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¿QUIÉN ES MARCELO FIGUEIRAS?

La aventura empresarial en el periodismo incluye, además de periodistas que se creen tocados por el destino, como Jorge Lanata, a personajes de extrañas fortunas logradas de la noche a la mañana como es el caso de Marcelo Figueiras, dueño de un laboratorio que en estos años multiplicó sus ganancias como proveedor del Estado  y que, como accionista del diario Crítica, se quedó con los sueldos de los trabajadores del diario.

Por Trabajadores en Conflicto

Repartía remedios en un Renault 18 y ahora maneja un Audi TT. Pasó de una butaca a otra gracias a sus negocios con el Estado. Buscó prestigio con el diario. ¿Quién es el hombre de la sonrisa Colgate?

Poco antes de que este diario saliera a la calle Jorge Lanata reunió en su oficina a los accionistas. El skecht aún se puede ver en YouTube: “Éstos son los dueños del diario”, los señaló y fue presentando a los socios que lo acompañarían en su proyecto: Gabriel Cavallo, Pablo Jacoby y su socio Patricio Carballés y un empresario del área de seguros, Juan Zitnik.

Todos, ahora, ex accionistas del diario.

Pero en medio del humo de los incontables cigarrillos que fumaba Lanata sobresalía sobre el resto uno de los socios, el único que, por su aspecto, aparentaba ser un verdadero hombre de negocios: alto, flaco, entrecano, sonrisa Colgate. Pulcro hasta el extremo, ese hombre, como siempre, vestía de impecable traje oscuro y zapatos de corte italiano.

Cuando Lanata posó su mirada sobre él, dijo, bromeando: “Éste es un conocido traficante del cartel de Medellín”.

Se refería a Marcelo Figueiras, quien, claro, no es ningún narco sino un próspero empresario farmacéutico argentino que amasó su fortuna vendiéndole medicamentos al Estado.

Figueiras es dueño de los laboratorios Richmond, que factura más de 135 millones de pesos al año –según la página web de la empresa- y tiene, además, el 22 por ciento de las acciones de este diario y es quien, junto al español Antonio Mata, dejó de abonar los sueldos a los trabajadores de Crítica.

Richmond se especializa en productos para VIH, oncológicos y del sistema nervioso central. Fue el primero en producir en el mundo medicamentos oncológicos genéricos de marca y es uno de los cuatro laboratorios elegidos por el Gobierno para producir Oseltamivir, la droga para combatir la gripe A.

Los contactos de Figueiras con la política datan de la época de Fernando de la Rúa, cuando empezó a venderle medicamentos al Estado. Sin embargo, fue durante el gobierno de Néstor Kirchner cuando su empresa logró dar el gran salto; y no sólo por las licitaciones que ganó.

Su llegada al poder político, como el ex ministro de Salud Ginés González García y los contactos que le provee su actual pareja, la diputada oficialista María Laura Leguizamón, le significaron cuantiosos beneficios económicos gracias al aval que le permite renovar las patentes que se vencen para producir medicamentos.

Sus contactos mantienen alejados del mercado argentino a los fabricantes del exterior de medicamentos contra el VIH que cuestan más baratos que los que Richmond produce, según fuentes del mercado de la salud.

Figueiras es un hombre de suerte.

Hasta el momento no ha llegado a la Justicia el expediente de la Auditoría General de la Nación 18/2008, que denuncia irregularidades en la compra del Estado de una partida de medicamentos para el VIH: “Se ha observado que se ha adjudicado a laboratorios que no cumplen con disposiciones de la autoridad sanitaria. Se han verificado compras a los laboratorios Elea, Richmond y Filaxis, que según consta en informe de ANMAT Nº 478 del 05/05/05 no cumplimentaban los requisitos de biodisponibilidad y bioequivalencia exigidos por la resolución Nº 46/03 de la Secretaría de Políticas y Relaciones Sanitarias”, dice el informe que, traducido, significa que esos medicamentos no servían.

Tampoco Figueiras tuvo que pisar Tribunales por uno de los expedientes de la megacausa de la mafia de los medicamentos que investiga el juez Norberto Oyarbide, pero por la que sí fueron allanadas las oficinas de Richmond en noviembre de 2009, en relación con las compras poco transparentes (se las llama “rotativas” porque se trata de partidas especiales para comprar remedios en caso de epidemias) que realizó el Estado de la droga oseltamivir, la sustancia que se usa para producir el Tamiflú, especialidad del laboratorio de Figueiras.

Esta causa se desprende de escuchas telefónicas en las que se detectó a empresarios, entre ellos a un gerente de Richmond, poniéndose de acuerdo para vender más caro la droga en plena emergencia sanitaria.

Figueiras se jacta ante quienes lo escuchan de sus orígenes humildes; dice, con orgullo, que se hizo bien de abajo. Le gusta, ahora que conduce un Audi TT, recordar las épocas en las que repartía medicamentos arriba de un Renault 18 destartalado.

Si el empresario hubiese atendido los llamados que se le hicieron desde esta redacción, podríamos explicar mejor cómo este autoproclamado self made man versión criolla pasó de ser un simple contador de un laboratorio familiar a convertirse en el dueño de Richmond sin “heredar ni un peso”, como le gusta recordar.

Pero Figueiras quiso más; después del dinero quiso el prestigio, algo que le pareció que le podía llegar de la mano de Jorge Lanata y con un nuevo diario de corte independiente.

Según escribió el propio Figueiras en una columna de este diario de marzo de 2008, titulada “A mis amigos (que preguntan por qué invertí en este diario)”, fue su “amigo y compañero de golf”, el ex juez Gabriel Cavallo, quien lo convenció de invertir en Crítica cuando lo invitó a arriesgar en un proyecto que significaba un “gran aporte cultural”. Sus amigos, escribió el empresario, le dijeron que estaba “loco”, pero que él les respondió que “soñaba de chico con ser cronista de guerra... Pero la vida me llevó por otro camino”.

Figueiras aseguró en esa columna que tuvo miedo cuando sus amigos le dijeron que fracasaría, que el Gordo lo metería en problemas con el Gobierno que le iba a cerrar sus empresas.

Escribió: “Puta, tienen razón. Me asusté... ¿qué es este cagazo? ¿La libertad de prensa es un verso? ¿Qué queremos para nuestros hijos?, ¿a Chávez?”.

Aseguró que se decidió cuando anunciantes le ofrecieron dinero para el diario pero sin poner la publicidad: “Eso me terminó de convencer: pongo mi granito de arena, esta vez no arrugo”.

Pero, finalmente, Figueiras, el empresario exitoso, arrugó: dejó de pagarles los sueldos a los trabajadores del mismo diario que tanto lo entusiasmó.

Fuente: Critica de la Argentina, edición de sus trabajadores en conflicto, junio 2010.