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GARCIA COSTA, DE URIBURU  A MILEI (1)

Una siesta en la tormenta de Santa Rosa se llevó para siempre a Víctor García Costa, el más grande bregador socialista por la unidad de las fuerzas populares. Fue el viernes 30 de agosto, lo acompañaba su mujer. Había nacido en 1932. Periodista, escritor, político. Primera nota de tres sobre golpes y golpistas hasta cerca del fin de la  llamada Revolución Argentina (1966/1973), con el retorno de Perón y el papel destacado del radical Ricardo Balbín.

Por Armando Vidal

Víctor García Costa había nacido en las puertas mismas de la Década Infame, tan  infame como había sido el golpe militar que derrocó al presidente radical Hipólito Yrigoyen (6/9/1930) y lo encarceló. Y tan infame como los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que convalidaron esa afrenta con un fallo que humilló para siempre al alto tribunal.

Allí está, en ese desatino, el nombre de José Figueroa Alcorta, presidente de la Corte, el único argentino que ocupó los tres máximos cargos de la República. Fue presidente del Senado de la Nación. Tras la muerte del presidente Manuel Quintana (12/3/1906) ocupó su lugar  (en 1908 cerró el Congreso con la policía) y después fue presidente de la Corte. Falleció en 1931. Y, por eso, se salvó de los juicios políticos realizados por el gobierno peronista en 1946 y 1947, a cuatro de sus miembros del alto tribunal.

García Costa, periodista, hijo de periodista, de sangre asturiana, creció en esos años de la injusticia consagrada, la explotación laboral y la violación del derecho del voto con garantía de transparencia y la obligación de emitirlo, tal la ley de 1912 del entonces presidente Roque Sáenz Peña, surgida de los acuerdos con Yrigoyen. Ley que Estados Unidos, inspector de democracias ajenas, no tiene. Allá no hay obligación de votar y se vota los martes, día de trabajo.

Yrigoyen, precisamente, fue el ganador de las elecciones de 1916. En 1922 lo sucedió el también radical Marcelo T. de Alvear,  no precisamente un amigo de Yrigoyen y quien le devolvió el cargo al triunfar en las elecciones de 1928.

El golpe del general José Félix Uriburu, radical en la Revolución del Parque cuarenta años atrás,  que sufriría Yrigoyen y el país todo se basó en la creación de un clima de descrédito de su imagen por la prensa interesada como Crítica y La Nación, sin evaluar el peso de los 78 años cansados que tenía. Sólo bastaba empujarlo y confinarlo en la Isla Martín García. Así lo hicieron.

En los años treinta, los hombres votaban rodeados de  sujetos armados y era  clásico que en la mesa la autoridad de la mesa dijera: “vos ya votaste pibe”. Presidentes y legisladores surgían de ese modo.

Varios socialistas “independientes”, que así se hicieron llamar en la Cámara de Diputados de la Nación, rompieron con el tronco del partido  fundado por Juan B. Justo, fallecido en 1928 (varias veces diputado) pero los nuevos  llegaron después del golpe de Uriburu. Caso, por ejemplo, de Roberto J. Noble, elegido diputado nacional por la Capital Federal en dos mandatos 1930/1934 y 1934/1938, el mismo que el 28 de agosto de 1945 daba vida al diario Clarín.

En ese marco también estaban los socialistas, como el senador Alfredo Palacios, quien en 1904  había ganado legítimamente una banca de diputado nacional y, con ello,  el título de primer diputado socialista de América, Volvió a ser diputado en 1912/1916 y 1963/1965, año éste en el que falleció.

Escribir sobre Palacios es escribir sobre Víctor García Costa, su admirador y autor del libro Alfredo Palacios, entre el clavel y la espada, varias veces editado.

* Un senador contra todos

En 1961, el gobierno de Arturo Frondizi, del partido Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI),  que había llegado a presidente de la Nación con los votos del peronismo, perdió una elección en la ciudad de Buenos Aires por una banca, cuyo ganador fue el socialista Alfredo Palacios. Una elección por una banca y un único opositor; el resto eran senadores oficialistas. (No se aplicaba el sistema D´Hondt).

Palacios en la campaña había captado el voto peronista, especialmente de los jóvenes, porque las cárceles contenían muchos detenidos por el plan Conintes contra disturbios, creado paradojalmente en el gobierno de Perón.

Hábil e insidioso, Palacios reclamó interpelar al ministro del Interior Roque Vítolo hasta lograr en su tercera visita de una misma sesión que pasaba a cuarto intermedio que Vítolo trajera la nómina de detenidos.  Nada cambió en esa ocasión (Frondizi cayó al año siguiente) pero cuarenta y cinco años después, por esa misma lista, en el gobierno de Néstor Kirchner se legalizó el derecho de cobro de una indemnización especial por los caídos o familiares de los bombardeos de 1955.

Eso acentuó la ratificación de un socialismo contrario a la claudicación encarnada como los socialistas “independientes”, que ya no existen, caso del ex diputado Federico Pinedo (el abuelo del ex senador macrista) o, en estos tiempos, de Roy Cortina, socialista macrista.

* El único cargo

Sin tomar en cuenta la labor de virtual secretario durante varios años del destacado jurista Carlos Sánchez Viamonte, también socialista, García Costa trabajó hasta jubilarse en la Municipalidad de Buenos Aires. Y  ocupó un único cargo político: fue legislador socialista en el Concejo Deliberante porteño, inexistente hoy tras la reforma constitucional de 1994.

Allí mantuvo una declarada postura contra los aprestos golpistas finalmente consumados contra el gobierno radical de Arturo Illia, echado por la policía.

Asumió el general Juan Carlos Onganía, nacía la llamada Revolución Argentina. Tercer golpe después del de 1930 contra Yrigoyen y el de Perón en 1955.

El de 1962 contra Frondizi no fue un golpe aunque lo haya sido: lo echaron militares  gorilas porque se oponía a anular ´el legítimo triunfo del candidato peronista Andrés Framini en las elecciones a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Y lo mandaron preso a la Isla Martín García.

Lo que Frondizi no hizo lo hizo José María Guido (UCRI, Río Negro),  titular del Senado que, por la ley de acefalía,  el 29 de marzo asumió el cargo de Presidente de la Nación hasta el 12 de octubre de 1963, día que asumiría el radical Arturo Illia por haber vencido en las elecciones de julio de ese año a Pedro Eugenio Aramburu,  el golpista fusilador de la Revolución Libertadora trasformado en político. 

Fue una operación a toda carrera, con la colaboración del propio Frondizi, para evitar que asumiera un general que se estaba poniendo las botas.

* El gran acuerdo

Peronistas y radicales comparten haber puesto fin a la llamada Revolución Argentina (1966/1973) al lograr una salida institucional por vía del voto. No excluyen ni ignoran el papel que tuvo el teniente general Alejandro A. Lanusse.

Ello demandó que Juan Domingo Perón, derrocado en su segundo gobierno, en 1955 y Ricardo Balbín, bonaerense, su preso cinco años atrás (elecciones del 12 de marzo de 1950 tras salir de votar en La Plata), conductor de la Unión Cívica Radical,  se entendieran para ese cometido.

Faltaba otro detenido por Perón en 1951,  golpista fracasado, cuatro años preso: Lanusse.

Lanusse  fue también el tercero y último dictador de la revolución fracasada. Lo antecedieron Juan Carlos Onganía (1966/1970) y Roberto M. Levingston (1970/1971) . Su  turno presidencial fue 1971/1973.

Lanusse era el hombre fuerte de Ejército. Lo había demostrado en Córdoba, donde era titular del Tercer Cuerpo y no hizo nada para evitar el Cordobazo que terminó con los cuatro de conducción de Onganía. Luego promovió la aparición de Levingston que así como llegó se fue (1971)  y asumió él. El más fuerte y político, el más respetado y el único de su jerarquía que quince años después declaró contra los genocidas en los juicios promovidos por Raúl Alfonsín.