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MILONGUEROS DE CÁDIZ QUE LUCEN

Profesores y sus discípulos, los cuatro españoles de Cádiz, conocieron las pistas tangueras de Buenos Aires donde bailaron con un nivel tan alto como el de los mejores y destacados milongas porteños.

Por Armando Vidal

Son de Cádiz, madre de puertos, quizás por eso, sepan tanto de tango sin ser argentinos. Estaban todavía por aquí a la hora de quien los evoca con estas líneas y procuró acompañarlos con su mujer por las milongas porque Alberto y Cristina, Nacho y Celia, jóvenes españoles, son grandes bailarines de nuestra música.

Alberto y Cristina, los profesores que dan clase de tango allá y Nacho y Celia, brillantes discípulos, anduvieron por varios de los cien barrios, comenzando por La Boca y Barracas. Y pasaron la Nochebuena a puro tango, en una casa de la ex calle España, hoy Jovellanos.

No podían dejar de conocer La Bombonera cuando sonaban aún las voces de Serrat y Sabina, muy especiales para Alberto, amigo del también gaditano Luis García Gil, autor de Serrat, cantares y huellas. Una obra que analiza vida y letra del cantautor catalán, con tanta fidelidad que el protagonista dijo del escritor que “sabe más de mí que yo”.

En esa noche esplendorosa de presentación del libro en Cádiz hubo cantos y bailó la pareja Al&Cris Tango, o sea Alberto y Cristina.

Ellos como Nacho (arquitecto) y Celia (docente como Cristina) llevan el tango en el alma pero desconocían la cuna, razón por la cual durante dos semanas hicieron mucho de lo demasiado que anhelaron. Apenas bajaron del avión fueron derecho a una milonga en el Club Huracán porque sabían que allí estaban, como esperándolos, reconocidas figuras, comenzando por Gustavo Naveira. Al día siguiente llevaron una flor a Carlos Gardel, en La Chacarita, cuyas canciones acompañaron la infancia de Alberto.

Con Cristina, además, lucieron en la chacarera, síntesis del encuentro incaico y andaluz en Santiago del Estero.

En Milongas como Chiqué, en la Casa de Galicia; Niño Bien, en el Centro Región Leonesa o Gricel, en la calle La Rioja, todas pistas de madera, tuvieron elogios por los respetos a los códigos de circulación (al revés de las agujas del reloj), sin roces entre las parejas pese, a veces, a los escasos espacios para moverse. También por los cabeceos, invitación sutil del caballero a la dama luego de que los ojos coincidieran con la misma precisión con que lo harán los pasos. No es tan así en los bailes europeos pero lo será con el tiempo, gracias a la labor de profesores como Alberto y Cristina.

En Gricel, sonó Pugliese y ambos bailaron para todos con tal refinado y fiel estilo porteño que el público aplaudió de pie y hasta con un “Viva España”, grito de un criollo emocionado por la demostración.

También ellos lo sintieron porque como Cortés, que vio a su abuelo en cada camino que anduvo por España, aquí en la dolorida y abierta Buenos Aires, Argentina, esa tierra está clavada en el corazón de su gente.

Entre tantos apuros, no sabían si llegaban a tiempo para bailar en Bohemios, en la calle Necochea al 900, donde Pepe, su presidente, siempre los estará esperando.  

Fuente: www.surcapitalino.com.ar, enero 2013.