A+ A A-

ALFREDO BRAVO, EN EL ADIÓS

Texto de una joven periodista sobre Alfredo Bravo, en el adiós de un político  temperamental, popular, honesto, militante de causas justas y para nada peronista pero tampoco lo contrario. Un gran socialista de la rama de "Norteamericano" Ghioldi, como llamaba él a don Américo. 

Por Mariana García

Nadie apostaba a que su candidatura pudiera llegar al 10 por ciento. Pero él siguió adelante. A punto de cumplir los 78 y con unas piernas que siempre le recordaron cuánto puede perdurar el dolor de la tortura, se subió a un Peugeot 504 y salió a recorrer el país.

Por primera vez era el candidato a presidente del socialismo. Eso fue este verano.

Ayer, el corazón de Alfredo Bravo dijo basta.

Murió con los 78 cumplidos y el orgullo de haber sido uno de los dirigentes más respetados de la desacreditada política argentina. Murió como diputado y presidente del Partido Socialista, con su carné de socio vitalicio de River y su carácter cascarrabias intacto.

En su primer día como Presidente, Néstor Kirchner fue a despedirlo entre decenas de personas que asistieron a su velatorio. Sólo un nombre como el de Alfredo Bravo podía lograr el desfile que ayer se vio en el Congreso.

Todo espacio es insuficiente para transcribir la interminable lista de quienes fueron a verlo por última vez.

Estuvo el vicepresidente, Daniel Scioli, y el ex jefe del Ejército Martín Balza. Reaparecieron Graciela Fernández Meijide y Enrique Coti Nosiglia. Nora Cortiñas, la titular de las Madres de Plaza de Mayo, derramó lágrimas frente al féretro del viejo amigo y a Aníbal Ibarra se le quedaron abarrotadas en los ojos.

Estuvieron sus compañeros del socialismo y todos esos políticos con los que alguna vez soñó alianzas, los del Frente Grande, los radicales o Elisa Carrió.

Hubo coronas de todos los colores y hasta una de claveles rojos de la Policía Federal.

Fidel Castro y Hugo Chávez hablaron de él como uno de los más reconocidos dirigentes socialistas. Pero lo más impresionante fue la gente. Cuando su cuerpo llegó para el velatorio, el Salón de los Pasos Perdidos ya estaba colmado de desconocidos admiradores.

Había nacido el 30 de abril de 1925 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Apenas había cumplido los 18 años cuando tuvo que dejar sus amadas noches porteñas para instalarse en un lejano pueblo del Chaco santafesino y comenzar sus primeros años como maestro rural.

Desde entonces, cada vez que se habló de él se habló de "el maestro Alfredo Bravo". Su nombre quedó unido a la fundación de la CTERA, y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).

Socialista, sindicalista y militante de los derechos humanos.

Era una mala conjunción en un país que estaba a punto de entrar en una de las etapas más oscuras de su historia.

El 8 de setiembre de 1977 Bravo fue secuestrado por un "grupo de tareas" mientras daba clases. Permaneció desaparecido hasta el 20 de setiembre y recién fue liberado en 1979.

Las torturas le arrebataron una de las cosas que más le gustaba: bailar. Bailaba tango, twist y hasta rock and roll. Lo que jamás pudieron sacarle fue su sentido del humor.

"Es por la picana, me llenaron de electricidad y por eso no paro", dijo en el 2001, durante la campaña para senador porteño, una banca a la que una irresuelta batalla judicial con Gustavo Beliz no lo dejó ocupar.

El jueves, Bravo comenzó a sentirse mal y a pesar de no tener antecedentes cardíacos, los médicos recomendaron un electro que dio perfecto. Ese día, a Bravo se le había atragantado el nombramiento de Beliz como ministro de Justicia y Derechos Humanos.

Pero fue recién en la madrugada del sábado cuando se desplomó en la cocina de su casa de Saavedra.

Llegó a la Cámara de Diputados en 1991. Renovó en 1995, con el Frepaso, y cuatro años más tarde lo hizo al frente de la boleta de la Alianza.

Tardó pocos meses en convertirse en uno de los principales opositores al gobierno de Fernando de la Rúa, y junto con Elisa Carrió fundó el ARI.

Tuvieron el mismo amor de un padre con su hija, y así fue también el odio que los distanció.

Amó tanto la política como las noches vividas hasta la madrugada, la buena mesa y la vida con Martha, la madre de sus dos hijos. Y con la misma pasión con que hasta el último día cuidó las azaleas de su jardín, también defendió sus ideas.

Volanta, título y bajada: El velatorio fue en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso/ Murió Alfredo Bravo, un luchador por los derechos humanos/ Fue diputado por la Alianza y candidato a presidente por el Partido Socialista en las últimas elecciones. Era docente, presidió la CTERA e integró la APDH. Estuvo desaparecido en 1977

Fuente: Clarín, 27/5/03