A+ A A-

EL OFICIO DE LO SIGNOS RAROS

Los taquígrafos hablan en esta nota con sus propias voces y no con los signos extraños de sus veloces lápices Faber ni con la maquinitas que los imitan y que ellos manejan con velocidad de un rayo. Comparan tiempos y aseguran que, ahora, los textos son más fieles a las vulgaridades que suelen emplearse en los debates. "Hay una decadencia generalizada", asegura uno de ellos. Los primeros llegaron a ambas Cámaras en 1878, gobierno de Nicolás Avellaneda.

Por Clarín

Las manos se mueven rápido y sostienen con firmeza el lápiz, trazando sobre el papel garabatos que para otros carecen de significado. Suelen pasar inadvertidos en la vorágine de los debates parlamentarios, pero siempre están allí, atentos a cada palabra. Lejos de ser una especie en extinción, los taquígrafos constituyen una pieza clave de la actividad legislativa. "Somos bichos raros", reconoce Alberto Barcia (66), director del área en la Legislatura porteña (ex Concejo Deliberante), donde trabaja desde 1958. Los taquígrafos registran todas las sesiones y aquellas reuniones de comisión que lo solicitan. Trabajan generalmente en parejas. Cumplen turnos de sólo cinco minutos, son reemplazados y salen a "traducir" lo que anotaron.

 Al cabo de unos 45 minutos, cuando ya se ha completado la rotación, reingresan al recinto. El texto final es controlado por los revisores.

Rubén Marino (49) es, desde octubre de 2000, el director del Cuerpo de Taquígrafos del Senado, al que ingresó hace 25 años. Antes, cuenta Marino, se procuraba "embellecer el texto". Pero ahora, explica, "hay una tendencia a respetar la textualidad, la riqueza del discurso improvisado".

Esto obedece a dos razones: el abandono de las concepciones puristas en el manejo del idioma ("ahora se aceptan más malas palabras", afirma Marino) y la búsqueda de agilizar la confección de la versión definitiva.

 "Hoy el lenguaje es más vulgar", admite el jefe de los taquígrafos de Diputados, Horacio González Monasterio (55). "Hay una decadencia generalizada, y los legisladores no son más que un reflejo de ella", agrega.

Los cuerpos de taquígrafos de ambas cámaras del Congreso se crearon en 1878, aunque la primera versión taquigráfica de una sesión data de 1824.

Gabriel Larralde, que integró la primera formación en Diputados, adaptó al español el código del inglés Isaac Pitman. Creó así el sistema que lleva su nombre y aún es el más usado en el país. El objetivo es registrar el mayor número de palabras con la menor cantidad posible de trazos. Para eso se usan líneas rectas o curvas que representan sílabas.

Todos los sistemas, además, funcionan por fuga de vocales. De esta manera, un taquígrafo puede captar 180 palabras por minuto, el doble que un experimentado dactilógrafo.

Aunque existen modernas máquinas mecánicas y electrónicas, en la Argentina el grueso de los especialistas sigue trabajando con lápiz y papel. La tecnología más sofisticada está lejos, todavía, de los devaluados presupuestos locales. La velocidad y la fidelidad en la transcripción son los atributos más valorados. Y en ellos se apoyan los taquígrafos para explicar por qué su presencia no puede ser sustituida por un grabador.

"Lleva mucho más tiempo desgrabar la cinta, puede haber problemas de sonido y, además, en el recinto pasan cosas que exceden lo verbal", señala González Monasterio.

El sueldo de un taquígrafo parlamentario oscila entre 800 y 3000 pesos.

En Diputados trabajan 46 personas; en el Senado, 33; y en la Legislatura, 25. A diferencia de lo que ocurre en el mundo desarrollado, aquí la técnica se usa poco y nada en la Justicia.

Volanta, título y bajada: Una tarea que logra sobrevivir al avance de la tecnología/ Taquígrafos: un oficio que perdura / Registran todas las sesiones y son una pieza clave de la vida parlamentaria.

Fuente: Clarin.com, 12/1/04. Artículo sin firma.