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LOS NAZIS LO MATAN; MARC BLOCH, NO MUERE

Marc Bloch, francés, judío, historiador, nacido en 1866 fue fusilado por los nazis que ocupaban Francia en 1944. Había sido soldado en la primera guerra y en la segunda cayó en manos de los alemanes que ocupaban ese país. Dejó unas páginas memorables escritas en su encierro.

Por Edgardo Malaspina (*)

Marc Bloch escribe estas últimas frases en su Introducción a la historia (1):  “Para decirlo todo en una palabra, las causas, en la historia, más que en cualquier otra disciplina, no se postulan jamás. Se buscan…”. Esta obra inconclusa del fundador de la Escuela de los Annales, salió a la luz pública gracias a su amigo.

Y cofundador de la nueva corriente histórica, Lucien Fevbre (Bloch le dedicó su trabajo), quien cotejó tres ejemplares para sacar en limpio una versión final (referencia bibliográfica) como lo planificó.

El libro contiene una introducción del autor, cinco capítulos y un apéndice escrito por Fevbre para relatar la manera de cómo llegaron los textos.

Al morir fusilado en 1944 por defender su patria de los invasores alemanes, Bloch no pudo finalizar su libro (...).

En las palabras preliminares el autor destaca el lenguaje sencillo empleado “porque no alcanzo imaginar mayor halago para un escritor que saber hablar por igual a los doctos y a los escolares”.

En estos mismos prolegómenos se refiere al interés por la historia desde su infancia, los libros que leyó y que fortalecieron su vocación profesional, que además era una gran diversión.

Aconseja utilizar un lenguaje científico en el discurso histórico pero sin despojarlo de la poesía, como pretendían los positivistas: “Así, para lo sucesivo, estamos mucho mejor dispuestos a admitir que un conocimiento puede pretender el nombre de científico aunque no se confiese capaz de realizar demostraciones euclidianas…”.

Desde un principio de su obra,  MB explica su tesis innovadora de recurrir a otras ciencias en la investigación histórica porque “consideradas aisladamente, cada ciencia no representa nunca más que un fragmento del movimiento universal hacia el conocimiento”.

En el primer capítulo relaciona la historia, los hombres y el tiempo. Establece un nexo dinámico y dialéctico entre el presente y el pasado, de tal manera que uno de estos tiempos sirva para analizar y entender al otro. "La historia no es sólo la ciencia del pasado, es más bien la ciencia sobre los hombres. De todos los hombres y no sólo de los héroes y reyes. Es el estudio de los muertos y de los vivos. Hay que indagar los orígenes de los acontecimientos y no detenerse en las personalidades (...).En una palabra, la cuestión no es saber si Jesús fue crucificado y luego resucitó. Lo que se trata de comprender es por qué tantos hombres creen en la crucifixión y en la resurrección”.

El fenómeno histórico debe ser explicado desde la perspectiva de su tiempo. Cita a un proverbio árabe, según el cual los hombres se parecen más a su tiempo que a su padres.

El segundo capítulo trata de la observación y los testimonios y la transmisión, así como también la forma de establecer su confiabilidad.

La historia siempre nos llega a través de documentos, es decir de una manera indirecta; y eso distorsiona la realidad. No se puede comprobar con sólo esos elementos la veracidad de los hechos.

Relata una anécdota. Un aviso se transmite en una fila desde el primer soldado: “¡Atención! Hoyos de obuses a la izquierda. El último hombre sólo escuchó a la izquierda. Dio un paso hacia la izquierda y se hundió”.

El pasado no se puede cambiar, pero los descubrimientos arqueológicos y el uso de la lógica, instinto, la psicología y otras ciencias sirven para que surjan nuevas interpretaciones.

Un plan con buenas preguntas es de mucha ayuda aunque luego se cambie el rumbo en la medida que aparecen los datos.

El tercer capítulo es el de la crítica (interna y externa) como método de búsqueda de los errores en la historia. La critica nace en el momento que no aceptamos ciegamente los testimonios históricos. Debemos no creer a la ligera y tener una duda examinadora.

Las notas al margen de la página sirven para la crítica; sin embargo, debemos evitar que sean más extensas que el cuerpo mismo del relato.

Indicar la procedencia del documento que trabajamos es importante (el estilo del lenguaje establece si es de un mismo autor, por ejemplo).

En muchos archivos hay documentos falsos y plagios y el historiador está obligado a indagar sus veracidad. Hay que evitar pasar por alto hechos vitales pero que no están en la mira de nuestras investigaciones: vemos sólo lo que buscamos y las emociones pueden distorsionar los hechos.

Las prácticas colectivas son similares para todos los hombres que la vivieron, las excepciones son sospechosas. La estadística y la ley de las probabilidades corroboran nuestras suposiciones porque sus resultados son similares en diferentes autores.

El cuarto capítulo habla de la facilidad que tenemos para juzgar en vez de sopesar todas las aristas de un caso de manera profunda y así comprender mejor el caso estudiado.

Aquí también se habla del valor y significado de las palabras según la época y lugar en que tuvieron en boga. En el análisis histórico es preferible tratar de comprender que juzgar a la ligera. Se deben buscar las razones profundas de los acontecimientos sin parcializarse y juzgar. La única pasión del historiador es estar por encima de todas las pasiones, aunque la imaginación y la abstracción son buenas aliadas.

No emplearlas es un positivismo mal entendido.

Sobre las palabras: las palabras valen más por su uso que por su etimología. Hablamos de átomos (indivisibles) aunque ya se conocen muchas partículas del mismo.

El último capítulo (inconcluso) es una crítica al positivismo que en vano pretende eliminar de la ciencia la idea de la causa, porque todo investigador piensa en términos de preguntas y respuestas.

Explicar la caída de un hombre por un tropezón es insuficiente, pues habría que pensar también en la ley de la gravedad, los desniveles geológicos, etc. En conclusión no existe una causa única.

”Para decirlo todo en una palabra, las causas, en la historia más que en cualquier otra disciplina, no se postulan jamás. Se buscan…"

(*) Médico y escritor venezolano, autor de varias obras específicas de su profesión.

(1) La obra se editó en 1949.

Fuente: http://historiografias.blogspot.com.ar/2012/05/

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