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LOS ARGENTINOS SOMOS UNO Y EL OTRO, TAMBIÉN

No hay que luchar por el pasado, enseña aquí Cirigliano, sino por el presente, porque siempre, hacia atrás, somos uno, no dos partes, una. Somos el colonizador y el indio, Rosas y Mitre, Yrigoyen y Uriburu, Perón y Aramburu, y así siguiendo. Somos  solo uno. 

Por Gustavo F. Cirigliano (*)

Toda la historia es nuestra historia. Todo el pasado es nuestro pasado. Aunque a veces preferimos quedarnos con sólo una parte de ese pasado, seleccionando ingenua o engañosamente una época, una línea, unos personajes, y queriendo eludir tiempos, ignorar hechos y omitir actuaciones.

 

Los argentinos, todos, tenemos que reconocer que ya nos movemos en el marco de catorce siglos de historia. Y que llevamos recorridos siete proyectos. Y que somos los dos personajes básicos de cada proyecto: el protagonista y el antagonista.

Somos el conquistador y el indio, el godo y el patriota, la pampa privilegiada y el interior relegado, el inmigrante esperanzado y el gaucho condenado.

Somos los dos, no uno de ellos solamente.

Si nos quedamos con uno de los dos, siempre llevaremos a cuestas un cabo suelto sin anudar, siempre cargaremos un asunto inconcluso que no lograremos cerrar, siempre habrá un pedazo de nosotros que no lograremos integrar.

Y todo aquello que uno no contacta ni incorpora y, por tanto, no cierra, eso no desaparece, continúa llamando, sigue siendo un mensaje en espera de ser recibido, reclamando, ser escuchado.

Contactar e integrar.

Mensaje que no es recibido es mensaje que sigue dando vueltas, que continúa llamando hasta que le prestemos atención. No se gana nada ignorándolo.

Convengamos en que algo por el estilo nos acontecía con Rosas, a quien no habíamos logrado integrar y que seguía ahí sin resolver pero no por ello desaparecía, aunque mostráramos indiferencia.

Seguía a la espera, dando vueltas como algo pendiente.

Los pueblos inventan modos para integrar los opuestos.

Las Fiestas de Moros y Cristianos que se realizan anualmente en el reino de Valencia, al par que recuerdan ocho siglos de historia, asumen e integran los dos elementos contrapuestos del conflicto. Una fiesta simbólica y una representación catártica. El sujeto une dos partes de historia; revive y hace suya toda la historia.

Integrar significa dos opuestos que se reclaman.

Elegir por uno de ellos no es integrar.

Nosotros somos cuerpo y alma; elegir por uno de ellos no calma ni hace desaparecer el reclamo del postergado. Somos frente y espalda, somos sentimiento y emoción; parte inferior del cuerpo y parte superior, somos conciencia y sueño. Somos dualidades en busca de una unidad que misteriosamente se atraen.

Si no hubiera reclamo de unidad, no nos importarían los hechos sueltos y sin resolver. Pero hay una gestalt que reclama su cierre. No es difícil dividir a la historia y al pasado en dos: en dos corrientes, dos líneas, dos sectores.

Porque la historia es conflicto, y el conflicto demanda dos partes y algún enfrentamiento.

Pero cada parte implica a la otra.

Solemos elegir una línea frente al pasado de los últimos ciento ochenta años (línea popular o línea liberal), y desde cada línea condenamos a toda la otra.

Sin embargo, por más que los exorcicemos, los hechos han existido. Y, por más que los neguemos, nos reclaman. Y, por más que los ignoremos, dejaron consecuencias.

Sólo por el presente debemos comprometernos y luchar, no por el pasado.

En festejos como el citado anteriormente, el individuo logra unir dos partes de historia, reviviendo y haciendo suya toda la historia.

En términos de la Terapia Gestalt, ello es un modo de contactar, tomar conciencia, asumir, integrar las partes antagónicas pero —ambas mías—sin dejar cabos sueltos ni asuntos pendientes.

Lo inconcluso siempre pide ser acabado.

Somos siete proyectos y los siete son nuestros: son nosotros.

No podemos seleccionar los hechos que nos gusten y desechar los ingratos. Al menos no de este modo, porque la historia son hechos, los hechos que han acontecido, aún con toda su ambigüedad; pero es más: son hechos más sentido.

Y si bien los hechos seguirán pareciendo siempre los mismos. los sentidos cambiarán con los Proyectos, llámese proyecto histórico, proyecto político o Proyecto Nacional (denominación esta última que habitualmente se utiliza en nuestro país) o simplemente Proyecto de País.

Cada proyecto histórico, político o nacional (utilizamos los términos con similar significación) reacomoda, reorganiza, revalora los hechos según el nuevo significado que conforme a sus valores centrales adquieren.

Así, si la Geopolítica es la reorganización de la geografía de siempre para hacer una nueva historia, cada Proyecto de País. produce un reordenamiento espacial; en verdad sólo se da geopolítica en relación con un proyecto nacional, nunca en abstracto.

Un Proyecto Nacional —término innegablemente argentino surgido a mediados de la década del 60 y finalmente consagrado el 1º de mayo de 1974 en la conocida alocución presidencial a la Asamblea Legislativa—  es la trama de la historia futura, la trama y el drama de un destino que un pueblo se propone, que asume y se lanza a convertir en realidad.

Esa trama (libreto o plan de vida), una vez vivida, será historia.

Parece conveniente diferenciar entre "argumento" y "proyecto", tomando la distinción del campo de la psicoterapia (en especial, Berne).

Tanto uno como otro son "planes de vida" pero el argumento es un plan inconsciente de vida no decidido autónoma ni responsablemente, mientras que el "proyecto", por ser precisamente un plan consciente de vida, resulta el modo adecuado de liberarse de, y de salir del argumento.

Un país o un individuo que no decide su proyecto vital se ve condenado o a vivir en el proyecto de otro país, o a vivir su argumento entendido como una suerte de existencia banal, no elegida.

"Argumento" es lo que estamos viviendo desde 1976, que resulta ocasión para que resurjan las patologías tanto de la infancia histórica del país como de los circuitos negativos de conductas sociales de tiempos posteriores.

* Pasado con tiempo

Para los países con muchos siglos, su pasado (que es historia) es la fuente para la reflexión y para el análisis de sus problemas. Para los pueblos con escaso pasado —o con poco pasado reconocido como tal—, la historia se vive más como un futuro, como algo a realizar.

Es decir un proyecto.

Así el Proyecto Nacional. es el instrumento político de un pueblo; es historia anticipada, es la trama del plan y es designio que marca la dirección, el final, los personajes y los roles dentro de un libreto unificante y otorgador de sentido.

Una nación requiere conciencia de sí, escribió Alberdi.

Es lo mismo que decir que una intención la preside.“Un pueblo es civilizado únicamente cuando... posee la teoría y la fórmula de su vida, la ley de su desarrollo”.

Ley de su desarrollo es otro nombre para designar el “proyecto”; se requiere un principio regulador, una arjé.

Conviene diferenciar entre modelo y proyecto.

El modelo es una elaboración intelectual que un pensador, un político o un grupo propone. Cuando una propuesta/modelo es querida (decisión de la voluntad) se convierte en proyecto.

En el pasado argentino han existido modelos propuestos y proyectos queridos.

¿Qué se propone ser la Argentina? ¿O qué está siendo?.

Quizá hoy, antes que una propuesta explicitada, esté realizando un proyecto “fáctico” (que se da de hecho), una hipótesis que se puede esquematizar del siguiente modo, oponiendole una alternativa:

Un proyecto fáctico/ Un proyecto deseable

De la complicidad con los poderosos/ De la protección a los humildes

Del individualismo/ De la solidaridad

Del aislamiento/ De la integración

Del egoísmo como norma/ De la justicia social como aspiración

Del despilfarro y consumo sin control para pocos/ De la austeridad y preservación

De la frivolidad impune/  De la responsabilidad

De la apropiación y capricho/ De la valoración de lo común y compartido

Del dinero como valor predominante/ De la fraternidad como valor principal

De la realidad como un simple espectáculo/ De la realidad como tema de reflexión para la acción

Del éxito y la fama individual/ De la realización de los valores del bien común

¿Por cuál se inclina, se ha inclinado o se inclinará finalmente la voluntad de los argentinos? ¿O los argentinos hemos caído en abulia y atonía, y una voluntad deteriorada se ha diluido en débil deseo?

(*) Filósofo, docente, escritor, creyente y peronista, Gustavo Cirigliano falleció a los 82 años dejando una huella en el pensamiento político argentino. Fue la figura del Proyecto Umbral, reflejo de su pensamiento y acción por una Argentina plena y activa,  con todo su pasado asumido. 

Fuente: Revista Soles - Nº 85 Marzo 2002 ( www.solesdigital.com.ar)