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OLIGARQUÍA, RÉGIMEN DE POCOS Y PODEROSOS

En el Bicentenario de la Declaración de la Independencia y en el centenario de la asunción del presidente radical Hipólito Yrigoyen, la política   de  Macri genera en el país todo un clima propio de un gobierno oligárquico, el primero en democracia, sin contar la falsa democracia de los treinta.

Por Armando Vidal

La democracia lleva ya comprendida a toda una generación de argentinos que va tomando conciencia de las limitaciones y debilidades que tiene como sistema de gobierno debido al poder de factores preexistentes y estructurales, de los cuales el más novedoso es el poder de los medios.

¿Suena por eso a viejo decir solamente que se trata de una oligarquía terrateniente asociada al capital extranjero, como la definió en uno de sus libros Rodolfo Puiggros? (1)

Sí, hoy suena a poco.

Este camino de más de tres décadas y diez presidentes de la Nación (entre ellos, los cuatro de la transición, Ramón Puerta, Adolfo Rodriguez Saá, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde, tras la renuncia precipitada del radical Fernando de la Rúa) atravesó una historia que pasó de la esperanza post dictadura en 1983 a la derrota de los políticos  en 2015.

Para mayor precisión: de los políticos tradicionales que aprobaron la modificación de la Constitución que en 1994 estableció en el capítulo Nuevos derechos y garantías que “Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático”.

Esos partidos en concreto son el partido Justicialista y la Unión Cívica Radical, los que suscribieron el llamado Pacto de Olivos entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín, en noviembre de 1993, Núcleo de Coincidencias Básicas, así llamado, que abrió paso a la aprobación de la ley de necesidad de la reforma constitucional.

Partidos que se alternaron el gobierno hasta que con la transmutación de la UCR en Gualeguaychú los radicales se asociaron con Cambiemos, con lo cual la tarea que venían haciendo aquellos políticos terminó siendo concesionada por voluntad popular a un empresario con holgado ropaje de político. Así, un partido de inminentes 125 años de vida le regaló su historia a otro partido de apenas once años, Propuesta Republicana, partido de la elite porteña.

¿Qué hizo Mauricio Macri el empresario del apellido de los grandes negocios con el Estado?

Constituyó un gobierno de gerentes, todos ahora a cargo del Estado nacional. Y para que cada uno tuviera su propia cuenta comenzó despanzurrando la ley de ministerios, iniciando así la saga de los DNUs que el oficialismo convalidaría a mano alzada el 6 de abril en Diputados, con la protección de Elisa Carrió, en uno de los actos más bochornosos de su carrera política.

La bandera negra de piratas y buitres del librecambismo, del liberalismo y del neoliberalismo – puerto, colonia y cipayismo- pudo más que Paka Paka y Zamba.

Debe doler mucho a los políticos este salto de reivindicación de Federico Pinedo (abuelo), Alvaro Alsalgaray, José Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Cavallo por citar a los más emplemáticos del siglo XX,  unn dolor asumido con rabia por Cristina Kirchner -política obligada por la muerte de Néstor- que no quiso darle el gusto a Macri de ponerle la banda presidencial en la Casa Rosada, más allá de que eran válidas las razones para hacerlo en el Congreso.

La sta experiencia MM es una versión fiel al país para pocos pensado por la llamada Organización Nacional, régimen desbaratado por sus arbitrariedades, exclusiones y crímenes, en medio de oleadas inmigratorias y de líderes políticos porteños emergentes como Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen, Juan B. Justo y Alfredo Palacios.

Régimen, también vale destacarlo, que tuvo en sus manos el control del Estado hasta que uno de los propios, Roque Sáenz Peña,s con vergüenza republicana y cojones demostrados en la Guerra del Pacífico (1879/1884, Chile contra Bolivia y Perú, país en cuyo ejército luchó como voluntario), se entendió con el revolucionario radical Hipólito Yrigoyen, y logró en 1912 la sanción de ley del voto universal, secreto y obligatorio que cuatro años más tarde llevaría a don Hipólito a la Presidencia de la Nación.

El 12 de octubre, se cumplirán cien años de aquella algarabía popular que rodeó el acto de asunción de Yrigoyen.

Antes, el 9 de julio, se celebrarán los doscientos años de la Declaración de la Independencia.

En camino a esos aniversarios, el pago compulsivo- y más incluso de lo que requerían- a los buitre, los despidos masivos, el ajuste despiadado de tarifas, la liquidación de la industria nacional y de las Pymes, la degradación salarial, la inflación, la concentración de la riqueza, la entrega del comercio a las grandes cadenas, las importaciones contra la producción nacional, los ataques presupuestarios a las Universidades, a los centros de estudios, a las instituciones de ayuda solidaria, los recortes y liquidaciones en el Estado a toda atención al necesitado, la corrupción M de la que los medios no se ocupan pero que salta como en la tragedia de Costa Salguero y hasta cuando esos mismos medios revuelven los barros K, más  las firmas y cuentas offshore, la devaluación como negocio para los funcionarios que  ganadoron fortunas con el dólar a término, el somentimiento a la política internacional de los Estados Unidos y la claudicación absoluta de toda identificación con América latina es parte de una obra antinacional mayúscula, arbitraria, inhumana  y persistente que está haciendo vibrar al subsuelo de la Patria.

Es la obra, parte de la obra, de un gobierno oligárquico nunca vista en democracia por ser el primero.

Todo en este año que va perfilándose hacia lo que se presiente pero no se dice. 

Antes de la cosecha de tantos vientes sembrados, el final de un correo de periodista y ajedrecista Luis Scalise:

“El hacha del leñador pidió al árbol su mango. Y el árbol se lo dio.” (Rabindranath Thakur, poeta hindú, llamado Tagore, 1861-1941). El árbol es un boludo (Boludius, Filósofo de San Cristóbal).

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