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¿NOBEL EN ECONOMÍA?

Columnista especializado en cuestiones económicas, ex Clarín y recordado compañero, evoca la personalidad de un argentino, cuya capacidad en ese mismo y delicado campo lo pudo haber llevado a ser Nobel de Economía. Campanario habla aquí de Miguel Sidrauski, un fuera de serie, dice, que murió a los 28 años, en 1969.  

Por Sebastián Campanario

Tres semanas atrás se conocieron los ganadores del Premio Nobel de Economía 2018 (se lo llevaron Paul Romer y William Nordhaus), y la previa estuvo signada por las especulaciones y apuestas, como es habitual, sobre quién o quiénes serían finalmente los galardonados. Sonaban fuerte Esther Dufflo, Wesley Cohen, Daniel Levinthal y Robert Barro, entre otros. La mayoría de los favoritos eran estadounidenses.

Hasta ahora, nunca un economista de América Latina fue reconocido con el premio del Banco de Suecia. ¿Quiénes son los argentinos que más cerca estuvieron? Para algunos, cuando ganaron Fyn Kydland y Edward Prescott en 2004, bien se pudo haber colado en ese grupo Guillermo Calvo, con un desarrollo teórico cercano.

Hay quienes sostienen que Julio H. G. Olivera fue nuestro "Borges" (genio no reconocido con el Nobel) en economía. Ya en un terreno más especulativo, la trayectoria fugaz de Miguel Sidrauski, que murió muy joven, poco antes de cumplir 29 años, fue tan fuera de serie y promisoria que bien hubiera dado para ilusionarse con un eventual primer Nobel de Economía argentino.

El 1º de septiembre se cumplieron 50 años del fallecimiento de Sidrauski, y la Facultad de Ciencias económicas de la UBA, donde cursó su carrera de grado, le prepara un homenaje a instancias de Juan Carlos de Pablo (vecino de columna de este suplemento), Andrés López y Daniel Heymann el próximo 12 de diciembre.

En su breve carrera académica en la UBA, en Chicago y luego en el MIT, Sidrauski llegó a escribir un libro (en colaboración con Duncan Foley) y ocho artículos, que hoy son considerados pioneros, sobre inflación y crecimiento. Una prueba de que son tildados como clásicos es que muchas investigaciones posteriores hablan directamente de "modelos tipo Sidrauski" sin mencionar una referencia bibliográfica específica, según explica De Pablo en un libro que escribió 25 años atrás, sobre las vidas de Sidrauski y Héctor Luis Diéguez.

De Pablo no tuvo en aquella ocasión problema para conseguir opiniones sobre Sidrauski por parte de figuras de la economía mundial como Paul Samuelson, Stanley Fisher ("Era mi héroe", dijo sobre su compañero en el MIT), Milton Friedman o Hirofumi Uzawa. Pero sí tuvo que hacer un trabajo detectivesco para encontrar datos sobre los años de su biografiado en la Argentina, ya que para 1993 habían fallecido sus padres, su mujer y no había familiares cercanos (era hijo único), con la excepción de su hija Carmela, que tenía ocho meses cuando su padre murió. Ella vive en Estados Unidos.

Desesperado por lo difícil que le resultaba conseguir datos, a De Pablo se le ocurrió publicar una carta de lectores en La Nación, contando sobre su proyecto y dejando el teléfono de su oficina. Para su sorpresa, se pasó dos semanas atendiendo llamados de conocidos de Miguel Sidrauski de la primaria, de la secundaria, de la facultad; amigos del barrio y compañeros de la escuela hebrea o de su viaje a Israel, que se emocionaban hasta las lágrimas al recordar al economista fallecido.

Muchas de las anécdotas hablan de una "mente brillante", que al estilo de John Nash era capaz de corregir en clase (estando en lo cierto) a profesores que eran eminencias de la economía en ese entonces. O de largas colas en la UBA para presenciar sus clases como ayudante de cátedra, de alumnos que solo iban a verlo a él y no al titular.

Sidrauski nació el 12 de octubre de 1939. Su madre, Sofía Sangier, y su padre, Sani, eran inmigrantes polacos que habían huido de la pobreza y el hambre en su país, antes del arribo de los nazis. Sani murió cuando Miguel tenía ocho años. La mamá volvió a casarse, no tuvo más hijos y Miguel se llevaba mal con su padrastro, quien trató (sin éxito) de convencerlo para que siguiera la carrera de contador. Inclinarse por economía era una audacia por entonces: la carrera recién se abría y Sidrauski formó parte de la primera camada de alumnos.

Pasó su niñez y adolescencia en un hogar de clase media baja, ubicado en Malabia 707, en Villa Crespo. Cuando a fines de 1956 partió para Israel, para continuar sus estudios de hebreo gracias a una beca, llevaba en el bolsillo apenas cinco dólares.

Fue un alumno disperso en la primaria de la calle Serrano al 900 (un maestro en el boletín de calificaciones de sexto grado recomendó "hablar menos en clase, cuidar el cuaderno y estudiar más. Ud. puede mucho más"). En el secundario, en el Hipólito Vieytes, se destacó con un 8,28 de promedio general. Un compañero de aquella época lo recuerda como un alumno "introvertido, tímido, retraído, de salud más bien frágil. Siempre estaba con bufanda, con frío, y usaba anteojos oscuros".

En aquel primer pelotón de la carrera de Economía en la UBA, Sidrauski compartió horas de estudio y debate con Oscar Altimir, Enrique Blasco Garma, Héctor Diéguez y Morris Teubal, entre otros. Además de profesor, Julio H.G. Olivera fue el inspirador intelectual del grupo. Sobre su joven alumno, Olivera le contó a De Pablo: "Jamás se equivocaba en nada. Su mente era brillante, pero además muy segura. Combinaba la pasión del amateur con la seriedad del profesional".

Algunas anécdotas de compañeros de clase lo pintan como una persona extraordinaria... y temible para los profesores de entonces. A Federico Herschel, que por entonces daba la materia Política Monetaria y Fiscal, le corrigió una matriz en pleno examen, delante de todos. A otro profesor, Sidrauski le preguntó, le repreguntó y finalmente lo obligó a abandonar la clase. "San Pablo dice que hay que aguantar las estupideces. Esta es una cualidad que ni Keynes ni Miguel tenían", le marcó, sonriendo, Olivera a De Pablo.

En Chicago, este tipo de historias se multiplicaron. Cuentan que un día Arnold Harberger se retiró del aula por un dolor de cabeza, no sin antes pedirle a Sidrauski que siguiera dictando la clase. Uzawa, el gran economista japonés, pionero de la economía matemática, fue su director de tesis. Ambos discutían teoremas hasta altas horas de la madrugada. Una vez le fueron a tocar la puerta de la habitación a Adolfo Canitrot a las 2 de la mañana para que terciara en un debate que tenían y en el cual no podían ponerse de acuerdo.

Luego de graduarse en Chicago, Sidrauski no regresó a la UBA. La Noche de los Bastones Largos (la represión policial en la Facultad de Exactas durante la dictadura en 1966) lo convenció de extender su visa en los EE.UU. A pesar de sus excelentes calificaciones, en el MIT tardaron en darle un cargo porque recelaban del monetarismo de Chicago.

A mediados de 1968, Sidrauski comenzó a quejarse por fuertes dolores en su espalda. Se cansaba mucho y sugirió a los médicos que podría tratarse de un cáncer, pero estos desestimaron la hipótesis. Cuando esta presunción se confirmó, ya era tarde: falleció el 1º de septiembre, un día antes de una operación programada.

Un año antes había desistido de comprar un seguro de vida: él mismo hizo los cálculos actuariales y concluyó que no valía la pena. Sus compañeros en el MIT pusieron dinero para la educación de su hija, Carmela.

¿Por qué hoy se lo recuerda? Para De Pablo, la respuesta es simple: "Porque lo que escribió durante su corta vida nos da pie para imaginar lo que podría haber aportado de haber vivido más tiempo".

Título: Sidrauski, el economista que podría haber sido Premio Nobel

Fuente: La Nación, 28/10/2018

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