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AQUELLA FRANJA DE GAZA

Un viaje inesperado, hace más de 25 años, fue sentir de cerca en Israel y Palestina un conflicto instalado desde la creación de un estado en tierras del , que no lo tiene y del fracaso de los intentos pacifistas, con sus protagonistas asesinados. Periodistas invitados a ver una experiencia con paliativos aprobada por las Naciones Unidas, en especial para la Franja de Gaza.

Por Armando Vidal

Ricardo Sarmiento, periodista sanjuanino, alto, elegante, piel del pueblo huarpe, ancestros mediante, puso el pie en el aeropuerto de Tel Aviv, Israel, cuando por el color de su piel, dos soldados armados lo estaban separando del pasaje, lo mismo que a quien escribe que quiso acompañarlo por razones obvias. Desconsideración, en especial tratándose de una delegación de invitados de las Naciones Unidas.

A partir de allí y hasta el final, o mejor hasta casi el final de la visita, todo fue atrapante y placentero, como podrían dar testimonio Walter Goobar, periodista y escritor, y Manuel Castro, especialista también en temas internacionales que entonces trabajaba en canal 9 y ahora, desde hace años, el Canal 26, además.

Fue en marzo de 1997. La visita era a la Franja de Gaza, territorio del pueblo palestino. Y la invitación de la ONU a los periodistas provenía del titular de los Cascos Blancos, Octavio Frigerio, ex jefe de redacción de Clarín, hasta que en 1982 el diario rompió toda relación con el desarrollismo, la fuerza política a la cual en 1956 había adherido con decisión Roberto Noble, fundador y director del matutino hasta el día de su muerte, el 12 de enero de 1969.

Octavio, un jefe de pocas palabras y gesto generalmente ceñudo, fue luego diputado nacional y vivió más relajado con la política que con las redacciones. Y así se pareció más a su padre, Rogelio Frigerio, a quien el que escribe, que entonces vivía en Venezuela, conoció en febrero de 1976 en una fugaz visita que incluyó en primer lugar un reportaje para una revista de Caracas, en la que trabajaba, vinculada con la amenaza golpista consumada al mes siguiente.

Una de las notas en Clarín sobre el viaje a Israel y la Franja se tituló “Arafat mezcla la política con el deporte en Palestina”. La bajada decía: "Dos voluntarios argentinos dirigirán el seleccionado de fútbol local. Y una tercera preparará al de vóley. Las actividades integran la ayuda humanitaria”. Esa era parte del cometido de los Cascos Blancos, “una organización creada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, a fines de 1994, según una propuesta del presidente Carlos Menem”.

Gaza está sobre el Mar Mediterraño, limita al sur con Egipto y tiene 45 kilómetros de largo y sólo ocho de ancho. En ese espacio vivían –datos de la nota- 850 mil palestinos, que eran 2,5 millones sumados los de Cisjordania, el otro pedazo que le quedó a los palestinos.

Con el corresponsal de Clarín en Israel, Shlomo Slutzky, especialmente invitado por quien escribe, participamos de un reportaje abierto con periodistas llegados de varios lados y que el diario tituló en doble página: “Reportaje a Yasser Arafat: Israel no quiere que lo árabes recemos en Jerusalén” .La bajada ampliaba: “El líder palestino cree que el plan de paz pasa por su peor momento * Y que Israel quiere apoderase de Jerusalén * Dio el reportaje 48 horas después del inicio de la construcción de un barrio judío en esa ciudad”.

Un guía marroquí, inolvidable también por su alegría y generosidad, nos llevó a recorrer y a explicar en perfecto castellano, naturalmente, la riqueza cultural de esas tierras, comenzando por Belén, en Cisjordania, Palestina, donde nació Jesús, el judío rebelde que cambió la historia. La Basílica de la Natividad, una Iglesia como cualquiera de puerta baja para evitar el ingreso de los caballos, que señala, al fondo, el lugar exacto donde María dio luz.

Cerca está Jerusalén que hace 25 años podía presentarse como el ámbito compartido de las tres religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islam), tiempos de los primeros pasos del primer gobierno de Benjamín Netanyahu. 

Dos años atrás había sido asesinado en Tel Aviv, el primer ministro de Israel, Issac Rabin, un ex militar pacifista, distinguido en 1994 con el Premio Nobel por la Paz junto con Shimon Pérez y Yasser Arafat. Fue tras un acto multitudinario en apoyo al pacifismo, cometido por un belicista que lo sorprendió cuando bajaba las escaleras del escenario donde acababa de decir «Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy, estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz, gran oportunidad. La paz lleva intrínseca dolores y dificultades para poder ser conseguida. Pero no hay camino sin esos dolores».

Así quedó recortado el camino para Netanyahu. 

De Jerusalén, el guía nos llevó a Nazaret, donde se crió Jesús y desde allí, apuramos el trance porque íbamos directamente al aeropuerto en esa cómoda camioneta -que carecía de radio- puesto que debíamos partir en las primeras horas de la tarde.

Por razones no registradas en la memoria de quien escribe, a la hora de los controles finales con el avión a la vista, la señora a cargo de la verificación de los documentos preguntó qué es lo que había hecho, lo cual le llamó la atención.

Dijo en inglés que había participado de una conferencia de prensa con Yasser Arafat, lo cual era estrictamente cierto. ¡Para qué lo habrá nombrado! La señora pegó un salto, llamo a auxiliares y hasta vino una intérprete para saber qué era lo que había hecho eso sospechoso pasajero.

Calmo, el hombre respondió lo mismo con algún detalle tranquilizador como la mención de que formaba parte de una delegación de periodistas de la ONU.

De haber tenido radio la camioneta, se hubiera enterado que en ese mismo mediodía de sol, alrededor de una hora antes, un terrorista se había inmolado con una bomba en una confitería con mesas en la calle con el saldo de 23 muertos.