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JAROSLAVSKY, RADICAL SIN PAR
Cuando veo la cara deformada de odio de Mario Negri al frente del radicalismo macrista en Diputados, me acuerdo de César Jaroslavsky, que fue su jefe y ejemplo. Y aunque siempre lo tengo presente, no lo hice en Congreso Abierto cuando correspondía. Va esta nota ahora. Perdón por el atraso pero es un cargo de conciencia del editor.
Por Armando Vidal
Hace veinte años moría Cesar Jaroslavsky, presidente de la bancada radical de la Cámara de Diputados, entre 1983 y 1991. Un radical como la gente, diría un peronista. Murió en Buenos Aires, a los 73 años, el 7 de febrero del 2002. Había nacido en Victoria, Entre Ríos, hijo de un acopiador de cereales. Fue leal y frontal, puso cuerpo y alma en las buenas y en las malas. Y dejó un legado de lealtad que quien fuera su segundo, Mario Negri, ignoró por completo desde que el radicalismo es una rueda de auxilio del macrismo.
Cuando arrancó esta versión de una democracia bajo tutela del poder de facto, Chacho, en línea con lo que imponía el gobierno de Raúl Alfonsín -- cuya composición de votos el 30 de octubre de 1983 tuvo un elevado porcentaje antiperonista-, enfrentó la resistencia del bloque Justicialista con motivo de la llamada ley sindical.
Un proyecto que incorporaba a la minoría en las elecciones de los gremios, a la cual se oponía la mayoría de los dirigentes sindicales. Tiempos de Saúl Ubaldini al frente de la CGT. En todas las negociaciones estuvo metido.
Memorable fue el debate en Diputados, con barras al estilo futbolero que desbordaban los palcos del recinto; a la izquierda del estrado los radicales y a la derecha los peronistas. Todo, bajo la conducción del radical Juan Carlos Pugliese, a quien los peronistas bautizarían “maestro” cono consecuencia de esas apasionadas jornadas.
Fue Jaroslavsky clave en el bloque para evitar enfoques reaccionarios y gorilas, además de que en buena medida los jóvenes diputados del alfonsinismo habían sido parte de la resistencia a la dictadura.
Chacho era periodista y en Victoria trabajaba en un diario en el que hacía todo y andaba con la máquina de escribir en el baúl del auto. Su casa de finales del siglo XIX estaba en una esquina cercana al centro de la ciudad.
Había sido campeón de natación de la provincia y un tuvo un rival con el que nunca simpatizó: Sergio Montiel, el radical que sería luego gobernador y su enemigo en la interna.
En esas tenidas con los peronistas en Diputados contó un día que él había estado en Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945. Tenía 17 años y fue como todos a reclamar la libertad de Juan D. Perón, detenido en la isla Martín García pero en ese momento internado en el Hospital Militar. Si no fue peronista se debió a cierto clima antisemita que percibió y que lo llevó al radicalismo al que se afilió al año siguiente.
En 1948 fue presidente de la Juventud Radical y diputado provincial de la UCR del Pueblo, entre 1958 y 1962, gobierno de Arturo Frondizi, el radical de la UCR Intransigente que devendría en el frondifrigerismo desarrollista (MID). En el gobierno de Arturo Illia, presidió el bloque. Sabía de golpes en carne propia.
Fue uno de los fundadores del Movimiento de Renovación y Cambio y en consecuencia un exponente del anti balbinismo en línea con Alfonsín.
En el armado del gobierno de Alfonsín la decisión de que fuera Jaroslavsky el presidente de bloque contempló el rápido entendimiento entre el balbinista Pugliese y él, un alfonsinista de peso.
Pugliese, que en dictadura se había interesado en temas geopolíticos y que creía que iba a ser ministro de Defensa, fue candidato a diputado y presidente de la Cámara porque los peronistas, por haber sido lugarteniente de Balbín, el viejo adversario que despidió a un amigo, tenían plena confianza.
A Pugliese le preocupaban los colaboradores antiperonistas de Alfonsín y a Jaroslavsky también. Sólo que a Jaroslvasky había que conocerlo.
Pasó el tema sindical, después de haber sido aprobado por Diputado y que terminó rechazado en el Senado con el voto del senador del Movimiento Popular Neuquino, Elías Sapag. También pasaron las leyes relacionadas con los juicios por los crímenes de lesa humanidad en dictadura y el levantamiento de Semana Santa, en los que hubo que sacarlo a Jaroslvasky del medio de enardecido que estaba camino a Campo de Mayo.
* Las derrotas
En 1983, el radicalismo tenía 129 diputados, el PJ tenía 111. Muestras parejas en número y también en las afinidades. El bloque opositor arrancó con un dirigente sindical como Diego Ibañez y se dividió con el proceso de la renovación peronista que impuso al joven mendocino Luis Manzano.
El mandato presidencial era de seis años y contemplada dos elecciones intermedias. La de 1985, exclusivamente parlamentaria, la ganó el oficialismo por los efectos del Plan Austral, con la intromisión del FMI al cual había acudido el gobierno. Y en 1987, incluyendo gobernaciones, las las perdió el oficialismo por los efectos del Plan Austral.
Preparado el terreno con un golpe financiero, el oficialismo perdió las elecciones del 14 de mayo de 1989 y Alfonsin, arrastrado por el descontrol de la economía y la derrota política, se vio obligado a entregar el gobierno seis meses antes.
Enfrente del Congreso, capitostes del poder económico negociaban con emisarios peronistas, un plan de transformación a tono con el Consenso de Washington y las garantías de un liderazgo popular encarnado por Carlos Menem.
Así fue. Las consecuencias políticas las pagaría en primer término el propio radicalismo con la crisis del 2001 y la fuga en helicóptero de Fernando de la Rúa.
En ese proceso de transición, hasta que asumieran los diputados elegidos, el 10 de diciembre de 1989 –Menem asumió el 8 de julio- el que se ocupó de la tarea de equilibrar el número de diputados fue Jaroslavsky: en vez de sentar diputados había que sacarlos. Tarea que sólo él podía hacer.
* Cruce con Alfonsín
Esa misma colaboración a un pacto de emergencia le valió críticas por la afinidad de trato con el peronismo, razón de un enojo del propio Alfonsín como jefe del partido radical que, incluso, llegó a parangonarlo con Patain, el héroe francés de la primera guerra que en la segunda fue colaborador de los nazis.
Chacho no dijo nada, fue a verlo al comité en la calle Alsina.
Reunión de la conducción. Se abren las puertas. Un periodista se acerca. Chacho ingresa al salón por donde va a pasar Alfonsín. Chacho, impasible tiene los ojos en Alfonsín. Alfonsín lo ve y al pasar a su lado le hace un suave gesto de saludo. Jaroslavsky, lo mismo.
Después, en la convención constituyente de Santa Fe, compartieron reuniones, bloque y silencios. Alfonsín con amplio protagonismo; Chacho, en un papel más reservado.
La vida lo golpeó mucho con la pérdida de su hijo Juan Pablo en la voladura de un polígono de tiro en pleno centro porteño.
Sufrió enormes dolores de cintura que lo obligaban a dormir en una camilla en su departamento de dos ambientes en la calle Larrea, motivo de una operación en Cuba que lo devolvió de pie.
Escribió un libro, titulado Hay otro camino, en el que hace referencia a los que creen que oponerse es decir “no” cuando de lo que se trata, señala, es “ofrecer un proyecto alternativo” y saber cómo llevarlo a cabo.
A falta de proyecto propio, negocios ajenos.
Ayudó a mucha gente, sin preguntar que pensaba en política. No hay periodista que no lo haya querido.
Los restos de Jaroslavsky descansan en un nicho común del cementerio de Victoria. Siempre hay alguna flor, radical o peronista, es lo mismo.