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GENTE, PODER, HISTORIA
Todo indica que la Argentina no seguirá el destino de Venezuela, que a los cuarenta años con una democracia formal iniciada a comienzos de los sesenta -y que tuvo un tiempo esplendoroso en la década siguiente-, sucumbió por la corrupción y la incapacidad de sus políticos para abrir la historia chavista. Aquí, algunas señales de nuestro camino cargado de ilusiones.
Por Emiliano Vidal (*)
El 10 de diciembre se cumplirán cuarenta años ininterrumpidos del regreso de la democracia que incluye, en octubre de 2019, el amplio triunfo de la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, al cual colaboró la gestión de Mauricio Macri. Todo ello pesó más que el apoyo de sectores poderosos de adentro y de afuera para la reelección de quien no lo merecía.
El tiempo es un buen ordenador y su interpretación indica que la mayor parte de la sociedad no eligió pensado sólo el período del 25 de mayo de 2003 al 10 de diciembre de 2015 sino también terminar la política económica de Macri, las promesas vacías, el deterioro de la calidad de vida, el cierre de miles de pequeñas y medianas empresas, la consecuente desocupación y su propia conducta.
“El poder te lo quitan con la misma facilidad con la que te lo dan. Un día te votan y un día te abandonan porque el poder es de la gente con la que tenés que acordar todos los días el rumbo a seguir. Así es como te siguen empoderando. Pero hay que tener muy claro que nada de esto es de uno”, declaraba Alberto Fernández, en un reportaje de Pagina 12, en abril 2020, plena irrupción de la pandemia de coronavirus. Todo un corolario de lo que fue su gestión.
La manera de percibir una serie de cualquier plataforma o incluso una película, puede ser un modo apropiado para interpretar la misma realidad: mirar cada momento como si fueran diapositivas o fotogramas de una gran obra.
En mayo de 2019 era casi inviable que la entonces senadora nacional Cristina Kirchner fuese la candidata a presidenta porque no aseguraba una victoria en primera vuelta. Fue mejor un candidato inesperado, funcional de origen kirchnerista y con anclaje opositor, más el desencanto de una gran porción del votante de la alianza Pro/UCR en 2015 y 2017.
Fernández se topó con una pandemia de ribetes feroces y la economía mundial se paralizó. El gobierno se concentró en el consumo para evitar situaciones de desesperación social: ayudar a las empresas a pagar los sueldos, reforzar el sistema sanitario, aprobar de un impuesto extraordinario a la riqueza, encaraaar una campaña de vacunación histórica con provisión de todas las vacunas. Las dependencias Trabajo y Salud recobraron su status ministerial. Cuando se escriba la página del gobierno albertista se recordará ese tiempo, esa de lucha y la foto en la residencia de Olivos con el festejo del cumpleaños de la esposa del mandatario.
En las elecciones parlamentarias de 2021, que ganó la alianza Pro/UCR con similar cantidad de votos de su derrota de dos años atrás, en realidad las perdió el Frente de Todos. Las perdió Alberto, pero también Cristina, que había estado de acuerdo en la aparición de Martín Guzmán en Economía y no había podido impedir las concesiones del gobierno ante los poderes concentrados.
El electorado premia o castiga.
En la crisis de 2001, irrumpió el voto “bronca”, impugnado las urnas. Dos décadas después, para estas PASO, puede volver el clásico votó en blanco, el sufragio en favor de partidos de izquierda o hacia personajes actorales como Javier Milei.
Parafraseando al recordado escritor José Pablo Feinmann, “el hambre también mata. Cuando se dice que hay siete millones de indigentes se está hablando de la muerte, no de una estadística. Es como la frase de Todorov sobre el Holocausto: No mataron seis millones de judíos, mataron uno y luego lo mataron seis millones de veces más”.
La expulsión de millones de seres de la sociedad civil también culmina en la muerte.
“El Gobierno popular se había fortalecido en la lucha con la pandemia. Por fin el Estado servía más a la vida de la población que el endiosado mercado. ¿Por qué no vigorizar la microeconomía? ¿Alguien ignora que la microeconomía es esencial para el estómago, para el equilibrio de las personas que los números de la macroeconomía? A los pobres no hay que regalarles nada. Hay sentarlos a la mesa de todos y darles trabajo digno. Si un gobierno se dice popular o peronista no puede tener siete millones de indigentes. Así nomás y punto”, decía Feinman.
Para el pensador Julio Fernández Baraibar “el peronismo real, que gobernó al país entre 1945 y 1955, así como el movimiento al que dio origen y que tuvo como eje articulador de toda su política al general Juan Domingo Perón, tuvo como programa permanente la instauración en la Argentina de un capitalismo autónomo, auto centrado, que convirtiese la renta diferencial del régimen agroexportador en plusvalía industrial, en fábricas y trabajadores, asalariados y sindicalizados. Para lograr ese objetivo debió reunir en un solo gran movimiento al conjunto de sectores sociales, fuerzas y dirigentes políticos enfrentados al viejo régimen que llamaremos agroexportador, para centrarnos en su aspecto económico, y que fue conocido tradicionalmente como oligarquía”.
Sigue Baraibar: “lo característico y novedoso fue el amplio espectro político, económico e ideológico de ese nuevo movimiento. Desde los obreros hasta los nuevos empresarios, desde sectores vinculados a la producción agropecuaria hasta industriales navieros, desde notorios masones a católicos declarados y militantes, desde resonantes apellidos de las desvaídas aristocracias provinciales hasta los hijos de árabes y judíos que en las provincias, sobre todo del NOA, iban conformando una nueva burguesía, todos los sectores enfrentados al viejo país agroexportador, al privilegio oligárquico tuvieron su lugar en el Arca de Noé que fue siempre el peronismo”.
Quizá la candidatura de Sergio Massa o del propio Horacio Rodríguez Larreta sean la secuela final de estos dos desengaños: el de Mauricio Macri y el de Alberto Fernández. Mejor exponente de camaleonismo político que el del actual ministro de Economía no hay, salvo el caso de Patricia Bullrich, que fue montonera en los setenta, menemista en los noventa, ministra de Trabajo en la Alianza UCR/Frepaso de Fernando de la Rúa, allegada después a Jorge Argüello y Gustavo Béliz, luego con Elisa Carrió y finalmente ministta de Macri y titular del Pro,
Tras la segunda vuelta electoral de 2015, quedó demostrado que la unión Pro/UCR no se había preparado para ganar ni el Frente para la Victoria con Daniel Scioli como candidato, no se imaginaba que iba a perder.
Lo cierto que el nuevo presidente encontrará un país algo mejor que el que recibió Alberto Fernández en 2019. Quizá, y teniendo en cuenta el calibre de los principales candidatos, una vez asumido el nuevo gobierno nacional hasta el año 2027, cuente con la ayuda invalorable de los grandes medios de comunicación nacionales, que castigaron impiadosamente a Cristina Fernández de Kirchner por atentar contra sus intereses.
En el axioma jauretchiano, se refiere a la historia como política del pasado y a la política como historia del presente, dejando de lado la idea académica que habla de la neutralidad del historiador. La subjetividad reemplaza a la objetividad cuando se escudriña en el pasado. Roer en el ayer no es manipular. Es interpretar. Con todos sin dejar de lado a nadie. Detentar una memoria social que oficie de escudo para evitar que haya que comenzar siempre de nuevo.
En esta línea, el ensayista Francisco Pestanha explica que Arturo Jauretche no es considerado un científico a pesar de que sus escritos refieren a los cambios en la sociedad política y social. “Jauretche -explica- consideraba que la historia no es solo pasado, sino que es lo que empezó antes y continúa hoy proyectando hacia el futuro. Sucede que el creador de FORJA planteaba mirar el ayer desde sus resultados que son los correspondientes al presente que toca transitar. Una especie de lograr una continuidad de lo anterior. Hablaba de interpretar a los pueblos como eslabones de una cadena. De los hijos a los nietos sociales”.
Semanas después del 25 de mayo de 1810, la pugna entre unitarios y federales tuvo sus primeros intérpretes en el militar Cornelio Saavedra y al abogado Mariano Moreno. La cuestión se centraba en cómo debían repartirse los recursos y el manejo de la incipiente economía una vez disuelto el virreinato del Rio de la Plata.
Una década después ni los ecos quedaban de la efímera Primera Junta de Gobierno. Mientras los referentes provinciales anudaban las riendas de sus caballos en la porteña Pirámide de la Plaza de Mayo y la historiografía mitrista llamaría el “día de la anarquía” al 20 de junio de 1820, ese mismo moría en soledad y pobreza Manuel Belgrano, el creador de la Bandera, el abogado del Pueblo y General de la Revolución,
Nada más lejano.
Desde hace décadas, en la Argentina hay un desconocimiento de las reglas de juego internacional y de la historia de cómo otras naciones construyeron su poder. Transitando la historiografía nacional, hay fechas que ameritan un análisis profundo con asiento en la actualidad. El 3 de febrero de 1852, es un momento histórico en el que tuvo lugar la batalla de Caseros, a través de la cual Inglaterra y el Imperio del Brasil, utilizando como mascarón de proa al gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza, derrotaron a las tropas de la Confederación Argentina. La historia se repite junto al 16 de septiembre de 1955 y al 24 de marzo de 1976. En cada una de esos propósitos, fue derrotado el proyecto de construir una patria planificada, más justa, soberana e industrial.
“Cuando cayó Juan Manuel de Rosas y con él su ley de Aduanas, nuestras industrias se arruinaron. Desde hace décadas, en el país nadie estudia cómo construyó su poder Estados Unidos, o Alemania, Canadá, Corea del Sur”, explica el escritor Marcelo Gullo, autor de la teoría de la insubordinación fundante, en el camino de impulsar un país industrial.
En los flujos y reflujos de este tramo de la historia, los argentinos y argentinas han conquistado y preservado la vigencia del lenguaje democrático. El imaginario igualitario de la democracia ha sobrevivido las circunstancias más críticas. El odio es la negación del pensamiento y de todo consenso posible. El odio alimenta el conflicto pero no lo enriquece. Pensar para querer y querer para saber y conocer. Algunas reflexiones en miras a los próximos comicios, de quien esto escribe, un nacido en el lapso de la última dictadura cívico/militar, y a cuatro décadas de democracia ininterrumpida.
(*) Abogado.