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LUIS LEÓN, RADICAL QUERIDO

Este artículo tomado de Clarín sobre la muerte del querido legislador radical Luis León, mantuvo su firma hasta que el autor dejó de pertenecer a la empresa, como todas las que escribió en sus cuarentaidós años y medio en el diario. Fue el último en ese medio. Resta cotejar el texto porque hay un tramo de difícil comprensión. 

Por Armando Vidal

Luis León lucía su saco blanco, pantalón oscuro y su mirada sin tiempo cuando a mediados de diciembre del 2001 volvió al Congreso para una nota con motivo de haber cumplido su último mandato de senador nacional, cierre de su larga carrera de legislador en ambas Cámaras. Buscaba el lugar en el tercer piso de la Cámara de Diputados, donde entonces estaba el bloque radical del cuál él era uno de sus miembros.

Ayer, tras una enfermedad que en los últimos años le robó algo más que todos sus recuerdos, murió a los 84 años el político radical que más esfuerzos hizo para diferenciarse de las otras corrientes internas del viejo partido.

Fue un hombre respetado y querido, con un verbo de tinte balbinista -lo era- hasta que tras la muerte de Ricardo Babín creó el Movimiento de Afirmación Yrigoyenista- y un sentir que trascendía fronteras, aunque sin salir de la región.

Fue el radical de mayor convicción al hablar de la integración latinoamericana. También fue el único de los dirigentes que se involucró a fondo en la causa Malvinas, en palpable diferencia con, por ejemplo, Raúl Alfonsín.

Puso alma y músculo en internas por la candidatura a presidente que perdió sin perder las ganas de volver a intentarlo.

Con excepción de Juan Carlos Pugliese, León se sentía más bien lejos de destacados correligionarios como Fernando de la Rúa, Eduardo César Angeloz y el propio Alfonsín. En política, no en afectos.

No tuvo odios ni enconos. Y hasta se dio el gusto de un mano a mano con Juan Domingo Perón para hablar de los tiempos duros que habían terminado con su carrera de bioquímico en una dependencia estatal en tiempos de intolerancia.

Igual que Balbín y Pugliese, León transmitía comprensión por el último Perón, que 1973 sería presidente de los argentinos por tercera vez. Y que un año antes había venido a la Argentina con la decisión de entenderse con Balbín.

León estuvo con Balbín -también Pugliese- aquella tarde en que todos saltaron la tapia de los fondos de la casona de Gaspar Campos. Ese salto -incomprendido por encumbrados radicales- fue el fin de las antinomias que en1950 habían llevado a Balbín de una banca de diputados a la cárcel.

Este chaqueño (aunque nacido en Yapeyú, Corrientes) amigo de peronistas -comenzando por Felipe Bittel- enfrentó desde su banca al menemismo. Y en 1994, cuando se avecinaba la convención constituyente de Santa Fe, fue el primero que divulgó entre sus allegados que venía desde sus pagos alguien que iba a dar que hablar. Lo decía porque igual que la visita que anunciaba, él estaba en contra del Pacto de Olivos que había suscripto Alfonsín con Menem.

Ese látigo, por entonces de seda, era Elisa Carrió, radical. A diferencia de Carrió, Angel Rozas surgido de su propia línea interna pero significó para León una profunda decepción cuando fue gobernador del Chaco, cargo al cual él nunca pudo acceder. Diputado en dos mandatos, senador en tres, cuánto para hablar con León, que allí viene, con su pinta, su saco blanco y, fatalmente, con ese mal de Alzheimer que todo, todo, lo borra.

Fuente. Clarín, 9/1/2009