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MILEI, LA ÚLTIMA ASAMBLEA
El presidente Javier Milei, que se siente un actor político de resonancia mundial y el mejor presidente de la Argentina se está acercando a la verdad con relación a su papel de estafador que investiga la justicia norteamericana en el escándalo de las criptos. El resto, corrupción palpable y a la vista de la cual Milei no habla. Aquí, una semblanza con historia de la asamblea legislativa del 1º de marzo, que seguramente fue la peor desde 1906, año de la inauguración del bello Palacio Legislativo.
Por Armando Vidal
En una mañana de sol, un primero de mayo de 1974, el presidente Juan Domingo Perón, en una asamblea legislativa de apertura de un nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, generó un hecho que el periodismo enterró en el olvido. En el Congreso, Perón agradeció en primer término los servicios patrióticos de la oposición prestados desde su asunción -12 de octubre del año anterior- y después leyó los trazos de lo que llamó “un modelo nacional” para elaborar entre todos ya que, decía Perón, “nos unen más cosas que las que nos separan”.
Perón, de ochenta años reales, cometió el error de ir del Congreso directamente al balcón de la Casa Rosada ante una Plaza de Mayo más que colmada por trabajadores y gremialistas de un lado y del otro, donde las columnas de Montoneros tronaban con “¿Qué pasa General que está lleno de gorilas el gobierno popular?. Perón lo hubiera tolerado si esa organización no hubiera cargado con el asesinato del conductor de la CGT, José Rucci, tres días después del triunfo de Perón con el 62 por ciento de los votos en las elecciones del 23 de septiembre de 1973.
La reacción moderada de Perón pero en duro tono (“esos imberbes que gritan”…) y otros expresiones llevaron al retiro de la Plaza de los montoneros que plegaron sus banderas y se fueron para siempre.
Dos meses después, Perón moría y en el mismo lugar, ante su féretro al pie del estrado de la Cámara de Diputados de la Nación, el conductor de la Unión Cívica Radical, Ricardo Balbín, cerró su discurso de despedida del tres veces presidente de los argentinos con estas palabras…”este viejo adversario despide a un amigo”.
Quien escribe era entonces un periodista del diario Clarín que en 1976 volvió a escuchar a Balbín en el hotel Tamanaco, de Caracas, en la jornada final realizada con toda la pompa de la Venezuela de Carlos Andrés Pérez para presentar en América latina a los políticos de la entonces recién nacida socialdemocracia europea, y lo mismo sucedió con los latinoamericanos, comenzando por el anfitrión, Rómulo Bentancourt, titular del partido oficialista y el mayor de todos, el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, dos célebres antiperonistas.
Fue entonces cuando el tercer día, antes del final del gran encuentro, Balbín, que había estado callado, pidió la palabra, se paró y reivindicó con su estilo al peronismo como para que Perón lo aplaudiera desde el cielo.
Recuerdos de viejo, de un periodista que lo es y que no duda decir que de las 143 asambleas presidenciales en el Congreso, la de Perón fue la mejor desde la inauguración, en 1906, del bello edificio del arquitecto italiano Víctor Meano, que no lo conoció terminado porque antes lo mataron en su casa de la calle Rodríguez Peña.
* Datos al correr
Esas asambleas de inauguración del período de sesiones ordinarias son aquellas que desde la última reforma constitucional comienzan el 1 de marzo y finalizan el 30 de noviembre, período en el cual los legisladores tratan los proyectos de ley que ellos decidan, incluyendo los que remita el PEN. Las sesiones extraordinarias, en cambio, son aquellas que convoca el PEN para tratar exclusivamente los proyectos que remita y/o los remitidos en ordinarias.
El Congreso tiene 257 diputados nacionales, que representan al pueblo y 72 senadores nacionales que representan a las provincias.
El sábado 1º de marzo último, con el discurso inaugural de las 143º sesiones ordinarias del presidente Javier Milei y el marco inédito impuesto por el oficialismo, despertó el interés de saber si hubo alguna peor que la última.
Por principio y a modo de ejemplo, no hay constancia de que alguna vez hayan sido barridos de sus palcos los periodistas acreditados.
No hay nada más vivo y activo que los ojos de los periodistas parlamentarios en sesiones calientes. El periodista, transformado en testigo, con la verdad en la mano, es imparable, indetenible y hasta pasará por encima de la propia empresa si encuentra algún escollo que le impida llegar al público, a la gente, a su propio pueblo.
En el propio Congreso están los ejemplos. Por eso, porque están, porque siempre hay alguno, el sábado 1º de marzo los sacaron a todos de los palcos.
Campo libre, cámara de plano cerrado y sensación de muchos legisladores. Mentira. ¿Alguien vio algún opositor que nos sea el neurólogo radical Facundo Manes del que hablaremos después?
Todo venía para el atropello contra las formas constitucionales como la designación el miércoles por decreto del PEN de los jueces en comisión de la Corte Suprema, comenzando por Manuel García Mansilla, el pariente remoto del canciller de Bernardino Rivadavia que logró el préstamo de la Baring Brothers que pagaría el gobierno peronista en 1947.
Presurosos, el presidente de la Corte Suprema de Justicia Horacio Rosatti (el mismo que luciera en la bancada peronista en la convención constituyente de 1994 y fuera también ministro de Néstor Kirchner); el solitario Ricardo Lorenzetti, y Carlos Ronsenkrantz tomaron el juramento a García Mansilla, gran amigo del anterior.
El otro miembro elegido fue Ariel Lijo que es juez y prefirió seguir siéndolo porque pretendía retener el cargo y que le concedieran una licencia para ser cortesano. La Corte lo rechazó.
Todo, por la carrera de hacer algo con un presidente acosado, ávido de apariencias.
De allí, la súbita designación de los jueces por decreto de Milei el miércoles; jueves, juramento de García Mansilla; viernes, repentino ataque del presidente al gobernador Alex Kicillof con la amenaza de intervenir a la provincia, de lo cual Milei se ocuparía de repetir en su discurso, y barrida de los periodistas de sus sitiales estratégicos, todas muestras de una improvisación desatinada.
* El caso Manes
Faltaba generar un escándalo, que no llegaría a tanto y fue a producirse con el radical disidente Facundo Manes, sentado en la sesión, con un libro en la mano titulado Constitución de la República. Teatro como en el teatro.
Los radicales de ley, que todavía quedan, no estuvieron en la sesión, lo mismo que la bancada peronista y los diputados y diputadas de izquierda. Pero Manes, sí y cerca de Milei, motivo por el cual en un momento el presidente dejó de leer su mensaje para hacerle un comentario festivo sobre lo que puede saber un neurólogo de economía.
Si no fue una señal lo pareció porque a espalda de Manes, el asesor influence Santiago Caputo, desde un palco arrebatado a los periodistas parlamentarios, comenzó a llamarlo y provocarlo. Fin de la sesión, vivas y aplausos de los ministros, funcionarios de todo rango y amigos que nunca faltan. y lo que sigue, quien escribe lo hizo antes cono lector en Chequeado.
Dice: Valoro los aportes de Chequeado. Seguí las acciones por televisión. Fui muchos años periodista parlamentario y tengo vivos los recuerdos de mis acciones. Se de enfrentamientos. Caputo venía desde el segundo palco del primer piso, bajó sin correr la escalera, dobló a la derecha para encontrar al diputado y lo halló a pocos pasos. Manes salió del recinto, dobló a la derecha, dobló a la izquierda para salir del Salón de los Pasos Perdidos y se encontró con Caputo. Manes nunca debió aceptar que un intruso lo avasallara siendo él un diputado de la Nación. Dos manos abiertas puestas firmes en el pecho del joven y un empujón hubiera bastado.
Ya se están ocupando los periodistas de Manes.
* La resistencia
Primero, la bancada peronista que preside el santafecino Germán Martínez –desde 1973, con el serio chaqueño Ferdinando Pedrini, el santafecino es el que mejor luce en el recinto, en el bloque y en los medios- había anticipado su ausencia en protesta contra el gobierno debido el colmo de violaciones a la Constitución, posición que también tomó la bancada de la izquierda.
Antes de abrir la boca ya Milei estaba condenado porque en lugar de una asamblea se diseñó un acto político, sin oposición a la vista, que es lo que quiso y quiere. Odia al Congreso, a los políticos, a los funcionarios de carrera que lo ocupan, a los trabajadores sindicalizados, a su bella Biblioteca y hasta al gallego de la esquina que se está fundiendo con la valiosa cantina por culpa de Milei.
El desprecio por la Argentina y su pueblo son acciones concretas de innecesaria mención porque no hay ninguna que demuestre lo contrario.
“Paciencia y confianza”, pidió el año anterior, se apoyó en Córdoba en aras de un pacto que se esfumó sin dejar rastros pero, todavía, era confiable para argentinos ajenos a la política. Pobreza como logro y mentiras como anzuelos, reglas de la política de Milei a las que ahora dejó a la vista la corrupción en sus procedimientos.
Plata grosera, palpable y en algún caso contable como el senador entrerriano llegado por el peronismo a la banca, Edgardo Kueider, porque votó a favor de la ley Base, cuando estaba en contra, para que desempatara el 36 a 36 la titular de la Cámara, Victoria Villarruel, la mujer que reivindica la dictadura. 200 mil dólares por el servicio prestado por el senador corrupto, a quien detuvieron en Paraguay. donde permanece detenido en una casa que es una mansión. No es el único legislador de la oposición que vendió su juramento.
Por eso el sábado 1 de marzo pasó lo que pasó ante los ojos de todos. Mientras los televidentes explotaban de indignación por el gobierno y el discurso, Milei sentía un creciente escozor por el avance de la justicia norteamericana sobre el estafador llamado $LIBRA.
Milei, la última asamblea.