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BELGRANO, EN PLAZA DE MAYO

Una película presentada en las plazas de la República también llegó a Plaza de Mayo, en la noche del 18 de diciembre de 2010. Es sobre Belgrano, un homenaje concebido con fina sensibilidad y llevado hacia la gente que acudió como corriendo a darle un abrazo.

Por Emiliano Vidal

Agentes de la Policía Federal desvían a los autos que quieren ingresar por las calles que rodean al Cabildo. En la vereda del histórico edificio, para aquellas personas que accede por la Avenida Julio A.Roca, Diagonal Sur, se asoman las primeras banquetas y reposeras. Una pantalla de cine, ubicada a mitad de la Plaza de Mayo, con el mejor sonido, brinda un escenario similar al de los viejos autocines.

 La noche, argentina, va tomando calor con el canto de los presentes del Himno Nacional, envuelto en el espíritu del Bicentenario.

Gran cantidad de gente –grandes, jóvenes y chicos- se ubica, sentada, frente a la película.

Son poco más de las nueve de la noche.

La voz del actor Pablo Rago, en la piel del prócer Manuel Belgrano corta el aire revestido de cierta frescura. Desde ese momento, el público quedará en silencio hasta el final de la obra, que dura poco más de una hora.

La mayoría verá la película de pie.

El momento más emotivo es hacia el final con el juramento de la bandera y el grito de Belgrano –Rago transmite su propia emoción- de ¡Viva la Patria¡.

Aplausos prolongados.

La Patria, tan dolida, tan querida, es un profundo sentimiento. Belgrano en su encarnación.

El film trata del costado más reservado de un Manuel Belgrano enfermo y en busca sin desmayos de la obsesión de crear un país.

Sus batallas, el encuentro con José de San Martín, en una charla más propia de dos amigos, que de próceres de bronces, son algunos de sus pasajes.

Se destaca en ese plano el papel del médico Ignacio Terranova.

Las mujeres del abogado devenido en militar, el proyecto de imponer una monarquía indígena en la declaración de la Independencia de 1816 y una mención por arriba del viaje a Europa junto a Bernardino Rivadavia son parte de ese viaje atrapante por su vida. Un repaso que exhibe también a un Belgrano moribundo, pobre y solo y también ante ese Belgrano transformado en general del Ejército del Norte.

La película termina poco antes de las once. Aplausos prolongados. La gente se retira contenta.

Comienza el desmontaje de la pantalla y los grandes parlantes. Los vendedores ambulantes siguen su curso.

En la esquina de la Plaza de Mayo, frente a la Catedral, con la Casa de Gobierno brillante de rosa, como fondo, el escritor Javier Garin reparte volantes promocionando su libro Manuel Belgrano, recuerdos del Alto Perú.

El clima patriótico ayuda a conocer mejor a quien, como recuerda ese libro, dijo un día: “Mucho me falta para ser un Padre de la Patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”.

Muchos buenos hijos nacen de los grandes ejemplos como el de Manuel Belgrano, cuyo recuerdo es un abrazo de corazón y gratitud eterna.

La plaza va quedando despoblada pero nunca vacía porque siempre estará él.