de los trabajadores ante el encarcelamiento de sus dirigentes y la intervención de los sindicatos con un fuerte artículo que alertaba a los trabajadores sobre las presiones del gobierno militar para dividirlos, por lo que titulaba una nota de la siguiente manera: “La desunión obrera es un suicidio sindical”.

En la investigación siempre surgen temas de un gran valor, personalmente en aquellos tiempos ni se me hubiera ocurrido pensar a la distancia que un diario nacido en el siglo XIX en la ciudad de Rosario denominado La Capital, una de su descendientes que era Nora Lagos se transformara en una intelectual defensora de la causa peronista después de setiembre de 1955.

Debemos decir que a principio de la década del 50 en Buenos Aires los diarios principales eran La Época, Democracia, Crítica, Noticias Gráficas, El Mundo, La Nación, La Razón, Clarín, La Prensa y en Rosario como segunda ciudad del país, circulaba La Capital.

En 1953, a los 28 años de edad Nora Lagos fue la primera mujer que estuvo frente a La Capital poniendo la publicación del diario en coincidencia con el quehacer político del peronismo en la mayoría de sus artículos.

Realmente resultaba extraño dado que bien pudo haber seguido el destino marcado por su familia, pero evidentemente sintió la doctrina peronista como propia quedando con su opinión en la vereda de enfrente.

Se envolvió en la bandera del primer peronismo y devino en la única mujer que en toda la historia de La Capital estuvo a cargo del diario, en septiembre de 1953 lo convirtióo  de acérrimo opositor al gobierno en un órgano oficialista sin medias tintas.

Cuando asumió esa responsabilidad tenía apenas 28 años.

Dos años después acompañó la caída del gobierno de Juan Perón con su propia caída.

Nora Lagos, bisnieta de don Ovidio, el fundador del decano de la prensa argentina, ya era leyenda blanca o negra, según quién la contara antes de su muerte en noviembre de 1975.

Hoy su figura vuelve como militante ejemplar del peronismo.

Nora Lagos había nacido el 14 de febrero de 1925, su padre era Carlos Lagos, director de La Capital entre 1916 y 1940, nieto del fundador y activo dirigente de la democracia progresista, cuando la lideraba Lisandro de la Torre; su madre, María Teresa Chauvín, era de nacionalidad francesa.

Como tantas chicas de clase alta de la época con estudios secundarios, su matrimonio fue con alguien perteneciente a las familias acomodadas: Hugo Mac Dougall, con la diferencia en todo caso que era familia ligada a la vida artística y a los escritores, con amigos como Homero Manzi, Hugo del Carril, Enrique Muiño, Zully Moreno, Tania, Enrique Santos Discépolo, Tita Merello, Mirta Legrand y otros.

Eran tiempos que el cine nacional hacía conocer películas como Malambo, El Cura Gaucho, Tres hombres del Río, El Tambor de Tacuarí y muchas otras que se destacaron.

Todo esto les permitió a Nora y Hugo integrarse a círculos sociales y culturales afines al peronismo, frecuentándolos y recibiéndolos en su piso de Avenida Libertador en la Capital Federal.

Nora no ejercía todavía la dirección de La Capital y ya sentía atracción por el peronismo, había sido una admiradora de Evita por su solidaridad con los más humildes y por gestión de unos amigos fue recibida, junto con su esposo, por el presidente Perón. Fue 4 de setiembre de 1953. Hablaron más de una hora, especilamente sobre periodismo.

Poco días después asumía sus funciones al frente de La Capital, con lo cual pasó a ser la primera mujer y hasta ahora la única con esa responsabilidad en dicha empresa, donde nunca dejó de lado la frase de su bisabuelo en cuanto a que ese diario “pertenece al pueblo”.

Añadió que nuestra divisa será “el amor a la patria”, porque amando a la patria estaremos más unidos.

Así, recordó, lo había dicho el “gran patriota” , general Perón, al visitar Rosario con motivo de la inauguración de la casa propia de la CGT, en la calle Córdoba al 2000, oportunidad en que envió a los trabajadores del diario una tarjeta donde les decía: ¡Adelante Muchachos!.

Al día siguiente. apareció en diario la fotografía dea Nora Lagos junto al presidente Perón.

Nora ya venía ejerciendo su gran influencia sobre la línea política del periódico, de modo que ser directora, editora y militante peronista era la misma cosa.

“Al confundirse con un abrazo con la señora Lagos, el general Perón le dijo: “Lleve este saludo a los muchachos”, cuenta el cronista.

Para avanzar en una interpretación libre de la escena, prosiguió: “No pensó el Presidente en la empresa. Su recuerdo unió a la institución con aquellos que la engrandecen mediante su labor cotidiana y su inquietud incesante. Perón al pensar en La Capital, pensó en los muchachos que la escriben y la componen”.

* La caída de Perón

En setiembre de 1955, con la caída de Perón, Rosario era un hervidero, con los comandos civiles en feroz campaña contra de los militantes peronistas, por supuestas actividades en contra del gobierno de facto. También en apoyo del cierre de sindicatos y de  todo medio de comunicación sospechado de continuar apoyando a Perón.

Por lo tanto contra La Capital , baluarte agitativo del peronismo, según nos comenta un testigo directo.

 Juan M. Vigo, en sus memorias de un combatiente de la resistencia, dice: “Allí concurrían todos los dirigentes obreros de la gran ciudad y una inmensa cantidad de militantes peronistas de las barriadas rosarinas, ávidos de conocer en detalles precisos lo que estaba ocurriendo con el gobierno del General Perón, se renovaba permanentemente la gente frente a las pizarras del diario o recorrían el edificio como si fuera su casa propia buscando información. En esa jornada se precipitaron los acontecimientos, cuando Perón hizo efectiva su renuncia y buscó asilo en la embajada de Paraguay, dando lugar de inmediato a que el “gorilaje” pusiera en marcha el odio y un revanchismo generado y acumulado en casi una década, donde los resultados de la buena economía generada por el esfuerzo de los trabajadores habían sido volcados a la justicia social. Al día siguiente La Capital colocaba en su primera plana la noticia que Perón había hecho un supremo sacrificio al renunciar a la presidencia y vaticinaba que así y todo “tendrá el amor de su pueblo, que no lo arrancará jamás de su corazón”.

Fue quizás el último acto de Nora Lagos en el edificio de la calle Sarmiento, ya que rápidamente la familia aprovechó la circunstancia para solicitar telegráficamente al gobierno militar que ya manejaba la justicia la cesión del diario, que de inmediato fue adjudicado a la familia de Nora integrada por caracterizados antiperonistas en la sociedad rosarina.

Como tantos peronistas Nora Lagos fue sometida a todo tipo de descalificaciones, que para nada pudieron doblegarla en sussentimientos políticos. Por el contrario, puso su experiencia en el periodismo a disposición de la militancia en la clandestinidad por lo cual al poco tiempo fue encarcelada.

Ni bien fue dejada libre, Nora Lagos comenzó a editar por su cuenta un periódico llamado La Argentina, por lo cual con cada número que salía a la calle era buscada y encerrada nuevamente por los militares, aparte de clausurarle el local.

El historiador Eduardo Zanella  recuerda estos ingratos momentos vividos por esta mujer que prefirió el sacrificio doctrinario de nuestro movimiento, antes que entregarse.

Tanto fue así que personalmente repartía s ejemplares en los kioscos y otros los dejaba en manos de los militantes que los iban a buscar a la puerta del bulevar Oroño 1345, donde ella misma los recibía.

Tuvo grandes y  graves dificultades para imprimirlo, por cuanto los imprenteros eran amenazados por los “libertadores” y se negaban a hacerlo.

Cuenta Vigo en su libro sobre la resistencia, que una ocasión una de esas imprentas ubicada en la esquina de San Martín y Urquiza accedió a realizar la impresión, era donde se hacía el periódico llamado La Reacción.

Pero mientras más el gobierno de Aramburu se endurecía y ella terminaba otra vez en la cárcel, la tapa de su diario inqueríaa: ¿Dónde está Nora Lagos?.

Fue el 31 de diciembre de 1955, último diario partidario editado en la semiclandestinidad, ya que su directora estuvo entre rejas casi 6 meses.

Mientras tanto en el Federalista, de Buenos Aires, se destacaba un artículo que decía: “En la madrugada del jueves fue detenida la compañera Nora Lagos, valiente Directora de la publicación La Argentina”, se nos hace penosa la detención de una mujer que se ofrendó con alma y vida para defender a los humildes de esta tierra, por lo tanto le expresamos nuestra solidaridad de trabajadores porteños”.

Otra vez en libertad Nora Lagos regresa a Buenos Aires y decide insistir con su prédica peronista mediante un nuevo periódico llamado Soberanía, totalmente clandestino señalando al gobierno de Aramburu como usurpador del poder y solicitando a la vez la libertad de todos los detenidos políticos.

Esta actitud le trajo problemas con su esposo Hugo Mac Dougall, que se rehusó a participar en cualquier proyecto militante, tomando la decisión de alejarse de Nora y buscar de emprender tareas rurales en un campo de Córdoba.

En Rosario pudo acceder fácilmente a los cuadros militantes donde trascendía su capacidad intelectual, en tanto era una incansable colaboradora para con las familias de los compañeros encarcelados. Su nueva casa ubicada en Maipú 1679 era permanentemente vigilada, por lo que prefería como militante caminar los distintos barrios ajenos a su nuevo hogar.

En estas circunstancias conoció a un joven militante llamado René Bertelli, varios años menor, constituyéndose en su inseparable compañero hasta que los dos son encarcelados  en la comisaría de San Justo en Buenos Aires, en una celda con un viejo colchón en el piso.

Pocos días después logró huir a pie trasladándose por distintos lugares, por caminos y selvas, cambiando de pensiones y fondas o encontrando la solidaridad de hogares peronistas, “donde no solo nosotros nos refugiábamos sino que un sinnúmero de compañeros abandonaban el país, perseguidos por los comandos civiles de la Libertadora, finalmente llegamos a Paraguay donde logramos asilarnos”.

No olvidemos que Rosario había sido bautizada por los trabajadores como La Capital del peronismo, de lo que Nora se sentía orgullosa por lo que se identificada totalmente. Reconfortada con la resistencia de sus compañeros,  pudo escribir un libro sobre la historia del peronismo.

De regreso a la Argentina, Nora Lagos fue una de las principales promotoras de una gran marcha que se organizó hasta El Cristo Redentor, para rendirle homenaje a los fusilados del 9 de junio de 1956, y siguió siendo participe de una resistencia tan fervorosa como desorganizada. Claro que cuando tramaban algo, al día siguiente se descubría, porque no tenían medidas de seguridad, a pesar de todas las precauciones que se tomaban ante la infiltraciones y las delaciones existentes.

Sus compañeros destacaban también la presencia de las hijas de Nora, cuya madre era una fuente inagotable de historias, como participar en acciones de control para verificar por teléfono que cada uno de los jóvenes hubiera regresado a su casa cuando realizaban acciones de perturbación del orden impuesto por la dictadura de Onganía a partir de 1966.

Su joven esposo Rene Bertelli se inclinaba a militar en las Fuerzas Armadas Peronistas, (FAP) junto a quien viajó a Madrid para contactarse con Perón en el año 1968, evidenciando ante el General sus vastos conocimientos doctrinarios mostrando una formación que en Argentina se había caracterizado por su rechazo al neoperonismo.

Según recuerda De Sanctis, el 20 de junio de 1973 Nora quiso estar presente en Ezeiza para recibir a Perón - frustrado arribo en ese lugar por los hechos de violencia conocidos- para lo cual había llegado sola manejando su Torino desde Rosario.

Todavía sentía en su interior el fuego sagrado de la militancia. Llamentablemente no pudo ser, pero se encontró con su yerno que le pidio que se fuera, preocupado por lo que estaba aconteciendo. “¡No, no, si Perón va a venir!, esclamó.

Pudo ver a Perón, tras su muerte, el 1º julio de 1974, como una militante más en el largo desfile de sus seguidores que llegaban hasta el Salón Azul del Congreso de la Nación. Estaba segura que su Líder, el dueño de sus sueños y esperanzas, podía descansar definitivamente en paz en su tierra.

El 23 de noviembre de 1975, Nora Lagos dejaba de existir, la nota necrológica del diario La Capital simplemente decía: “estaba dotada de enérgico carácter”. No sorprendió: en 1967, en un suplemento con motivo del centenario del diario, no publicaron su foto como ex directora. Para sus consanguíneos había sido una “bastarda” desde 1950 en adelante.

Hasta sus últimos días el nombre de Nora resonó en forma similar entre la numerosa familia que manejó el decano de la prensa argentina durante más de cien años.

Estas líneas son producto de mi propia necesidad porque me sentía obligado a resaltar esta vida y constatara con algunos de los actores de la época que conocieron a la compañera Nora. Así lo hice con la compañera Nélida De Miguel, ex diputada nacional, que con sus jóvenes 93 años ratificó lo aquí dicho.

Abrevar en estas ejemplos, nos dan las fuerzas necesarias para continuar en la sana razón de trasvasar lo que Perón nos enseñó.

Buenos Aires, 4 de diciembre de 2013